¿Los edificios en Miami se derrumban por el cambio climático?

Inundaciones, sequías, temperaturas récord, derrumbes de edificios. Síntomas no tan aislados de un mundo que ya cambió. Y un apunte sobre la prohibición de la salmonicultura en Tierra del Fuego.

¡Hola! ¿Cómo estás?

Yo acá, un poco cansada, un poco harta, pero con la esperanza puesta en todas las fotos de gente vacunándose y el sol que al fin se dignó a salir.

De todas formas, esa esperanza no me alcanza para un correo optimista. Desde ya que te pido disculpas, pero a veces no se puede. Hoy nos toca hablar de un TEMÓN urgente para pensar la Argentina -y el mundo- de las próximas décadas. Cómo impacta el cambio climático sobre nuestros territorios, economías y sociedades.

Estas últimas semanas en el gran continente americano se apilaron las noticias que, de una u otra forma, tienen que ver con el cambio climático y sus impactos. Temperaturas récord en Canadá y Estados Unidos, la sequía en Brasil, el derrumbe de un edificio en Miami, la bajante del Paraná en Argentina. Todas muestras de cómo se están acelerando las consecuencias del cambio climático en nuestro planeta. 

¿Todo es cambio climático?

Lo primero que tenemos que entender en este tema es algo que me enseñó hace muchos años la genia de Caro Vera (jefa de Gabinete en el MinCyT y referenta absoluta en investigación del cambio climático, ¡seguila!) que es la diferencia entre la variabilidad climática normal y los efectos del cambio climático.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Por ejemplo, si miramos una serie temporal de la temperatura de la Ciudad de Buenos Aires de los últimos 100 años, vemos que hubo años más calientes y otros más fríos, eso es la variabilidad normal. Lo que hace el cambio climático es generar una tendencia gradual de aumento de la temperatura sobre la cual se continúa expresando la variación normal del clima. Más o menos así:

A partir de esto, entonces, tenemos dos conclusiones. 1) La variación normal del clima se mantiene, no es que por el cambio climático ahora nunca más va a hacer frío. Recordemos esta joyita de Donald que, frente a una ola de frío, pedía que vuelva el cambio climático:

2) Los fenómenos climáticos, como la sequía o cualquier otro, no se pueden atribuir 100% al cambio climático porque las causas son imposibles de aislar. Sin embargo, a medida que el cambio climático avanza es cada vez más alto su efecto sobre la variabilidad del clima. Es decir, frente a una ola de calor cada vez hay más chances de pegarle si decimos que es a causa del cambio climático.

¿Qué pasa en nuestro continente?

Como te decía, nos vimos rodeados de noticias climáticas bastante dramáticas y me parece importante traerlas todas juntas para que veamos la magnitud y el grado sistémico del problema que enfrentamos. 

Vamos de norte a sur.

Canadá. Está experimentando una ola de calor inédita, llegando casi a los 50°C en algunos lugares. Los científicos de la Organización Metereológica Mundial dicen que “sin el cambio climático esto habría sido casi imposible, ya que las posibilidades de que ocurra de forma natural son una vez cada decenas de miles de años”. 

En la ciudad de Vancouver tuvieron que atender a más de 130 muertes repentinas. La mayoría eran ancianos o tenían problemas de salud, y el calor fue un factor determinante.

Acá nos sirve el tema de la variabilidad. La siguiente imagen muestra la variación histórica y cuánto se desvían los picos actuales de esa variabilidad “normal”.

Estados Unidos. También atraviesa una ola de calor y en el oeste están sufriendo la peor sequía de su historia. No solo en el sur de California, sino también en estados tradicionalmente menos expuestos a la escasez de agua que se enfrentan ahora a una situación inédita. La escasez de agua tiene cuatro efectos principales: i) menor disponibilidad para el consumo doméstico, ii) riesgo en el suministro eléctrico proveniente de hidroeléctricas, iii) impacto sobre la agricultura y iv) mayor riesgo de incendios. En Alaska, los glaciares que se rompen de manera acelerada por esta misma ola están produciendo «terremotos de hielo» tan poderosos como un pequeño terremoto mientras se desmoronan en el mar. En Portland hacían 44°C y tuvieron que instalar refugios de enfriamiento.

Te habrás enterado del derrumbe del edificio en Miami. Los investigadores recién están comenzando a tratar de desentrañar la causa. Si bien advierten que es demasiado pronto para determinar si el aumento del nivel del mar ayudó a desestabilizar la estructura frente al mar, está claro que el sur de Florida ha estado en la primera línea del aumento del nivel del mar y que los efectos del cambio climático en la infraestructura de la región, desde los sistemas sépticos hasta los acuíferos y la erosión de la costa, serán un problema de gestión durante años.

Lo bueno de que se vean los efectos del cambio climático en el Norte Global es que, esperemos, acelerará la ambición y la acción climática.

Para descomprimir (?) te dejo este meme que está circulando por allá:

Pasemos al sur.

Brasil. Nuestro vecino está enfrentando una sequía dramática en sus principales cuencas hidrográficas, que está provocando la peor crisis hídrica de los últimos 91 años. El Gobierno tuvo que pedirle por cadena nacional a la población que ahorrara energía eléctrica y agua potable. Los niveles de agua en el río Paraná están casi 8,5 metros por debajo del promedio cerca de la frontera de Brasil con Paraguay. Ese nivel puede interrumpir el tráfico de barcos de carga y encarecer el transporte de mercancías. Además, el clima más seco de lo habitual también está afectando la producción de ciertos cultivos brasileños, como el café, el maíz, la caña de azúcar y las naranjas.

En este caso las causas de la sequía no son solo el cambio climático, sino también el fenómeno de la Niña y la deforestación. En los últimos años, diversos especialistas vincularon la deforestación con la caída de precipitaciones en otras partes de Brasil. La tala de árboles provoca que los bosques dejen de inyectar una inmensa cantidad de agua en la atmósfera, que luego se convierte en lluvia, en el fenómeno llamado «ríos voladores”.

Argentina. La sequía en Brasil tiene su impacto en nuestro país: la bajante del Paraná viene siendo noticia hace semanas. En Rosario la altura actual del río es de 13 centímetros en lo que es la peor bajante desde 1884. Los expertos aseguran que la situación no mejorará en los próximos meses debido a la falta de lluvias en la región, algo que preocupa porque pone en riesgo la extracción de agua potable y dificulta la circulación de barcos de carga. Esta historia se está volviendo demasiado larga y deprimente, solo te dejo esta nota sobre las pérdidas económicas de hasta 5 puntos del PBI que le puede significar al país este patrón de sequías en los próximos años.

Pasemos a otro tema.

La prohibición de la salmonicultura en agua en Tierra del Fuego

El miércoles se aprobó en la Legislatura de Tierra del Fuego una ley que prohíbe “en aguas jurisdiccionales lacustres y marítimas de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, toda actividad de cultivo y producción de salmónidos a fin de asegurar la protección, preservación y resguardo de los recursos naturales, los recursos genéticos y los ecosistemas lacustres y marinos”. Se permiten los proyectos de acuicultura artesanal existentes y queda a criterio de la autoridad de aplicación establecer los topes de producción en escala artesanal, que no podrá superar el total de producción de 20 toneladas por año.

Me parece útil pensar este tema en dos niveles: el caso particular y la discusión general. 

Empecemos por el caso. En 2018, se había ratificado un convenio entre el gobierno fueguino y una fundación argentina asociada a un organismo de inversión noruego para hacer estudios con el objetivo de conocer los mejores lugares para instalar salmoneras con una tecnología similar a la que se lleva adelante en Chile. Según el Foro para la conservación del Mar Patagónico, los impactos negativos de la salmonicultura son

  1. El escape de salmónidos, lo que implica la introducción de especies exóticas, desde las jaulas de cultivo al ambiente natural; 
  2. El abuso de antibióticos, antiparasitarios y otras sustancias químicas; 
  3. La introducción y propagación de enfermedades y de sus agentes causales; 
  4. La acumulación de residuos sólidos y líquidos en el fondo marino, derivada de los alimentos no consumidos, fecas y mortalidad de los salmónidos; 
  5. Los desechos industriales que las empresas han dejado en los fiordos, como jaulas abandonadas, plásticos, boyas, cabos, etc.; 
  6. La presión pesquera sobre especies silvestres usadas para harina y aceite de pescado que acaban como alimento de salmónidos; 
  7. Las interacciones negativas directas e indirectas con mamíferos marinos y aves, algunas de estas especies con estados de conservación delicados.

Es decir, riesgos importantes para un ecosistema tan especial como el Canal de Beagle. Y que en Chile efectivamente produjeron varios problemas, a los que encima hay que sumarle condiciones laborales de riesgo, falta de regulación, un escaso encadenamiento productivo y un tipo de tecnología que, probablemente, en unos años ya no se use. Para profundizar sobre estas problemáticas te recomiendo la entrevista que le hizo Alejandro Bercovich a Gustavo Lovrich, doctor en ciencias biológicas del Centro Austral de Investigaciones Científicas.

Ahora, si la actividad conlleva tantos riesgos, ¿por qué se propuso? Por su eventual impacto positivo en la economía, tanto por el ahorro de divisas al sustituir el salmón importado, como por el potencial exportador. Según este hilo de Daniel Schteingart, en los últimos 12 meses Argentina importó salmón por más de 45 millones de USD y Chile en 2019 exportó unos 5.000 millones de USD de salmón, casi el doble de lo que exportamos nosotros de carne bovina.

Desde ya que a esta ecuación económica hay que integrarle el posible impacto negativo sobre el turismo y el eventual daño ambiental, sin embargo no es un dato soslayable si queremos analizar el caso en su totalidad.

Por último, es importante resaltar que si bien se prohibió la salmonicultura en mar, se permite en tierra con un sistema de tanques donde se recircula el agua de mar donde se crían los peces. Si bien tal vez sea una tecnología algo más cara, si efectivamente reduce la mayoría de los riesgos ambientales, valdrá la pena.

A su vez, hace unos días la empresa Newsan anunció que invertirá $200 millones en un proyecto de acuicultura para desarrollar la producción de mejillones en el Canal Beagle.

La cuestión de fondo

Más allá del caso, me interesa el tema de fondo sobre cómo discutimos el desarrollo sostenible. Se está volviendo un debate recurrente en la agenda pública y realmente creo que podría ser un proceso menos agotador y más constructivo.

Primero y principal, la dimensión ambiental tiene que volverse indisociable del desarrollo. Plantear actividades y narrativas económicas que no integran de manera estructural el impacto sobre el ambiente y cómo se va a mitigar es anacrónico e incluso juega en contra del avance mismo de las actividades, en particular, y las estrategias de desarrollo, en general. Los impactos del cambio climático que vimos en la primera parte son una muestra cabal de ello.

Segundo, si bien desde la disciplina ambiental criticamos la noción del crecimiento infinito, la verdad es que en Argentina estamos a años luz de ese problema. Si para salir del estancamiento económico y reducir la pobreza una de las cosas necesarias es el desarrollo de actividades productivas, la comprensión de las complejidades que esto implica y el tender puentes con quienes lo tienen como principal preocupación, es indispensable.

Tercero, en esta discusión se observa un clivaje de género que me parece muy preocupante, los varones hablan de economía y desarrollo y las mujeres de ambiente y cuidado. Aporto evidencia anecdótica: en una convocatoria de un taller de comunicación ambiental recibimos 80 postulaciones de las cuales 60 son mujeres y solo 20 de varones. El tan necesario abordaje transdisciplinario va a ser imposible si seguimos discutiendo en tribus.

No pretendo plantear una cosa ilusa donde desaparecen las tensiones, pero dar esta discusión con la humildad que nos exige el desafío y conscientes de nuestra visión sesgada, deconstruyendo prejuicios y debates ad hominem, con empatía por las preocupaciones del otre, incorporando nuevos conceptos y lenguajes para hacer más complejos nuestros análisis, es la única forma de empezar a construir un verdadero consenso del desarrollo sostenible.

De despedida te quiero contar que hace poco me enteré de que existe esa loca teoría de que la canción “Winds of Change” de los Scorpions la escribió la CIA y estoy flasheada. Me fascina porque es un delirio pero bien podría ser cierto. Hay un podcast en Spotify sobre la investigación, está en inglés pero vale la pena.

Ahora sí, te mando un abrazo y nos leemos en dos semanas.

Eli

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Soy licenciada en Ciencias Ambientales, magíster en Políticas Públicas y becaria doctoral en Ciencia Política en la UNSAM. En todos los ámbitos que puedo me dedico a sumergirme en los dilemas que nos presenta el desarrollo sustentable, uno de los mayores desafíos que enfrentamos en este siglo.