Lasso en su laberinto

Ecuador vive otro momento bisagra.

¡Buen día!

Qué lindo fin de semana, ¿no? Lo remarco porque en general siempre nos damos manija cuando estamos en la mala, como esos sábados que parecen domingos, o esas semanas que son un infierno, pero no decimos nada cuando pasan cosas lindas. Homenajeamos a la banda sonora de nuestra vida en primavera, la cosa está mejorando, este año se termina y no importa. Que se vaya. 

Mientras tanto, vamos al correo de hoy. 

LASSO EN SU LABERINTO

A cinco meses de haber asumido, el presidente de Ecuador se encuentra aislado, en guerra con el Congreso y a la espera de que las calles rompan con el paréntesis en el que se sumió el estallido de 2019. En paralelo, una crisis de seguridad tiñó por completo el discurso oficial, que hoy pugna por restablecer la Ley y el Orden con los militares en las calles, luego de que el presidente decretó el estado de excepción la semana pasada. 

Para entender qué está pasando hoy en Ecuador hay que diferenciar dos frentes. 

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

1) El Congreso: la batalla contra la oposición

Lasso llegó a la segunda vuelta con el 19% de los votos, en alianza con el Partido Social Cristiano (PSC). Si su representación parlamentaria ya era pequeña, quedó aún más disminuida cuando rompió con el líder simbólico del PSC, Jaime Nebot, al inicio de su mandato. Hoy controla apenas 13 de los 137 escaños que tiene la única cámara del Congreso. Una minoría que se hace todavía más frágil ante una tenue pero palpable confluencia de la oposición, sobre todo entre el correísmo y un sector de Pachakutik, el brazo político de la confederación índigena (CONAIE). 

Ninguna de las reformas que propuso Lasso logró avanzar. El mes pasado el Congreso rechazó la ley Creando Oportunidades, la bandera del oficialismo, con el argumento de que trataba demasiadas políticas en un solo cuerpo, entre ellas una reforma fiscal y laboral que fue catalogada como “regresiva” por sindicatos. A esto se suma un presupuesto con recortes en materia social que, según los críticos, obedece al mandato de austeridad del FMI, que ha prolongado el programa de crédito que empezó con Lenin Moreno.

El discurso de Lasso contra la oposición se radicaliza con el correr de las semanas. En una entrevista reciente dijo que Rafael Correa, el derechista Jaime Nebot y Leonidas Iza, el líder de la CONAIE, forman un “triunvirato de la conspiración” y los acusa de golpismo. El presidente amenaza con activar la “muerte cruzada”, un mecanismo que le permite al Ejecutivo disolver el Congreso y gobernar por decreto por 90 días hasta que se realicen nuevas elecciones presidenciales y legislativas. El cuadro está agravado por las revelaciones de los Pandora Papers, que le atribuyen 14 sociedades offshore en Panamá. La cámara decidió abrir una investigación para determinar, entre otras cosas, si Lasso violó la ley que prohíbe a los candidatos presidenciales tener cuentas en guaridas fiscales. El presidente, en otro gesto de distancia, dijo que no va a comparecer ante la comisión. La Fiscalía ecuatoriana, mientras tanto, anunció una investigación paralela.

“Lasso no leyó bien los resultados electorales. Sobreestimó el apoyo popular que tuvo, sobre todo en la segunda vuelta, y a pesar de las señales de la oposición siguió operando como si tuviera la fuerza política suficiente para implementar su programa de ajuste”, me cuenta Franklin Ramírez, investigador de FLACSO Ecuador en el área de sociología política. “El manejo de las relaciones con el legislativo fue pésimo y la confrontación se está acelerando. Hoy el tono del presidente apunta más a la extorsión que a la negociación institucional”.

Franklin no cree que el presidente active el mecanismo de muerte cruzada por ahora. Señala, entre otras variables, la pérdida consistente de apoyo popular, que afectarían su reelección. La última encuesta de la consultora Perfiles de Opinión registra un 34% de aprobación a su figura. Hace tres meses superaba el 70%, gracias a una exitosa campaña de vacunación. Las encuestadoras varían en el número final del apoyo, pero todas coinciden en la caída. Lasso perdió treinta puntos en tres meses.

Paulina Recalde, la directora de la consultora, me dice que es la primera vez que ve una caída de esas dimensiones en tan poco tiempo. “La caída en la calificación a la gestión no es el único indicador que se vio afectado. El espiral involucra también a la credibilidad y, aún más importante, al estado de ánimo de la población. Los problemas de la población –la crisis económica y la inseguridad– se topan con la crisis carcelaria y con un momento de inacción donde no hay medidas, y cuando estas aparecen son leídas como perjudiciales a los derechos laborales. Por último, la inestabilidad política gatilla nuevamente la idea del ‘país inviable’, con complicaciones para cumplir expectativas”.

Este martes Lasso enfrenta su primer test en las calles, con la convocatoria de movimientos sociales a una protesta nacional. El presidente intentó desinflarla con el anuncio de un congelamiento en los precios del combustible, tras reunirse con el bloque de Pachakutik. Fue el primer gesto conciliador del gobierno y no es un dato menor. Pero la CONAIE, que se mostró en desacuerdo con el gesto de su brazo político, rechazó la respuesta de Lasso y reiteró que se encuentra en resistencia.

2) La crisis de seguridad

Ecuador vive una epidemia de violencia. A dos meses de terminar el 2021 (que se vaya), el país ya registra el doble de muertes violentas que el año pasado. Un tercio de los asesinatos, que ya superan los 1.800 en lo que va del año, se concentran en Guayaquil, que vivió el mes pasado una crisis inédita: un amotinamiento en una cárcel dejó 118 muertos en diez días. El caso exhibió un déficit en la gestión del sistema carcelario, con problemas para identificar a los presos. “Hubo mucho caos en el manejo institucional –me dice Paulina–. Esto, sumado al aumento de la delincuencia y los asesinatos, profundiza la percepción de la falta de control”. 

El último episodio mediático fue el asesinato del velocista Alex Quiñónez en Guayaquil este fin de semana. En el anterior, en una heladería al sur de la ciudad, un niño de 11 años murió baleado al quedar atrapado en un tiroteo entre un ladrón y la policía. Un día después de ese caso, Lasso decretó el estado de excepción. El despliegue militar hoy se concentra en la provincia de Guayas, que tiene a Guayaquil como capital. 

Una parte importante del anuncio del presidente estuvo destinado a respaldar a las fuerzas de seguridad. El gobierno creará una unidad de defensa legal “que se dedicará exclusivamente a la protección de todos aquellos miembros de la Policía o de las Fuerzas Armadas que sean demandados por cumplir con su deber”. Dijo también que “la ley tiene que intimidar al delincuente, mas no al policía” y que va a indultar a aquellos “injustamente condenados”. Según Human Rights Watch, 11 personas murieron en las protestas del 2019; 4 en manos de fuerzas de seguridad. Las alarmas están encendidas. 

“Hay un ambiente tenso, muy cruzado. La respuesta del gobierno es meramente securitaria: hay amenaza de violencia represiva sin nada más. No se habla sobre el presupuesto que tienen las fuerzas para combatir la crisis y mucho menos de políticas sociales”, me apunta Franklin. 

Lasso atribuye el 70% de las muertes violentas de Guayas al narcotráfico. Al margen de que es imposible verificar la cifra, es cierto que Ecuador tiene un problema que no tenía hace unos años. Se trata de un cambio de paradigma: el país pasó de ser un territorio de tránsito de droga a un centro de distribución. Según un análisis del sitio especializado InsightCrime, Ecuador se convirtió en un eslabón clave en la cadena de suministro de cocaína a Estados Unidos y Europa. Esta llega desde Colombia –que cada vez produce más– y sale por el Pacífico para el Norte o por el Amazonas para Brasil y otros países de la región. La presencia de los cárteles mexicanos en el país, al igual que en la descentralizada Colombia, es palpable, y quedó expuesta en la última crisis carcelaria.

Hay otro frente más para seguir con atención. 

La semana pasada, en pleno forcejeo institucional, Antony Blinken, el secretario de Estado norteamericano, aterrizó en Ecuador para reunirse con Lasso. Unas semanas atrás, como contamos acá, el gobierno había recibido a otro funcionario de la Casa Blanca, Daleep Singh, para conversar sobre desafíos de seguridad y los planes de infraestructura para contrarrestar a China. Los gestos escenifican la alta prioridad que está teniendo Ecuador en la agenda latinoamericana de la Administración Biden. Hace unas semanas, el think tank CSIS, cercano al establishment de política exterior de Washington, publicó un informe que destaca la gestión de Lasso y alienta a Biden a priorizar al país en su acercamiento a la región. Blinken y el presidente ecuatoriano conversaron sobre los temas de siempre –migración, DDHH, crisis climática, etcéteras–, pero el norteamericano aprovechó para respaldar el decreto de estado de excepción y la lucha del gobierno contra el narcotráfico.

Es algo que aparece en los análisis que se escriben desde el Norte, mismo el de InsightCrime: la idea de que Ecuador debería recibir más ayuda de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico. Esto, claro, tiene una historia previa: en 2009, por impulso del correísmo, Estados Unidos abandonó la base militar en Manta; la nueva constitución tejida en esos años, además, prohíbe el establecimiento de bases extranjeras en el país. 

La relevancia de Ecuador en el acercamiento de Estados Unidos a la región representa más bien una continuidad de lo acontecido durante el gobierno de Lenin Moreno. Entre otros movimientos, la administración Trump desembolsó un préstamo para ayudar al país a cancelar su deuda bilateral con China, a cambio de que Ecuador no admitiera a Huawei en la construcción de redes 5G, una maniobra sin precedentes. Los escépticos de los últimos gestos de la Casa Blanca, hoy con nuevo inquilino, temen que la crisis de seguridad que vive el país sea la excusa para una mayor cooperación con Washington en un área siempre sensible para los gobiernos de América Latina. 

Guillaume Long, ex-canciller de Ecuador durante el último gobierno de Correa y profesor de Relaciones Internacionales, me explica que Lasso ha tenido por el momento una política pragmática respecto a la relación con las dos potencias. “Tuvo desde el inicio un mensaje de que no se iba a dejar arrinconar en el vínculo con China, que él iba a buscar oportunidades ahí”, dice. “Pero, dependiendo de cómo le vaya ahora, puede volver atrás con esta decisión. Si la situación interna se vuelve tan precaria para que él crea que necesita un apoyo más explícito de Estados Unidos, estos podrían condicionarlo”. 

Long cita el caso del Plan Colombia, que transformó por completo el vínculo entre Washington y Bogotá. “Sabemos que en general no se trata solo de perseguir al narcotráfico sino de ejercer un control que va mucho más allá. Es un cambio de doctrina militar, que tiene impacto en distintas áreas, como los servicios de inteligencia”, me apunta Guillaume. Para él, la amenaza es que ante un contexto agravado, con un discurso que apunta al narcotráfico como el corazón de los males que enfrenta el país, “la soberanía pueda ponerse en entredicho”.

Es un tema a seguir. Por el momento, el mayor desafío que tiene Lasso es interno. Su gobierno camina hacia un parteaguas. Deberá decidir si se queda con su receta, acompañado de un discurso cada vez más radical, o ensaya un giro hacia la conciliación, como escenificó en la campaña de segunda vuelta. Mientras tanto, las raíces del estallido de 2019, como en toda América Latina, siguen frescas.


Qué estoy siguiendo

Recta final para que la COP26 no termine en desilusión. Se empieza a cerrar la ventana de oportunidad para que la cumbre climática, que comienza en Glasgow el domingo que viene, sea el gran espaldarazo multilateral que necesita la lucha contra la crisis climática. Las señales por el momento no son alentadoras. Primero por los faltazos. Xi Jinping y Putin no tienen pensado asistir, dos ausencias de peso, que se suman a otras más esperadas como las de Bolsonaro y López Obrador. Además, como señala el Washington Post, los líderes de India y Japón no han emitido señales de que van a anunciar nuevos planes, cuando uno de los propósitos de la cita, además de la postal simbólica y la posibilidad de tener reuniones presenciales, es empujar a los gobiernos a formular nuevos compromisos.

En Estados Unidos, por otro lado, Biden está teniendo serios problemas con el ala moderada de su partido para aprobar sus planes más ambiciosos en materia climática. La semana pasada, un solo senador (Joe Manchin, de vínculo fluido con la industria petrolera) se opuso al plan de transición energética y dejó a Biden sin números. Joe va a intentar un plan B esta semana, con un nuevo proyecto de ley vinculado a la transición. Si fracasa, Estados Unidos va a llegar a la cumbre sin los deberes hechos. 

La vara está alta. Para muchos activistas climáticos, la cumbre debe terminar con avances y compromisos sin precedentes. Cualquier otra cosa sería un fracaso. Alok Sharma, el presidente de la cumbre, ya deslizó que lograr un acuerdo va a ser más difícil que en París 2015. Hubo, de todos modos, noticias positivas en las últimas horas. Arabia Saudita se comprometió a alcanzar la neutralidad de carbono para 2060, una maniobra sorpresiva y bien recibida. También se confirmaron planes de financiamiento a países de bajos recursos, una demanda central del Sur global.

Pero, en líneas generales, las expectativas se están recalibrando. 


Qué estoy leyendo

Crecer sin ETA. Fue un anuncio histórico. El lunes, la izquierda vasca independentista hizo una “mención especial” a las víctimas de ETA. “Queremos trasladarles que sentimos su dolor y afirmamos que nunca debería haberse producido. A nadie puede satisfacer que aquello sucediera. No se debería haber prolongado tanto en el tiempo”, dijo Arnaldo Otegi, el coordinador de EH Bildu, la coalición de la izquierda abertzale. Es la primera vez que la formación pide perdón por la actuación de ETA; hasta ese momento hablaban de “todas las víctimas”, haciendo alusión a los miembros de la organización armada torturados y asesinados por el Estado y grupos paramilitares.

La ocasión fue el décimo aniversario del fin de ETA. De toda la cobertura especial que hizo la prensa española, me gustó este reportaje con un ángulo interesante: cómo es el vínculo de la juventud vasca con ETA, una realidad que empieza a quedar cada vez en el pasado.


PICADITO

  1. El Ejército de Sudán da un golpe de Estado y disuelve el Gobierno de transición.
  2. Colombia captura a “Otoniel”, el narco más buscado después de Escobar; será extraditado a EEUU.
  3. La Unión Europea enfría la guerra jurídica con Polonia, que sigue rebelde.
  4. Axios: Bin Salman y un alto funcionario de Biden discutieron sobre la posibilidad de normalizar el vínculo de Arabia Saudita con Israel.
  5. Barbados anuncia la ruptura con la monarquía británica. 

Lo importante

Nos vamos con esta joya. La semana pasada, la ciudad de Christchurch, Nueva Zelanda, le rescindió el contrato a su “mago oficial”. Ian Brackenbury Channell estuvo cobrando un sueldo por disfrazarse y hacer hechizos en distintos lugares de la ciudad, algo que al parecer les encantaba a los turistas.

“Las peores cosas del mundo son la estupidez, el miedo y el odio, y ser serio”, le dijo al Times en una entrevista en 1998. En los últimos años, sin embargo, se había puesto un toque polémico con algunas declaraciones y estuvo al borde de ser cancelado.

El mago tiene 88 años. No estuvo muy de acuerdo con que le cagaran el curro, cosa entendible. “Son un grupo de burócratas que no tienen imaginación”, se despachó. Lo banco.

Acá dejamos. Gracias por leer.

Hasta el lunes.

Un abrazo, 

Juan

Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.