Las cosas que perdieron en el fuego (y en la furia)

Una buena: la semana que viene Trump ya no será presidente de los Estados Unidos. Punto final para estos cuatro años de desvarío político. ¿Qué rompió Trump durante su gobierno?

Hola, ¿cómo estás?

Una buena: la semana que viene Trump ya no será presidente de los Estados Unidos. Punto final para estos cuatro años de desvarío político. Pero como la cosa no viene tranquila prepárate para seguir escuchando hablar del tema. 

Estamos frente a uno de los fenómenos políticos más interesantes de este siglo, por eso hay mucho para leer y puede ser que por momentos la cantidad de artículos te abrume y no sepas por dónde empezar.

En esta entrega me gustaría recomendarte algunas lecturas que me ayudaron a pensar diferentes ángulos que tiene el tema. Si no tenés tiempo –nunca tenemos tiempo– te dejo algunas de sus principales ideas. 

Empecemos. 

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Estados Unidos después de Trump

Un día antes de las elecciones del 3 de noviembre, el profesor de la Universidad de Nueva York y autor del libro Qué esperar de la democracia, Adam Przeworski, me dijo para esta entrevista en Le Monde Diplomatique que la democracia en Estados Unidos ya estaba rota. 

En ese momento, la mayoría todavía no había votado y desconocíamos por completo el resultado electoral. Tampoco sabíamos todo lo que Trump haría después: la falta de reconocimiento de la derrota, los aprietes públicos para revertir el resultado incluso al interior de su propio espacio político, la incitación a un grupo de trumpistas a ingresar de manera violenta al Congreso mientras un bloque de republicanos intentaba frenar la oficialización del triunfo de Biden. Y la lista sigue.

La democracia es para Przeworski, entre otras cosas, la evolución histórica de las instituciones representativas, es decir, creer en las elecciones como mecanismo pacífico para la resolución de conflictos. El hecho de que el propio presidente haya amenazado ese mecanismo en uno de los países con la democracia liberal más consolidada del mundo confirma lo que Przeworski adelantó. 

Biden asumirá la semana que viene con una democracia golpeada por todos lados. Entonces, ¿qué rompió Trump en cuatro años de gobierno? A modo de ensayo, planteo algunas de las múltiples respuestas a esta pregunta en base a lo que está teniendo lugar en el debate público por estos días.

1. La confianza en el sistema electoral y en las elecciones como mecanismo pacífico de resolución de conflictos 

Las críticas al sistema electoral –único país con un sistema en el que las elecciones presidenciales son indirectas– no son nuevas, fue cuestionado antes, durante y después de las últimas elecciones de noviembre. Sobre todo después de la elección de 2016, en la cual Hillary Clinton consiguió casi 3 millones de votos populares más que Trump pero aún así no llegó a la presidencia. 

Para que te des una idea de la irritación que genera el tema, tres días después de los comicios, mientras los resultados tardaban en llegar, la revista americana Foreign Policy publicó una lista con los cinco sistemas electorales “aún peores que el Colegio Electoral en los Estados Unidos. 

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt Levitsky, politólogos y autores del libro Cómo mueren las democracias, plantean en esta nota del New York Times la necesidad de pasar de un sistema donde en lugar de dominar las minorías lo hagan las mayorías, que empieza por cambiar el mecanismo de elección. “En Estados Unidos hoy, entonces, la mayoría no gobierna. Esta disyuntiva exige reformas. Debemos redoblar la democracia”, señalan. 

David Frum, autor de Trump Ocalypse: Restaurando la democracia estadounidense y asesor de discursos del presidente George Bush, cuenta con preocupación en esta nota de The Atlantic cómo incluso en la elección con mayor participación de votantes en la historia de Estados Unidos, con al menos 70 millones de votos para el candidato ganador, no existen certezas con que el sistema electoral confirme el voto del pueblo. 

Frum, así como otros políticos y  pensadores, explica que el sistema de gobierno estadounidense es ineficaz y propenso a sufrir crisis porque depende del compromiso en reglas no escritas y de la cooperación entre los partidos. Cuando eso no está todo el sistema corre riesgo.

¿Qué pasa cuando las elecciones no sirven para resolver las diferencias? ¿Qué sucede cuando desde el poder político no se ofrecen garantías de transparencia o se cuestiona la legitimidad de un proceso electoral? ¿Qué lugar le queda a la oposición para canalizar su disconformidad o el disenso? Cuando la política como forma de resolución del conflicto pierde terreno lo que aparece es la violencia.

En esta entrevista de BBC Mundo a Edward Watts, profesor de historia en la Universidad de California de San Diego y autor del libro República mortal: Cómo cayó Roma en la tiranía, hace una comparación entre Estados Unidos y los años de la caída del Imperio Romano.  

Watts sostiene que Estados Unidos va hacia una situación donde la violencia política se convirtió en regla y eso puede llevar a la conformación de sistemas autoritarios: “En un sistema que está tan dañado que la gente comienza a apelar a individuos poderosos para estabilizar, no porque quieran una dictadura, una tiranía o una autocracia, sino porque están desesperados por preservar sus vidas y sus propiedades, y no sienten que un sistema legal basado en leyes como la república pueda seguir haciéndolo”. 

2. El respeto opositor en el Partido Republicano 

Si bien todas las miradas están puestas en Trump, el Partido Republicano también tendrá que pagar los platos rotos de este caos político. 

El intento de frenar el recuento de votos en el Congreso encabezado por republicano Ted Cruz y una decena de senadores, así como el silencio de tantos otros ante los abusos de poder del presidente fuerzan al sector racional del espacio conservador a preguntarse cómo rescatar al partido del caos que deja Trump.

Charlie Dent, político republicano y ex legislador, se hace esta pregunta en esta nota publicada en Financial Times donde plantea la necesidad de crear un nuevo liderazgo. “Los representantes estadounidenses Liz Cheney y Adam Kinzinger y un número creciente de senadores dieron un paso al frente en defensa de los valores estadounidenses. Ahora deben redefinir al Partido Republicano como un partido basado en principios e ideales y dejar de ser impulsados por la lealtad a un hombre terriblemente imperfecto”.

Para Levitsky, los republicanos están al borde de una fractura interna si no corren a Trump del partido. En esta entrevista que dio a BBC Mundo el día del ataque al Congreso, explica que el Partido Republicano podría unirse y expulsar a Trump. Pero si no lo hace, puede ser que sea el partido el que termine fracturado. “No hablo de una división formal, pero una conformación en la que haya un ala del partido que todavía esté fuertemente alineada con Trump y otra ala que esté tratando de avanzar más allá de Trump. Y si los republicanos quedan divididos, esto va a fortalecer a Biden”, plantea.

El daño que han provocado los años de Trump en su propio espacio político es enorme y aún no sabemos si encontró su límite. La clave estará en seguir cuánto margen de maniobra y cuánta capacidad de organización tienen los conservadores críticos al presidente en correr a Trump de la primera línea del partido. 

3. La idea de Estados Unidos como garante de los valores democráticos

“Esto no es Estados Unidos”. Muchos estadounidenses buscaron desmarcarse del caos de estos días alegando que ese grupo de violentos no es parte de un nosotros social y que, por lo tanto, no representa los valores nacionales. 

El tema es que eso también es Estados Unidos. Y lo peor que pueden hacer es esconderlo, silenciarlo o negarlo. Trump llegó a ser presidente porque es el representante de una corriente social de extrema derecha que existe en el país y que, después de las elecciones del 3 noviembre, demostró que está dispuesta a trastocar todas las reglas democráticas, escritas o no. 

Jonathan Marcus, corresponsal diplomático para BBC (sí, existe ese puesto en BBC ¿no es una belleza?), cuenta en esta nota de lo más interesante cómo Estados Unidos durante estos últimos cuatro años ha sufrido una hemorragia en influencia directa pero también en poder blando. “Es esencial la reconstrucción de la democracia estadounidense, que pase a ser una sociedad más igualitaria y menos febril, para reconstruir la ‘marca Estados Unidos’ en el exterior. Solo si sus aliados (y enemigos) pueden estar seguros de que Estados Unidos está realmente de vuelta de manera diferente y consistente, podrán tener confianza en el liderazgo de Washington para el futuro”, explica Marcus. 

4. La ilusión del ‘discurso libre’ en las redes sociales

La decisión de Twitter de suspender de manera permanente la cuenta de Trump más que funcionar como contrapeso al poder del presidente reactivó un debate sobre cuál es el rol de estas plataformas en el discurso público y dejó por el suelo la idea de que las redes sociales son meras intermediarias de mensajes sin intervención editorial de las compañías. 

El mal manejo del tema le dejó servido en bandeja a Trump los argumentos a favor de reformar la llamada ley de Decencia de las Comunicaciones que exime a las redes sociales de la responsabilidad por el contenido que publican en sus plataformas como sí sucede con los medios de comunicación. Medios liberales como The Economist llegaron a plantear que “es difícil evitar la sensación de que las empresas de redes sociales llegaron a un punto sin retorno”.

Sobre este tema se escribió mucho durante estos días, a mí me gustó esta nota de Martín Becerra donde plantea cinco razones que habilitan a cuestionar el bloqueo dispuesto por las empresas de redes sociales contra Trump: 1) porque limitan la palabra del representante de una corriente de opinión, 2) porque impide el acceso de la sociedad a la expresión del presidente legítimo de un país, 3) porque se autoasignan como controladoras del discurso público, 4) porque ocupan de facto de facultades que corresponden a poderes públicos en una democracia; y 5) porque se ubican como una suerte de atajo veloz para la toma de decisiones que deberían tramitarse por las vías institucionales de una democracia.

Esto fue todo por hoy. 

Me gustaría que me compartas qué artículos interesantes leíste sobre el tema, así  tal vez podamos armar algo para la próxima entrega. 

Un abrazo y God bless America (?),

Ayelén

Soy periodista especializada en política internacional. Estudié Ciencia Política (UBA) y tengo un máster en Periodismo (UTDT). Viví un tiempo en Caracas, Madrid y Londres. Co-conduzco la Edición Internacional del noticiero de TV Pública y soy columnista en la semana en la Edición Central. Produzco y conduzco el podcast de análisis político de la revista Nueva Sociedad y escribo en distintos medios como Le Monde Diplomatique. Tengo tres obsesiones políticas: Bolivia, Brasil y Venezuela.