La UE es paciente de riesgo

El negacionismo bolsonarista profundizó la crisis política en Brasil. En Bruselas, el proyecto europeo corre peligro de vida.

¡Buen día!

Si me estás leyendo asumo que lograste sobrevivir al cover de “supón”, así que felicitaciones por eso. Si no sabés de lo que estoy hablando mejor que siga así. No voy a poner link ni nada. Es por tu propio bien. No lo veas. Mundo Propio te cuida en tiempos de pandemia global.

El correo anterior recibió muchas respuestas. Las leí todas, pero todavía me queda pendiente responder algunas. Me alegró mucho el recibimiento después de las vacaciones, así que te quiero agradecer por eso. Un par de irresponsables me bancaron en el largo del mail, así que voy a aprovecharlas para justificar medidas excepcionales en tiempos excepcionales: este correo también va a ser largo.

Hoy vamos a analizar el impacto del coronavirus en dos casos concretos: la Unión Europea y Brasil. Ambos escenarios son jugosos para seguir. Empecemos.

¿CUANTO PUEDE AGUANTAR BOLSONARO?

El movimiento global negacionista se volvió unipersonal. Boris Johnson, AMLO y Trump han abandonado el grupo y se están tomando la pandemia más en serio. Jair Bolsonaro sigue firme.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Brasil es el país más afectado por el coronavirus de la región. Decenas de muertes se producen diariamente y si la tendencia no se revierte pronto puede desatarse la peor crisis de salud en su historia. Las autoridades sanitarias afirman que el sistema colapsará en abril.

Bolsonaro: se ha convertido en el principal obstáculo para que el Estado brasileño de una respuesta a la altura. Le baja el tono al virus (lo llama gripecita y dice que no va a ser un problema para los ciudadanos) se enfrenta públicamente a su ministro de Salud, el vicepresidente y los gobernadores, entre otros actores que piden por el aislamiento, e impulsa campañas por redes sociales exhortando a los brasileños a que salgan a la calle igual. El martes, en cadena nacional, mostró un primer viraje en el tono: pidió un pacto nacional para proteger vidas y empleos y dijo que le da importancia a la pandemia. Sin embargo, repitió eso de que la cura no puede ser peor que la enfermedad y no habló de aislamiento. También anunció la distribución de test rápidos en todo el país.

El país ha prolongado la crisis institucional y política en la que se encontraba. La pregunta es cuanto puede aguantar esta situación ante un escenario donde cientos de miles de vidas corren peligro. La cabeza de Bolsonaro, que no tiene partido político (la plataforma con la que llegó al poder ya no le responde), comienza a cotizar.

Consideremos los siguientes elementos:

  • Los gobernadores federales se rebelaron. Todos han impuesto medidas en sus estados, que coordinan en videoconferencias en la que el presidente no participa. Bolsonaro ha perdido el apoyo de antiguos aliados como el gobernador de Goiás, el de Santa Caterina y principalmente el de Wilson Witzel, gobernador de Río de Janeiro y Joao Doria, el gobernador de San Pablo, el epicentro de la pandemia y el corazón económico de Brasil, que aseguró que Bolsonaro no está en sus facultades mentales para liderar.
  • Los presidentes del Senado y de Diputados han salido a criticar la postura de Bolsonaro. Rodrigo Maia, el titular de la cámara baja, ya tiene varios pedidos de juicio político en su cajón, que por ahora descarta. El Congreso ha tomado medidas, como el auxilio de 600 reales para trabajadores informales y autónomos.
  • Ministros de la Corte Suprema también han salido a cruzar a Bolsonaro, al que le han frenado algunos decretos contra los gobernadores. Esta semana, uno de los miembros pidió la suspensión del presidente por 18o días.
  • El ministro de Salud, Luis Henrique Mandetta, se ha distanciado de Bolsonaro y llama al aislamiento. El ministro estrella de Seguridad y Justicia, Sergio Moro, hizo lo propio y en las últimas horas el ministro de Economía, Paulo Guedes, que al principio respaldaba la postura presidencial, también se ha acoplado al pedido.
  • El vicepresidente, el militar Hamilton Mourao, también se ha acoplado al pedido de los ministros civiles y desdice a Bolsonaro públicamente. Mourao se ha reunido con diferentes comandantes de las Fuerzas Armadas para discutir escenarios posibles ante una destitución del presidente. Según trascendió en la prensa, el ala militar se encuentra preocupada por la fragilidad emocional de Bolsonaro, que se ha quebrado ante algunos oficiales, y ante el caos que puede desembarcar en las calles. El alto mando, junto con el influyente ex comandante Eduardo Villas Boas, han respaldado a Bolsonaro.
  • Los principales medios de comunicación han despedazado la postura del presidente, al que acusan de poner en riesgo la vida de los brasileños. Editoriales de Folha de San Pablo y Globo piden que Bolsonaro se aparte de la crisis y deje a otros actores tomar medidas.
  • Cacerolazos (llamados panelaços en Brasil) contra Bolsonaro dominan balcones todos los días en las principales ciudades del país

¿A quién le habla Bolsonaro?

Su mensaje se enfoca en los costos económicos de la pandemia. Aproximadamente un 40% de la fuerza laboral se encuentra en la informalidad y hay millones de brasileños que viven al día. Eso, junto a los reclamos de una parte del empresariado, sobre todo del sector servicios, explica el argumento económico. Un sector de las iglesias evangélicas, que conforman su base política, también han respaldado el mensaje. Después está su base de seguidores que lo apoya diga lo que diga. Para ellos Bolsonaro es un mito.

“Para sus seguidores, decretar la cuarentena sería hacer lo ‘políticamente correcto’, mientras la ‘verdad’, y lo que te quieren ocultar, es que muchas personas se van a morir de hambre y la economía se va a deteriorar. Así, ‘hay que hacer lo que hay que hacer’, que sería básicamente bancarse los muertos por el virus. Bolsonaro hace ese papel desde la campaña”, me dice la periodista Lola Melendi, que cubrió las elecciones en Brasil.

Le pregunté a Eduardo Crespo, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro. “Bolsonaro no quiere afrontar el costo político de la crisis que se viene. Tiene una narrativa para los informales, algo así como ‘no me dejan que vos trabajes’”. Para Crespo, Bolsonaro puede ostentar entre un 25 y un 30% de apoyo, pero se está mermando rápido ante la pandemia. “El dato principal es que perdió el apoyo de los sectores medios, que lo votaron por ser la opción anti-PT”. Su rechazo crece con las muertes.

¿Puede ser destituido?

Consideremos estos tres escenarios:

  1. Bolsonaro continúa aislado en un escenario donde los ministros, los gobernadores, el Congreso y los militares toman medidas. Una presidencia tutelada.
  2. El Congreso impulsa un proceso de destitución y Bolsonaro es removido.
  3. Bolsonaro es forzado a renunciar y el vicepresidente asume el cargo.

El segundo escenario me parece el más lejano. Primero porque lleva tiempo y en el medio de una pandemia el Congreso no puede sesionar. Además no es seguro que den los números todavía y la decisión política de los líderes tampoco está.

Le pregunté a Sylvia Colombo, periodista de Folha de San Pablo. Ella también descarta el segundo escenario, pero por la conmoción que esto generaría en el país: “El impeachment a Dilma dejó un trauma. Brasil tardó mucho en recuperarse”, me apunta.

Para Colombo, la presidencia tutelada ya comenzó; y podría prolongarse. “El quiere que la economía mejore para reelegirse en 2022. Si los ministros logran convencerlo para que se aparte, no diga tonterías y así llegar bien a la cita, puede que esa estrategia aguante”. La convocatoria electoral más cercana son las municipales de octubre, el primer test para Bolsonaro.

“Pero también puede negarse”, continúa Colombo. “Bolsonaro es impredecible. Puede desobedecer las recomendaciones e incluso intentar alguna maniobra con militares radicales, como cerrar el Congreso, aunque esto último aparece improbable en un escenario como el actual. Nunca se sabe cómo va a reaccionar”.

De la conversación que tuve con Sylvia, a quien personalmente considero una de las mejores periodistas de la región, me llevé tres cosas más. Lo primero es que no hay que subestimar el viraje de Trump en la pandemia. Bolsonaro es un presidente que constantemente busca imitar –y agradar– al hombre naranja. Y por ende podría haber un cambio, si es que no lo estamos viendo ahora. Ayer hablaron por teléfono para compartir experiencias.

Lo segundo es que puede existir un escenario donde la sociedad presione a Bolsonaro para que renuncie si continúa poniendo vidas en riesgo. Que Brasil no tiene una tradición en este sentido pero que los cacerolazos han sido significativos y Bolsonaro no se encuentra bien emocionalmente.

Lo tercero nos lleva al campo militar. Sylvia me dijo que los periodistas en Brasil tienen poco acceso a los militares, por lo que es difícil saber exactamente lo que pasa en sus filas. Pero que no todos los militares estaban de acuerdo en incorporarse al gabinete de Bolsonaro, al que veían con desconfianza. Y que incluso en los que se acercaron a la política persiste una interna sobre cómo lidiar con Bolsonaro. Santos Cruz, un general que integró el gabinete y fue el primer militar en dejar el gobierno, hoy critica a Bolsonaro, y hay varios como él.

Dice que por ahora Mourao, el vicepresidente, respalda a Bolsonaro pero que tiene fichas políticas para jugar y que puede ocurrir un escenario donde rápidamente los sectores dispersos se alineen detrás de Mourao si Bolsonaro es visto como un riesgo mayor que un golpe. Pero que por ahora el presidente puede contar con su apoyo, así como con el del comandante del ejército, Edson Pujol.

Le pregunté también a Yanina Welp, investigadora del Albert Hirschman Centre on Democracy, sobre cómo veía la situación. “No creo que Bolsonaro logre terminar su mandato. Hoy veo cada vez más probable un escenario de renuncia inducida, ante una pandemia que va a estallar en un par de semanas. La diferencia de un escenario como Bolivia es que los militares ya están adentro. Bolsonaro preparó el terreno”, fue su respuesta.

Mientras nosotros conversamos esto, las autoridades sanitarias se preparan para un aumento exponencial de casos y de muertes. Los gobernadores han tomado medidas pero en muchos estados los hospitales denuncian no estar preparados para un pico.

Y mientras nosotros conversamos esto, el martes se cumplió un nuevo aniversario del golpe de Estado de 1964. Tanto el presidente como el vicepresidente lo han conmemorado en sus redes. Bolsonaro lo recordó como un “gran día de la libertad”; Mourao como una intervención “para enfrentar el desorden, la subversión y la corrupción”.

LA UNIÓN EUROPEA ES PACIENTE DE RIESGO

La semana pasada lo sobrevolamos. Te conté que la mirada que primaba en el club europeo era que Bruselas había abandonado a los estados ante la pandemia, y que tampoco hubo solidaridad interna. Que Italia, por ejemplo, había recibido ayuda más rápida y efectiva de China que de sus vecinos.

Esta semana la tensión se agudizó, y Bruselas suma nuevos frentes de crisis.

Te propongo tres dimensiones para abordar la cuestión. Se trata de divisiones que ya amenazaban al proyecto europeo y se han profundizado con la pandemia. La crisis del 2008 y el Brexit fueron escenas traumáticas que dejaron a la Unión Europea en un estado de suma fragilidad. Ahora llegó otro tsunami.

1) Norte-Sur

Vuelve un clásico. La palabra canchera de esta semana se llama Coronabonos y cuenta una historia más larga. Nueve estados, mayormente del Sur (España, Italia, Francia, Portugal, Grecia, Irlanda y otros), están pidiendo que la UE emita bonos comunitarios para poder hacer frente a la crisis. Estos bonos aprovecharían las credenciales de la UE y de los países fiscalmente responsables como Alemania o Holanda para juntar más plata y a una menor tasa de interés de lo que lograrían por separado. Después ese dinero se repartiría según las necesidades de cada Estado.

Los países del Sur, a diferencia de los del Norte, tienen mucho menos margen para inyectar dinero en sus economías y muestran una menor inversión en servicios públicos como el de salud. Buena parte del problema se explica luego de la crisis del euro (2008–2010), donde la receta –que lleva la firma de la Comisión Europea y de Alemania– combinó un vertiginoso endeudamiento público con políticas de austeridad que mermaron la inversión estatal.

Alemania y Holanda, en primer lugar, pero también Finlandia y Austria, se oponen a la iniciativa. Su argumento es que ya existen herramientas –principalmente el Mecanismo Europeo de Estabilidad– para aliviar el problema. El Sur se resiste a acudir únicamente al mecanismo porque teme las condiciones que este podría imponer a cambio y pide por una medida extraordinaria ante una pandemia que afecta a todos por igual.

La negativa del Norte incluye un argumento de vieja usanza: la idea de que los países del Sur son adolescentes que gastan irresponsablemente y después les piden ayuda a sus papis ricos para pagar la fiesta. Y que si les ofrecen una salida rápida y barata nunca van a aprender a mantener las cuentas en orden. Para ilustrar el ejemplo, veamos una foto de Mark Rutte, el Primer Ministro de Holanda:

Sigamos. El choque, encabezado por España e Italia de un lado y Alemania y Holanda del otro, quedó en evidencia en una videoconferencia la semana pasada que terminó sin declaración conjunta. Sánchez, presidente español, dio un plazo de dos semanas para que el Norte mejore su oferta.

La tensión es alta. Tras el desacuerdo entre los líderes, el ministro de finanzas holandés sugirió investigar las cuentas de España: se preguntaba cómo podía ser que no disponga de margen presupuestario si la zona euro viene creciendo sostenidamente hace siete años. El Primer Ministro de Portugal, Antonio Costa, recogió el guante y calificó la frase como “repugnante”.

Lo cierto es que Costa podría haber ido más allá y señalar, por ejemplo, que España e Italia pierden millones de euros en ingresos fiscales que desvía Holanda en su condición de paraíso fiscal, un esquema conocido como “sándwich holandés”. O que Alemania ganó casi 3 mil millones de euros con el rescate griego. En fin.

Los titulares sobre la falta de solidaridad del Norte con el Sur, que fueron tendencia durante la crisis del euro, han vuelto a aparecer. Hoy ilustran un dilema mayor. La semilla euroescéptica puede crecer en los países más afectados por la crisis económica si Bruselas no da una respuesta a la altura. Un escenario como el de la crisis del euro, donde el Sur quedó ahogado, hoy puede tener un costo político descomunal. Y eso sin entrar en un escenario de descalabro económico en la eurozona.

La solidaridad europea está a prueba; por ahora no la está superando.

2) Este-Oeste

Mientras los antiguos miembros discuten por la cuenta, estados como Hungría, incorporada al bloque en 2004 al igual que otros países ex-comunistas del Este, aprovechan para seguir su propio camino. Su Parlamento aprobó una ley en el que le permite a su Primer Ministro, Viktor Orban, gobernar por decreto y con poderes extraordinarios por tiempo indefinido. La medida también crea nuevos delitos: la “desinformación” sobre la pandemia costará hasta cinco años de prisión.

La maniobra, justificada por Orban como necesaria ante la pandemia, es la más arriesgada hasta el momento desde su llegada al poder en 2010, pero no sorprende. Desde ese entonces ha aprovechado la mayoría parlamentaria de dos tercios para sancionar una nueva constitución, facilitar la compra de medios de comunicación por empresarios afines, sancionar y cerrar ONG’s internacionales y prohibir la llegada de refugiados al país contradiciendo en cada uno de estos casos a las reglas comunitarias.

Hace tiempo que Orban se convirtió en el principal enemigo interno de la UE y el que más ha desafiado a Angela Merkel. Bruselas ha protestado ante la medida y trece países han difundido un comunicado crítico, pero al igual que en otras circunstancias, es impotente. Hungría cuenta con el respaldo de Polonia, que también transita hacia el autoritarismo, al igual que República Checa y Eslovaquia. A estos cuatro se los conoce como el Grupo de Visegrado y son los que bloquean cualquier tipo de sanción –incluyendo la expulsión– a nivel comunitario.

Orban es el líder de la manada. Su proyecto, que ha sido rotulado por él mismo como una democracia iliberal, incluye la construcción de un nuevo relato nacional, que defiende los valores cristianos y se opone a los restos del comunismo que según estos líderes todavía perdura en el Estado. Lo curioso es que Orban comparte familia parlamentaria con Merkel, su némesis dentro de la Unión: ambos integran el Partido Popular Europeo, que nuclea a toda la centroderecha en el Parlamento Europeo. Orban ya ha enfrentado una posible expulsión del grupo, que ahora vuelve a contemplarse, pero todavía sigue formando parte.

Años atrás hubiese sido impensado que la Unión Europea, uno de los paladines de la democracia liberal, tenga entre sus filas a un gobierno abiertamente autoritario y no logre hacer nada al respecto. El proyecto está amenazado hace tiempo desde el Este, que se ha opuesto a varias medidas comunitarias –como la acogida de refugiados– y cuyos países están adoptando modelos políticos incompatibles con la esencia de la Unión.

¿Es concebible una Unión Europea con una dictadura entre sus filas?

3) Entre Washington y Beijing

La unidad también está amenazada desde afuera. Antes de la llegada de la pandemia 2020 prometía ser un año clave en la relación entre China y Europa. El año pasado la Comisión Europea rotuló a Beijing como un “rival sistémico” y pidió un enfoque común para lidiar con cuestiones de seguridad como 5G.

China ha ganado peso dentro del bloque con una brutal inversión en infraestructura y cuenta con varios amigos, principalmente en el Sur. Italia, por ejemplo, se sumó a su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda. Todos los países grandes se han negado a vetar a Huawei en 5G. La otra parte de la historia ya es moneda corriente: Estados Unidos, aliado y principal sponsor del proyecto europeo, se retira paulatinamente, mientras exhorta a los estados miembros a alejarse de Beijing. Voces como las de Emmanuel Macron piden aprovechar el momento y jugar fichas geopolíticas propias: impulsar un ejército a nivel europeo y potenciar las empresas regionales para dar la batalla tecnológica a su manera.

La llegada de la pandemia parece haber mejorado la carta de Beijing dentro de Europa, asistiendo a países como España e Italia ante la inacción de Bruselas y la apatía de Washington. La crisis económica que se viene obstaculiza la estrategia autonomista por la que pugna Macron.

El escenario parece ser una gran ventana de oportunidad para que China avance en el continente, prolongando la tendencia. Esto supone –y con razón– un dolor de cabeza para Bruselas: China es un factor de división dentro de la Unión. Su expansión debilita el espacio comunitario, que cada vez tiene menos posibilidades de encontrar un enfoque común para lidiar con los desafíos geopolíticos de su tiempo. La brújula sigue rota.

QUE ESTOY LEYENDO

Me gustó este texto de Pablo Touzon y Martín Rodríguez a propósito de la pandemia. De lo global a lo nacional: la que tocó. Un virus que rompió el tablero.

PICADITO

  1. India: Modi anuncia la cuarentena más grande del mundo y dispara una crisis humanitaria.
  2. Ecuador: hospitales desbordados y cadáveres en las calles.
  3. China cambiará el modo de contar los casos de coronavirus, incluyendo a los asintomáticos.
  4. La pandemia altera el curso de los conflictos en Medio Oriente y agrava las crisis humanitarias.
  5. Trump despliega barcos de guerra frente a Venezuela en una operación antidroga; Maduro dice que está listo para pelear.

LO IMPORTANTE

Ayer conocí gracias a Sebastián Gándara al presidente de Turkmenistán. Se llama Gurbanguly Berdymukhamedov y encontró una manera novedosa de afrontar la pandemia: prohibió a los periodistas de su país utilizar la palabra “coronavirus”.

Cuenta Gándara que el amigo Gurbanguly es fanático de los caballos –una vez se cayó de uno en plena carrera y quedó grabado–. También tiene videos haciendo rap con su nieto y tirando tiros desde una bicicleta.

Me puse a buscar y John Oliver le dedicó un segmento entero en su programa que es un mil.

También me enteré de que el país comparte una amplia frontera con Irán, uno de los países más afectados por la pandemia. Y que la cosa se puede poner fea.

Veremos cómo funciona la estrategia de no nombrar al virus en los medios. Por mi parte estoy muy pendiente y quiero que funcione: yo también quiero que me obliguen.

Mientras tanto nos leemos el próximo jueves.

Un abrazo,

Juan

Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.