La Multipartidaria y su rol en la vuelta a la democracia

A 46 años del golpe, entrevisté a dirigentes del PJ, la UCR, el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Intransigente, el MID, el Partido Socialista Popular y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos para conocer sus historias, las de la transición y las de la Multipartidaria. ¿Qué fue? ¿Qué hicieron? ¿Qué pensaban? ¿Qué sintieron?

Hola, ¿cómo estás?

Esta es una entrega especial, hace tres días que escribo con congoja. Hoy, que te llega este e-mail, se conmemora un nuevo año del último golpe de Estado que sufrió la Argentina. La última larga noche. Y vos dirás de qué vamos a hablar, porque elecciones, claramente, no había. Partidos políticos, menos. Desaparecidos, asesinatos, represión, encarcelamientos, torturas, ejercicios inmorales e ilegales, un montón. Eso no tiene nada de democrático. Y yo te prometí que íbamos a hablar de democracia.

Por eso la entrega de hoy no es sobre la noche, sino sobre la luz al final del túnel. Hubo una experiencia que ha sido abordada por medios periodísticos de la época y por trabajos académicos actuales que resaltan la vocación de dirigentes políticos que se le animaron a los militares. En el momento que pudieron, pero se les animaron.

Hoy te voy a escribir sobre la Multipartidaria. Sobre sus historias no contadas.

¿Quiénes eran y qué querían?

La Multipartidaria fue la unión a comienzos de la década del ’80 de los cinco partidos políticos principales de la Argentina: la Unión Cívica Radical (UCR), el Partido Justicialista (PJ), el Partido Intransigente (PI), el Partido Demócrata Cristiano (o la Democracia Cristiana, PDC) y el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID). Su objetivo principal fue lograr una transición a la democracia en plena dictadura militar, imperante desde el golpe de Estado del 24 de marzo de hace 46 años. Se armó una estructura de trabajo, con roles, comisiones y la concurrencia de los principales dirigentes políticos nacionales y provinciales del país. El remate es evidente: era una coalición de partidos por la democracia.

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Contó con una mesa con representación de los presidentes de los partidos convocantes. Estaban Francisco Eduardo Cerro (Santiago del Estero, PDC), Oscar Alende (provincia de Buenos Aires, PI), Deolindo Bittel (Chaco, PJ), Arturo Frondizi (Ciudad de Buenos Aires, MID) y Ricardo Balbín (provincia de Buenos Aires, UCR), quien luego de fallecer fue reemplazado por Carlos Contín (Entre Ríos). Verdaderos monstruos de la política. Alrededor de ellos se organizó un plenario de unos 40 dirigentes, más o menos equilibrado en la representación partidaria. Acá podés ver el listado completo. De todos los que integraron el Plenario, un grupo más reducido formó la Junta Política Permanente, que oficiaba como secretariado que empujaba la cosa. Lo interesante y novedoso de la convocatoria fue la conformación de comisiones de trabajo para lograr apoyo político de distintos actores sociales y económicos, a la par que desarrollaban propuestas técnicas para los distintos problemas que estaba afrontando el país. Todos los dirigentes se repartieron en cinco comisiones: Política, Económica, Social, Educación y Cultura, e Internacional. Y de ahí empezó a extenderse en búsqueda de apoyo social para las demandas multipartidistas.

El “qué querían” fue sintetizado en 7 objetivos principales: 1) retorno al estado de derecho y remoción de las restricciones a los derechos humanos; 2) normalización inmediata de la actividad política, sindical y estudiantil; 3) cronograma preciso para realizar las elecciones; 4) programa de emergencia económica; 5) recuperación del salario real y libre funcionamiento de las convenciones colectivas; 6) mejoramiento de la educación; y 7) libre acceso a los medios de comunicación del Estado. Los militares, chochos. La Multipartidaria no solo pedía por la apertura democrática y su vuelta a los cuarteles, sino que además planteaban públicamente el fracaso de su proyecto político y económico.

¿Y cómo empezó todo? ¿Cómo se animaron?

La historia tiene sus versiones. La publicada oficialmente indica que Ricardo Balbín (UCR) comenzó a convocar a los principales partidos políticos argentinos para reunir las condiciones que facilitaran la transición a la democracia. Esta descripción también aparece en distintas publicaciones que se elaboraron a partir de los documentos oficiales. En este punto coincide Juan Manuel Casella, referente bonaerense de la UCR y Ministro de Trabajo de Raúl Alfonsín de abril a octubre de 1984, quien resalta dos antecedentes. Primero, la Asamblea de la Civilidad convocada por Balbín en marzo de 1963 en virtud de las elecciones presidenciales que iban a celebrarse en julio de ese año y con el objetivo de defender la institucionalidad democrática. El segundo fue La Hora del Pueblo, convergencia radical-peronista después de la caída de Onganía, a la que se sumaron socialistas, conservadores y partidos provinciales, y que propiciaban la convocatoria a elecciones libres. “El tercer episodio fue el de la Multipartidaria. Fue similar a los dos anteriores, con un agregado. El Episcopado había empezado a trabajar en un proceso de salida institucional. En ese entonces, Ricardo Balbín toma el liderazgo y convoca a los 5 partidos políticos principales de Argentina”, profundiza Casella desde su casa en Avellaneda. “Estaba muy presente el tema de los derechos humanos y las desapariciones. El Episcopado ya lo había planteado. Considerábamos que para lograr la reconciliación teníamos que conocer y buscar la verdad”.

Además de estos dos antecedentes,  #LaGenteVota logró reconstruir a partir de entrevistas varios hitos que han quedado olvidados en la memoria y que resultan fundamentales para entender la génesis de “la Multi”, como se le decía en la calle.

El primero es el del Ateneo 9 de Julio. Este encuentro de dirigentes fue anterior a la Multipartidaria. “Era una reunión de gente de diferentes grupos políticos y la idea era ir conversando en una alternativa para ver cómo salíamos adelante”, me cuenta Carlos Constenla con lujo de detalle en el escritorio de su casa. Carlos fue apoderado del Partido Socialista Popular (PSP) y abogado de Guillermo Estévez Boero, uno de los fundadores del PSP y su secretario general en ese entonces. “Por esnobismo revolucionario, si Ho Chi Min dijo que podíamos hacer acuerdos con pequeños burgueses, con los campesinos, hasta con los grandes industriales, si él y Mao Tse Tung decían lo mismo, entonces [la Multipartidaria] no era tan pecaminosa. Máxime cuando estaba metido el peronismo, que representaba al pueblo trabajador”. La idea de los grandes acuerdos para las grandes transformaciones no era privativa de un solo espacio. “Deolindo Bittel, a cargo del Partido Justicialista, estaba muy consustanciado con el Perón de los años ’70, el último Perón. El que entendía que tenía que haber un proceso de reconstrucción nacional. Él estaba convencido de que ese Perón había dejado un mensaje de unidad nacional y había que llevarlo adelante”, me cuenta Alberto Iribarne, asesor de Bittel en ese entonces con sus nóveles 29 años. Hoy, Alberto es embajador argentino en Uruguay, luego de ejercer como ministro de Justicia de la Nación (2005-2007), entre otros cargos nacionales y provinciales.

El entonces referente del peronismo a nivel nacional participó del Ateneo 9 de Julio. “En la jugada del Ateneo 9 de Julio […] nos juntamos quienes éramos referentes del partido, pero no líderes. Eso ayudaba a juntarnos. Era una reunión informal, no implicaba que estuviera el partido”, cuenta Constenla. De allí que el PSP empezó a empujar, antes de que naciera la Multipartidaria, un encuentro pluripartidista. “Estévez Boero estaba convencido de esta estrategia. Esto fue articulado a partir del Ateneo, que se reunió muchas veces en el local nuestro de la calle Entre Ríos 1018. Ahí empujaron mucho Raúl Alfonsín y Estévez Boero a partir de su amistad. Participaban cada vez más partidos políticos, creo que hasta el Partido Demócrata de la Capital Federal. No queríamos hacer algo muy masivo para no despertar las iras”, amplía. “No se si fue la base, pero fue un antecedente. Estábamos contentos con ese espacio”. El espacio pasó a mejor vida cuando aparecieron las diferencias internas. “Cuando entró el Partido Comunista, el peronismo se fue. Quedó sin razón de ser y ahí se desarmó. ¿Qué vas a hacer sin el peronismo?”, se lamenta y recuerda: “Porque si algo tenía claro el peronismo orgánicamente de principio a fin, de norte a sur, de este a oeste, cualquiera sea la línea de la tendencia, era que con los bolche ni a la misa”. A eso se suma la ceguera con la que los propios dirigentes trataban de lograr un cambio. “El problema era que no teníamos información. No sabíamos qué pasaba, nada. Ni el propio gobierno tenía información”.

El segundo tiene como protagonista a los partidos políticos, pero no nacionales: los bonaerenses. “La Multipartidaria se armó a partir de la provincia de Buenos Aires. Yo presidía la junta de la DC [Democracia Cristiana] en la provincia y con Alberto Aramouni decidimos juntar a los partidos políticos para ir hacia una democracia. Visitamos a la UCR primero, a [Juan Carlos] Pugliese y él designó a [Juan Manuel] Casella para avanzar. El peronismo estaba dividido así que fuimos a ver a varios. Primero a [Raúl] Matera, quien designó a un tal Gomis. También estuvo [Eduardo] Duhalde, que había sido intendente. Del peronismo hablamos con 4 o 5 más”, me precisa un amable y detallista Roberto Caldo en un bar del partido de San Martín. Roberto tiene una larga trayectoria en la construcción de la Democracia Cristiana en Argentina, con participación activa en las juventudes católicas en la década del ’60, en el armado del Partido Revolucionario Cristiano en distrito bonaerense, en la unidad del PDC en los ’80, y en la vinculación internacional con fundaciones y partidos del mismo espectro. Aún hoy, todos le atienden el teléfono. “Comenzamos en la sede de la DC a ver qué podíamos hacer, en la provincia de Buenos Aires. Con varias reuniones dijimos que teníamos que ir a hablar a las juntas nacionales de los partidos. Entonces elevamos esto a los líderes nacionales, [Deolindo] Bittel, Rogelio Frigerio y [Ricardo] Balbín. Cuando nos pusimos de acuerdo pasamos al nivel nacional. Y cuando arriba dieron el visto bueno, nos pusimos a trabajar con los equipos técnicos”, precisa. “Se vio que había una oportunidad para plantear que los partidos políticos recuperaran el protagonismo que tenían que tener. Y funcionó”, me comenta por teléfono desde su casa un experimentado Carlos Zaffore, integrante del Plenario de la Multipartidaria en representación del MID, colaborador directo de Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi, y ex candidato presidencial por el partido en 2003.

Fuente: diarios de la época donde se detalla el comienzo de los contactos entre dirigentes políticos bonaerenses para armar la Multipartidaria. Obsequio de Roberto Caldo a este modesto medio.

El consenso de todos los consultados marca que primero se juntaron los principales partidos políticos argentinos, luego invitaron a los demás. Me refiero a las distintas vertientes del socialismo (Socialista Unificado, Confederación Socialista Argentina, Socialista Popular-García Costa, Socialista Popular-Estévez Boero), a otras opciones de izquierda (Frente de Izquierda Popular, Línea Popular y Frente de Izquierda Nacional) y al más complejo de esta ecuación: el Partido Comunista. “El Partido Comunista estaba arreglado con los milicos, por eso no entraron al comienzo”, aguijonea Caldo. Con esta visión coincide Constenla, quien además me detalla con lujos legales la disputa interna al interior de la tribu socialista y el rol de los comunistas en esa grieta. Situación que, en cierta medida, les quitó peso al interior del espacio. “En la Multipartidaria gravitamos poco. La representación socialista era cómica, había 4 o 5 grupos. Nos colábamos. En cierto modo, nunca sentí que participáramos activamente”, agrega.

En paralelo a esta extensión política, la Multipartidaria comenzó a convocar a actores sociales, empresariales e institucionales de peso. “Recuerdo a Lorenzo Miguel que estaba de acuerdo con la Multipartidaria. También [Saúl] Ubaldini. El sector empresario, una parte, también apoyaba. Se estaba generando una nueva atmósfera política”, me comenta Iribarne desde Uruguay, gracias a la tecnología. “Respecto del empresariado […] a título personal tuvimos contactos, pero no recuerdo que haya habido mucho compromiso”, agrega Constenla. “De los sindicatos hubo buena predisposición. De la Iglesia según, yo diría en general que no. Hubo gestos aislados que fueron de grandeza, por ejemplo [Jorge] Casaretto o [Jorge Oscar] Laguna. Pero [Jaime] De Nevares, [Miguel] Hesayne, ellos son palabras mayores, militaron en contra de la Dictadura”, me cuenta. “Encontramos en la Iglesia un apoyo. Oficialmente trabajó en la apertura. Por supuesto tenían los mismos problemas que los partidos políticos, entonces algunos se sentían más cómodos con la dictadura militar que con la democracia. Pero oficialmente acompañaron”, amplía y contrapone Casella. 

Sobre la figura de Laguna surge una diferencia en la voz telefónica de Raúl Rabanaque Caballero, uno de los integrantes del Plenario, quien estuvo a cargo de la Comisión de Asuntos Sociales y dirigente del PI en distrito porteño. “Organizamos una serie de visitas. Fuimos a visitar a Monseñor [Jorge Oscar] Laguna en el Episcopado, él fue más cuidadoso. Nos dijo que teníamos que ser cuidadosos, que los militares aún tenían un gran poder”.

Era 1981, y ese era el dilema político principal.

Los militares, ¿tenían poder todavía?

Esa fue una de las primeras preguntas que me surgió a la hora de preparar las entrevistas. Y el hallazgo fue encontrarme con un cálculo político que poco tuvo de estratégico y bastante de osadía. “Viste cómo son los procesos, nunca sabés en qué momento estás”, comienza Iribarne. “Ya había tenido lugar un paro general importante el 27 de abril del ‘79 con mucho consenso. Luego vino el reemplazo de [Jorge Rafael] Videla por [Roberto Eduardo] Viola. Habían llamado al diálogo. Se empezaba a ver con mayor nitidez los problemas internos de los militares. Era buscar la iniciativa donde se notaba que tenía que haber una salida”, amplía. Al respecto, tanto Caldo como Constenla consideran que aún había que temerle a los militares. “Fue todo muy precipitado y todos teníamos mucho miedo. Si bien Malvinas aceleró todo, el poder de fuego lo tenían ellos”, dice el primero. “En los ’80 todavía tenían fuerza, pero se nos ocurrió que algo teníamos que hacer. Los partidos estábamos todos suspendidos. Esto lo hacíamos clandestinamente. Los locales estaban cerrados. […] Cuando fue el golpe tuvimos que desaparecer todos los padrones de afiliados. No sabíamos ni quienes estaban”, complementa Constenla. “Los militares se habían debilitado como gobierno, no como fuerza armada. Habían perdido prestigio en el ejercicio del gobierno, y se habían caído después de Malvinas. No tenían fuerza política, pero no habían perdido su condición en términos de poder militar. Eso subsistió, incluso, durante el primer año del gobierno de Alfonsín”, sintetiza Casella con firmeza.

La historia de Caldo, de hecho, tiene un antecedente en la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970). “No fue fácil, vos te movías y te apuntaban. A mí, de hecho, me habían venido a buscar a mi casa cuando estaba Onganía. Yo estaba en la Juventud Obrera Católica y participé en el primer Congreso Mundial de Jóvenes Trabajadores en Roma. Cuando volvimos nos seguíamos juntando y se metió un presunto periodista al grupo”, cuenta, más con sus ojos que se empiezan a llenar de lágrimas que con su boca. “Una tarde aparecieron 5 tipos de la Policía Federal, de la Coordinación Federal. Yo estaba en un bar con tres amigos y mi hija más chica. Me agarraron, me metieron en casa, me apuntaron y me dijeron que estaba en el Comando Felipe Vallese. Este presunto periodista había cantado”, dice con algo de bronca remanente. “Me tuvieron como 2 hs., me pegaron dos trompadas acá y ahí me tranquilicé. No sé por qué me tranquilicé cuando me pegó. Ahí me dí cuenta que si me pegaban no me iban a pegar un tiro”. Y me deja helado. Él, entero, agrega. “Les expliqué y se fueron. Yo estaba con un julepe terrible. Sentía parar una camioneta y me asustaba. Me decían ‘vos que sos alérgico sabés la picana lo linda que es’”, completa, todavía entero. 

De modo que en la osadía y la voluntad de cambiar se mezclaron historias personales, historias de conocidos, falta de información, algunas desconfianzas y una evaluación del contexto con recursos en rojo. “La salida de todo esto no la tenía clara nadie. El que te diga eso no lo dice en serio. El acto del 30 de marzo, lo que se pudo llegar a pensar, el acto por Malvinas, lo cambió todo”, se decepciona todavía un poco Constenla. A la par de este proceso, los militares metieron la cola con dos hechos importantes. El primero fue una convocatoria a un pacto cívico-militar. Algo similar a lo que estaba pasando en Uruguay en ese momento. “La Multipartidaria quería que los militares se retiraran del gobierno y poder armar una elección normal. Yo creo que lo que se estaba mirando con un ojo era lo que pasaba en Uruguay, que era un gobierno cívico-militar”, comienza vía Google Meet y con su gata durmiendo de fondo Graciela Fernández Meijide, integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) en ese entonces. “Ya había habido un llamado al diálogo por parte de la dictadura, y algunos sectores del peronismo habían ido. No así Bittel y el espacio de él”, completa Iribarne. “El modelo era no ir por el modelo uruguayo. No que los militares lideraran el proceso, sino que fueran los partidos políticos”, agrega. En este punto coinciden Caldo, Casella, Constenla, Fernández Meijide y Zaffore: el liderazgo tenía que ser de los partidos y sus dirigentes.

El segundo hecho fue Malvinas, una tragedia que dividió a la Multipartidaria en tres líneas. Por un lado, estaba el ala más conservadora liderada por Carlos Contín (UCR), quienes pedían postergar el reclamo de apertura democrática y apoyar la recuperación de las islas. Por otro lado, un grupo más pequeño liderado por Raúl Alfonsín (UCR) no solo se oponía a postergar los reclamos, sino que además proponían no apoyar la acción militar sino denunciarla y combatirla. En el medio de la falta de reconciliación centenaria se ubicaron la mayoría de los dirigentes, quienes coincidían en sostener las demandas del espacio pero al mismo tiempo apoyar la epopeya militar. De este grupo, incluso, viajaron a las islas algunos dirigentes, entre los que se encontraban Deolindo Bittel, Oscar Alende, Carlos Auyero, Arturo Frondizi, Torcuato Fino y Francisco Cerro. Éste último sufrió la negativa de parte de su partido. “Nosotros estuvimos en contra de Malvinas. Pero cuando convocaron a los presidentes de los partidos para buscar apoyo, Cerro fue. Hasta [Saúl] Ubaldini fue”, me detalla Caldo. Lo complejo de la situación se ve claramente en la posición final adoptada. “Se decidió que apoyábamos a quienes peleaban, pero no a quienes conducían. Fue un momento difícil. Hubo mucho debate”, aclara Iribarne. Esto, claro, no desarticuló a la Multipartidaria. “No sentíamos que se pudiera desarmar. Estábamos muy seguros de lo que estábamos haciendo. Más allá de que ‘Pancho’ Cerro haya ido», aclara Caldo. 

Pero sí, en definitiva, planteó una contradicción importante. La guerra de Malvinas fue, tal vez, el principal desafío político que tuvo que afrontar “la Multi”. “Malvinas impactó en toda la sociedad argentina. Había sentimientos encontrados. Habíamos participado del 30 de marzo de 1982 contra la dictadura, pero el 2 de abril había ocurrido esa locura de Malvinas”, me cuenta Iribarne. “Frente a eso hubo debate al interior de cada una de las fuerzas y al interior de la Multipartidaria. Había argentinos luchando en el frente de Malvinas. Este es un gobierno que es ilegítimo, está peleando por la soberanía en Malvinas, pero le niega la soberanía al pueblo. Es contradictorio. Un gobierno militar y dictatorial que peleaba por algo sin legitimidad”, completa.

Reunión de la Multipartidaria, entre los presentes el Dr. Luis Agustin León (UCR), detrás del Dr. Arturo Frondizi (MID), el Dr. Enrique Vanoli (UCR), Carlos Contin (UCR), Oscar Alende (PI), 21 de junio de 1982.

Acá surge una divisoria de aguas respecto del impacto de la Multipartidaria en el proceso de transición hacia la democracia. Todos los dirigentes partidarios consultados coinciden en reafirmar el rol que tuvo el espacio en propiciar las condiciones que facilitaron la convocatoria a elecciones, en particular gracias a los actos y movilizaciones organizadas. “Hicimos muchos actos, en Entre Ríos [19 de mayo de 1982 en Paraná, el primero realizado con previa autorización del gobierno militar] y en Chaco [28 de marzo en Resistencia, donde participaron 5.000 personas]. El que me acuerdo es el de Plaza de Mayo. Yo estaba con los de provincia de Buenos Aires, que íbamos adelante. Fue un acto bastante importante. Se leyó la carta democrática”, me cuenta Caldo. “Hubo una movilización muy intensa e importante. [La Multipartidaria] no solo estaba en los estudios, cerrada, sino que salía a la calle”, agrega Iribarne. “Sentíamos que estábamos haciendo algo importante y que iba a cambiar la historia trágica de los últimos años. […] Por fin pensamos que podíamos darlo vuelta porque las posibilidades de militancia eran escasas”, se entusiasma. Caldo e Iribarne se refieren a la movilización del 16 de diciembre de 1982, que reunió a más de 100.000 personas, se replicó en las capitales provinciales y terminó trágicamente con el asesinato de Dalmiro Flores, uno de tantos a manos de la dictadura. Con ese acto se volvió a asestar un golpe de legitimidad a los militares, quienes habían desactivado el caldo de cultivo de la transición después de la movilización del 30 de marzo (“Paz, Pan y Trabajo”) con la plaza del 2 de abril y Malvinas.

Fernández Meijide, en cambio, matiza un poco el impacto y se inclina por la visión del desmembramiento de la dictadura luego del fracaso que fue Malvinas. “Lo que potencia la transición fue la derrota en Malvinas antes que la Multipartidaria”, comienza. “Los militares no estaban desprestigiados con la Multipartidaria, pero sí cuando perdieron Malvinas. Eso precipitó todo”, amplía. “Por eso no es que la Multipartidaria haya forzado la salida de los militares del gobierno, si no que fue un intento de agrupamiento político para buscarle algún tipo de salida”, cierra.

El legado

La historia es conocida. La derrota de Malvinas llevó a que Leopoldo Galtieri dejara el poder el 17 de junio de 1982 y, con él, Alfredo Saint-Jean, ministro del Interior. Este cristiano llegó a justificar los heridos y muertos de la movilización “Paz, Pan y Trabajo” de marzo anterior. Pero las vueltas de la vida y las internas militares lo colocaron como presidente interino de la Junta Militar hasta el 1° de julio. Como la Armada y la Fuerza Aérea no coincidían mucho con el Ejército, se retiraron de la Junta y asumió el poder Reynaldo Bignone, quien fue el responsable de convocar a elecciones generales democráticas para todos los cargos públicos del país por primera vez en 10 años. Ahí, la Multipartidaria comenzó a sentir que sus objetivos estaban cumplidos y que cada uno debía seguir su camino. 

Sin embargo, quedó un consenso básico entre quienes integraron esta coordinadora interpartidaria. “Las dos cosas más importantes que acordamos en ese momento fue la democracia y los DD-HH. Eso sigue sosteniéndose hoy en día. Siguen siendo pilares de la política argentina”, se enorgullece Caldo y vuelven a llenarse de lágrimas sus ojos. “Hoy en día, afortunadamente, hay un consenso básico que se sostiene, y es el de sostener la democracia. También se sostiene que en momentos de diferencias no se recurra a la violencia. Es un valor en la sociedad argentina sostener la democracia y no usar la violencia”, complementa Iribarne orgulloso (y con razón). Este punto no es un mero detalle, sino que es la base fundamental de nuestro sistema político. Hasta en los terremotos y cataclismos. “Cuando [la democracia] se puso a prueba con los levantamientos carapintadas, el espíritu de unidad de todas las fuerzas democráticas estuvo presente y se verificó. Se apoyó al gobierno en esa situación”, ejemplifica Iribarne. “En 2001 todo se incendiaba, había papelitos de colores. Hubo 5 presidentes, aparece Eduardo Duhalde y todo se sostiene. El país siguió funcionando”, se suma Caldo. “El consenso del ’83, que fue ‘democracia y derechos humanos’, que nunca más hubiera golpes de Estado, nunca más a la violencia como herramienta política, nunca más gobiernos militares, ese consenso se sostuvo y se sostiene hasta el día de hoy”, cierra Fernández Meijide. Un consenso escrito y firmado, al que tuvo acceso #LaGenteVota.

Fuente: Carta Democrática firmada por los 5 candidatos presidenciales integrantes de la Multipartidaria en vistas de las elecciones generales de octubre de 1983. En ella se detallan los compromisos asumidos por cada partido de cara al sostenimiento de la democracia, los DDHH y el sistema político argentino. Obsequio de Roberto Caldo a este modesto medio.

Además del compromiso público, la experiencia personal que le quedó a cada dirigente político es única e irrepetible. “Yo estuve acompañando al peronismo y a Bittel. Mi vivencia personal era encontrarme con dirigentes de fuste, importantes: Alende, Balbín, Contín. Para mí fue muy importante y grato participar de una reunión, aunque no fuera protagonista. Tenía 29 años. Escribía algún documento o acompañaba en reuniones. Sentía que hacía algo beneficioso y bueno para la sociedad argentina”, me cuenta Iribarne, y contiene la emoción. “Sentíamos que estábamos haciendo algo importante y que iba a cambiar la historia trágica de los últimos años”, amplía. “Creímos que la democracia era la forma de llevar adelante un proceso de reforma social. Yo creía que cuando la democracia llegara íbamos a poder desarrollar el partido mucho más”, se entusiasma, aún, Constenla. Fernández Meijide, en cambio, reflota la sensación de osadía de la época con el lente del presente. “No me daba cuenta del lugar en la historia que estaba ocupando. Lo hacía, punto”. Coincide Zaffore al afirmar que “sería una egolatría grande decir que éramos parte de la historia, pero sí participamos mucho”. Lo que hicieron, aunque les cueste sentirlo, fue cambiar la historia. “Con 30 y pico de años de gobiernos populares desapareciendo, y gobiernos cívico-militares apareciendo, sentíamos que estábamos terminando con esos ciclos. Yo sigo teniendo la esperanza que ustedes jóvenes sientan esto que nosotros sentíamos en aquella época”, me confiesa Caldo. 

Y hasta siento que me presiona un poco.

Literatura Multipartidaria

Si te quedaste hambriento, te comparto literatura para ampliar sobre la Multipartidaria y todo lo que la rodeó:

No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos. Un abrazo, marchá, cuidate y nos leemos en dos semanas,

Facu

PD: esta entrega no hubiera sido posible sin la desinteresada ayuda de Fernando Suárez, Mariano Montes, Mónica de la Konrad Adenauer Stiftung de Argentina, Miguel De Luca, Afredo Cuello y al área de socios del Círculo de Legisladores de la Nación, quienes facilitaron contactos para las entrevistas. A ellos, enormes gracias por acercarme a personas políticas pero, sobre todo, humanas. También a LinkedIn y a la guía online de Clarín, las cuales sorpresivamente me permitieron encontrar teléfonos. 

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Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy me encuentran dando clases en UBA y UTDT. Me encantan las elecciones y me sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tengo es aprenderme la historia de los partidos políticos. Creo que la política marida muy bien con un tinto.