La Feria del Libro y sus recorridos posibles

Un Hilo dedicado al regreso del evento que congrega a la industria editorial argentina y a lectores y lectoras de todo tipo. Reflexiones y recomendaciones para perderse en sus largos y abarrotados pasillos.

Hola, ¿qué tal? Espero que estés lo mejor posible. Yo bien, un poco cansada y atareada en estos días. Acá estoy de vuelta para hablar de un tema que me toca de cerca: la Feria del Libro, la verdadera razón de mi cansancio y de mi actividad frenética de las últimas semanas. Y no, esta no será otra de esas notas en las que se resumen o enumeran actividades que suceden allí (aunque pueden consultarlas acá). Hablaremos lisa y llanamente de lo que provocan los libros. Y de lo que sucede cuando la industria editorial vuelve a reunirse públicamente después de una pandemia, con expectativas y realidades muy concretas. Así que le dedicaremos este Hilo a la Feria y sus recorridos posibles. 

Para acompañar la edición, se me ocurrió usar las sutiles ilustraciones de Quint Buchholz, un pintor y dibujante alemán nacido en 1957 que trabaja el puntillismo con mucho detalle para crear imágenes que cruzan la realidad con la imaginación. “Leer es soñar de la mano de otro”, dijo alguna vez Fernando Pessoa, y un poco esa es la propuesta de este puñado de ilustraciones en las que los libros insinúan una serie de aventuras inesperadas que muchas veces son también destinos posibles a los que nos puede llevar el contenido de sus páginas. Si quieren ver más de ellas, pueden buscar el libro de Buchholz donde se reúnen con poquísimo texto. Se llama En el país de los libros y lo publicó la editorial Nórdica hace varios años. 

La Feria y sus adentros

La Feria del Libro de Buenos Aires, entonces, en su edición número 46. Puede ser un tema un poco porteñocéntrico, sí. Pero como es la más grande del país, y la que convoca también a las provincias y a las embajadas, y también a lectores y bibliotecarios que viajan especialmente de muchos puntos de la Argentina a comprar en ella, creo que merece la pena que la examinemos y reflexionemos sobre sus alcances. Aclaro que hablo por mí, y no por el sector, por supuesto. Pero bueno, trabajo en el ámbito editorial desde 2005, y desde mucho antes visito todos los años la Feria. Me acuerdo de ir de chica, cuando se hacía en el Centro Municipal de Exposiciones, y pasearme por los stands eligiendo yo sola qué quería leer. Por suerte desde muy pequeña pude formar mi propio gusto como lectora y mirar y leer contratapas hasta toparme con los libros que realmente me atraían. Vengo de una familia de clase media con padre y madre profesionales, y siempre recuerdo que me decían que los libros no eran un gasto, sino una inversión (incluso en las épocas de bolsillos flacos). Podían no comprarme unas zapatillas o un pantalón que yo quisiera, pero nunca se negaron a comprarme un libro. Agradezco eso a la distancia cuando recorro ahora la Feria y me horrorizo ante algunos precios de tapa, incluso aunque sepa cómo se forman esos precios, y aunque vea que valen lo mismo que salir a comer una pizza y una cerveza. Así que invierto dinero durante la Feria porque sigo disfrutando de elegir los libros que quiero leer. Recorro stands y gasto bastante plata en los que selecciono para mí y sobre todo en los que compro para la más pequeña de la casa. 

Esta Feria, organizada como siempre por la Fundación El Libro, era muy esperada por el sector. La edición de 2019 fue la última y después llegó la pandemia, que convirtió sobre todo a las librerías barriales en los centros neurálgicos de la actividad. Así que para esta edición masiva y renovada en La Rural las editoriales prepararon novedades rutilantes, reimprimieron libros agotados, llegaron embarques con importaciones especiales y la expectativa en cuanto a ventas tiene la vara muy alta, pese a la crisis económica, justamente por efecto de esta abstinencia de Feria de los últimos años. Veremos qué conclusiones sacamos después del 16 de mayo, cuando se despida hasta 2023.

Los primeros días fueron de mucha efervescencia. Mucha energía desbordada, mucho saludo con beso, mucho brindis. Es que antes de que abra al público general, se celebran las llamadas Jornadas Profesionales, en las que ya está todo armado y montado, iluminado y alfombrado, pero solo estamos allí los responsables de la cadena de producción y difusión de los libros, a saber: los editores de todos los sellos, de los más grandes a los pequeños; los libreros de todo el país, este año especialmente munidos de ahorros para comprar en firme; los distribuidores y corredores, intermediarios gracias a los cuales los libros llegan a los puntos de venta, y encargados también de las importaciones, claro; los prenseros, gran familia dedicada a la difusión de novedades y de proyectos editoriales; los trabajadores de cada stand y los del predio de la Rural, más algunos imprenteros haciendo negocios y periodistas culturales cubriendo para sus respectivos medios. Es loco porque en esas Jornadas todos hablamos de libros sin parar, de colecciones, de lanzamientos, hacemos citas, pero no están los escritores por ningún lado. Tampoco los lectores, que llegarán en hordas unos días más tarde. Hay una especie de intimidad pública del sector que se convirtió esta vez en una instancia de complicidad necesaria después de haber atravesado tantas dificultades. En ese marco de reencuentro y algarabía circularon chismes y  buenos deseos para las tres semanas de trabajo posteriores (es que la Feria de Buenos Aires dura tres larguísimas semanas, mucho más que la Feria de Guadalajara o la de Madrid. Rinde, pero agota). Y también hubo un evento para Profesionales con brindis masivo, empanadas y sorteos para el que hubo que hacer unos 300 metros de cola. Allí se entregaron premios. El más importante fue el de la Editora del Año, que le tocó a Ana Laura Pérez de Penguin Random House, responsable de la publicación de mucha literatura argentina y de títulos que causaron sensación como Sinceramente

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Las Jornadas terminaron con la inauguración oficial de la Feria, la primera dirigida por Ezequiel Martínez, el hijo de Tomás Eloy Martínez, gestor y periodista cultural que pasó muchos años en Clarín y otro tanto en la Biblioteca Nacional (gestión Manguel). El discurso de apertura, como ya se enteraron, estuvo a cargo de Guillermo Saccomano. Levantó bastante polvareda, por suerte (qué aburrido cuando este tipo de discursos pasan desapercibidos, ¿no?). Si no lo leyeron, acá está completo. Me gustó que visibilizara la crisis profunda que hay en la provisión de papel para libros. También que denunciara tejes y manejes de editores que no cumplen sus contratos con los autores. Me pareció perfecto que exigiera una paga por su trabajo, desnudando el hecho de que durante años nadie cobró por la tarea de inaugurar la Feria (!!!). Pero bueno, hubiera preferido que también celebrara un poco a los trabajadores y las trabajadoras del libro. Que reconociera las cosas que sí salieron bien estos años tan difíciles y la garra que le pusieron muchos editores, libreros y distribuidores en momentos en los que la lectura fue un refugio importante ante el dolor y la desesperación, sorteando obstáculos permanentemente para que los lectores consiguieran libros que los reconfortaran.

Catálogos desplegados y stands colectivos

La Feria del Libro es, además de un evento público y eminentemente comercial, la oportunidad que tienen los editores de mostrar junto todo su catálogo. En las librerías, los títulos se dispersan y reordenan por criterios temáticos en mesas, vidrieras y estantes. En cambio en cada stand los proyectos editoriales se pueden desplegar más y los lectores y lectoras entender a simple vista las lógicas internas de las colecciones, el concepto detrás del diseño gráfico, las líneas de trabajo. Amo ver eso, estudiarlo, comentarlo con colegas. Pero de un tiempo a esta parte, los sellos no pueden darse el lujo de tener en la Feria stands individuales (cosa que sí sucede en iniciativas independientes como la FED, que este año será en agosto). Los costos de alquiler de cada espacio son elevadísimos, y ni hablar de todo lo que implica la arquitectura, el montaje y los servicios de internet dentro de la Rural. Así que la alternativa más viable empezó a ser la de armar stands colectivos entre proyectos con cierta afinidad. Espacios de gestión compartida en los que cada editorial muestra sus libros junto con los de otros colegas, y se reparten las tareas de atención y administración. Esa necesidad de unión en la organización de cada stand se convirtió, a mi entender, en lo más interesante de la Feria. Porque es en los espacios colectivos donde sucede la sinergia que no se encuentra en otros rincones de la Rural. Me dedicaré a comentarles acá qué se puede encontrar en los stands colectivos más interesantes, descartando a los de las distribuidoras (donde las editoriales aparecen juntas por motivos comerciales y no necesariamente por afinidad). Ojalá les sirva este punteo para orientar el paseo por los pabellones. 

  • Los Siete Logos es quizás el stand colectivo más viejo de la Feria, el que le devolvió cierta actividad independiente al Pabellón Amarillo, que quedaba medio relegado en un costado del predio y ahora es de los sectores más interesantes. Este es el octavo año en el que se reúnen en los mismos metros Adriana Hidalgo (con identidad visual renovada), Eterna Cadencia, Caja Negra (con su nueva colección de ficción), Mardulce, Katz, Beatriz Viterbo y la editorial uruguaya Criatura. Hay muuuucha literatura en este stand, bien editada. Una gran mesa de ficción y otra de ensayo y un sector especial con ediciones infantiles. Todas son editoriales con mucha presencia en librerías durante todo el año pero, como decía, aquí se exhiben los catálogos de manera separada y eso ayuda a identificar bien los lineamientos de cada proyecto. (Stand 1920 – Pabellón Amarillo)

  • Panorámica es, a su vez, uno de los últimos stands colectivos conformados. Está justo enfrente de Los Siete Logos y reúne a las editoriales Fiordo, Odelia, Concreto, Chai, También el caracol, Abre y Cía. Naviera Ilimitada. Se consiguen libros de autores y autoras “descubiertos” estos últimos años. Es que Concreto publicó varios primeros libros de autoras como Tali Goldman y Ana Montes, y Cía. Naviera otro tanto con los de Mariana Sández. También están las excelentes traducciones de Chai y las de Fiordo, que justo está cumpliendo 10 años y los festeja con una nueva colección de ensayos sobre artes, oficios y especialidades llamada Legua. (Stand 1915 – Pabellón Amarillo)

  • Todo libro es político es de los stands más combativos de la Feria, en el que pueden encontrarse muchos libros sobre activismos y disidencias de editoriales como Tinta Limón, Hekht y Milena Caserola. También títulos de filosofía y pensamiento contemporáneo como los que publica Cactus o los de cine de El Cuenco de Plata. Este colectivo de editoriales con afinidad política e ideológica viene a poner en evidencia que incluso en un sitio tan connotado negativamente como La Rural es necesario visibilizar la edición de textos críticos como herramientas de emancipación. (Stand 1916 – Pabellón Amarillo)

  • Typeo (Territorio y Producción Editorial Organizada, por sus siglas) también es un stand nuevo que le hace lugar a la edición independiente surgida en los últimos años. Se trata de un colectivo que busca difundir su producción a través de ferias y acciones conjuntas y que nuclea a proyectos como La Libre (sello de la emblemática librería de San Telmo), Ripio, Rara Avis, Muchas Nueces y Ubú, entre otros. Suele estar atendido por editores y editoras que defienden con las palabras justas cada libro que deciden publicar. Pueden encontrar ahí, por ejemplo, volúmenes sobre economía popular, activismos queer, dramaturgia, estudios sobre arte o la correspondencia, por caso, entre Virginia Woolf y Victoria Ocampo. (Stand 2018 – Pabellón Amarillo)

  • Un cuarto impropio está en una esquina medio oculta del Pabellón Amarillo, pero bien vale perderse hasta encontrarlo. Es que este nuevo stand colectivo, que se estrena también para la Feria, reúne a un puñado de editoriales más bien asociadas a la poesía como Gog y Magog, ya emblemática, y la más reciente Maravilla, con sede en Villa Ventana, dirigida por Roberta Iannamico y Celeste Caporossi. También se encuentran ahí los libros de Paisanita (recomendadísimo el de Las fotos, de Inés Ulanovsky) y los poemarios editados por Nebliplateada de autoras como Eloísa Oliva, Clara Muschietti y Gabriela Bejerman. (Stand 1401 – Pabellón Amarillo)

  • La Sensación es uno de los stands colectivos más encendidos de la Feria. Su lema es “A favor de la fantasía, en contra de la inflación”, y le hacen honor permanentemente a través de los catálogos completos de Blatt & Ríos, Mansalva y Caballo Negro. Siempre está atendido por sus editores, y suelen recomendar muy bien y hacer interesantes descuentos por compras en cantidad. Además, tienen un sector llamado “Isla Gay”, para conseguir literatura LGBTI+. Visita ineludible. (Stand 428 – Pabellón Azul)

  • Carbono reúne a algunos de los sellos independientes más prestigiosos de literatura de los últimos años como Sigilo, Entropía y Godot y también El Gourmet Musical, íntegramente dedicado a las interpretaciones culturales de la música. Además, están los libros de narrativa más experimental de Leteo. Recomiendo especialmente Los niños 6, la nueva novela de Jesse Ball de Sigilo, el ensayo literario Se vive y se traduce de Laura Wittner de Entropía, y el libro de cuentos Furia diamante, de Valeria Tentoni, por Leteo. (Stand 626 – Pabellón Azul)

  • Libro que te quiero libro es el nombre del stand que agrupa a cuatro sellos dedicados al libro álbum y al libro informativo destinado a chicos y chicas de distintas edades. Lo curioso es que reúne a dos muy buenas editoriales argentinas como Limonero (editorial premiada en la Feria de Bolonia) y Iamiqué (dirigida por una bióloga y una física, con libros buenísimos de ciencia), con otros dos proyectos españoles buenísimos como Kalandraka y Fulgencio Pimentel, de los que se suele conseguir poco en librerías durante el resto del año. Un espacio para colgarse un rato leyendo y pispeando hasta encontrar el libro que más les llame la atención. 

Libros sobre libros

Antes de despedirme, y para correr un poco el eje (aunque no tanto), me interesa recomendarles tres libros sobre libros. La lista podría ser más extensa, pero en estos tres se resumen ciertas aventuras lectoras que me interesa rescatar por motivos más reflexivos o literarios.

El primero es Cuentas pendientes, de Vivian Gornick. Sí, siempre hablando de Gornick yo. Es que volvió a cautivarme en estos ensayos librescos en los que hace algo muy deseable: vuelve de vieja a leer libros que leyó de joven, a ver qué impresiones erradas tuvo, o qué cosas que pensó del libro en cuestión en el pasado las sigue sosteniendo. Así que recorre su biblioteca y selecciona algunos volúmenes. Las impresiones nuevas son siempre estimulantes. Relee a Colette, a D.H. Laurence, a Natalia Ginzburg, también El amante de Marguerite Duras. “Lo que procura la lectura es un alivio puro y duro del caos mental. A veces creo que me infunde por sí sola valor para vivir, y lo ha hecho desde mi más tierna infancia”, confiesa. Y suscribo completamente. (Se consigue en el stand de Grupal)    

El segundo es ¿Hay alguien ahí?, de Peter Orner, editado por Chai. Un libro bastante conmovedor en el que Orner va revisitando autores y leyéndolos vorazmente mientras elabora la enfermedad y muerte de su padre. El género es bastante híbrido, por momentos se acerca al ensayo y por otros a la narración. Lo mejor es cómo entran y salen los clásicos del panteón de la literatura (Gogol, Cheever, Walser, Kafka) mezclados con otros autores no tan consagrados tratando de encontrar relaciones entre libros que en apariencia no tienen nada que ver. Al igual que lo que sucede con Gornick, no hace falta haber leído todas las obras que menciona, porque lo intenso acá está en cómo elabora esa experiencia de apropiación literaria. (Se consigue en el stand de Panorámica)

Y el tercero es un libro más bien experimental llamado Sobre algunos enamorados de los libros, del escritor francés Philippe Claudel. A través de textos breves, narra aventuras minúsculas sobre personas que quisieron convertirse en escritores y escritoras y fallaron en el intento, ya sea por cobardía, malicia, orgullo, debilidad, o simplemente azar. El resultado es bastante inspirado y delirante. (Se consigue en el stand de Waldhuter)

Ahora sí, me despido hasta dentro de 15 días. Acordate que la Feria sigue abierta hasta el lunes 16 de mayo inclusive (y que el último día suele haber muchos descuentos y un gran aplauso final a las 22 horas). Es gratis para estudiantes, docentes y jubilados. Sugiero visitarla desde temprano (abre a las 14) y en especial los días de semana.

Gracias por leer. Y por favor cuidate mucho.

Malena

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Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.