Empecemos a escaparnos de los monstruos

Te propongo un recorrido por sucesos extraordinarios para escapar de la ordinariez de la resignación disfrazada de pulsión libidinal.

Holis, ¿cómo andás? Yo acá, extrañada. No sé muy bien qué me pasa porque no puedo reconocer estas sensaciones en mí. Es todo un apelotonamiento, un minuto a minuto. ¿Quién es esta mujer que transita una pandemia? 

Cuando era chica tenía un cuento que se llamaba “Rubí, la imprudente”. Era sobre una nena que se tiraba de arriba de lugares, cruzaba un río con botas de plomo o alimentaba cocodrilos. No sé si estas eran sus desventuras reales o si las estoy inventando, pero la cosa es que mi papá me decía Rubí. Fui temeraria. De adulta, creo que aprendí a intentar conservar mi integridad física pero no mucho más. Tal vez ya no me pensaba a mí misma como imprudente, pero sí como arrojada. Seguí siendo temeraria. Ahora me encuentro extremadamente cauta, aunque haya internalizado más que nunca la sensación de que todo puede desvanecerse de un momento a otro, de que ninguna de mis acciones ni sus consecuencias son permanentes, ni siquiera para mi propia trayectoria vital.

Por suerte, sé de dónde viene este miedo. Y que cosas como ser la única persona con barbijo en una pista de baile no son una expresión concreta y racional de un temor puntual, sino de esta sensación de extrañamiento expresada en la necesidad de establecer una separación, una barrera literal. Me espanta esta conducta colectiva del “como si nada”. Creí que las reflexiones de los primeros tiempos de la pandemia iban a derivar en la construcción de confianza entre semejantes. Bah, mentira, siempre creí que las cosas iban a ser así, pero me quería equivocar. 

Estoy completamente descolocada, parece que nunca hubiéramos acordado que ciertos aspectos de nuestra vida prepandémica eran insostenibles, que había que hacer algo, que nos íbamos a rehusar a reanudar esos hábitos. Y ni siquiera hablo de las cosas que requieren organización masiva y oposición sistémica. Estoy pensando más bien en la forma de relacionarnos con los otros. Parece que lo que pensamos y deseamos no hubiera pasado y, en cambio, observo un atolondramiento total, una desesperación por volver a lo que habíamos definido perjudicial, casi que una voluntad absoluta de profundizar sobre la frivolidad, de hacer todo ya no circunstancial sino efímero.

Así que hoy te propongo un recorrido por sucesos extraordinarios para escapar de la ordinariez de la resignación disfrazada de pulsión libidinal.

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Y yo sé bien cómo tú eres pero no entiendo tus poderes

La gracia de la imprudencia es que permanezca en ciertos límites, si no se vuelve otra cosa. Yo soy de la última generación que creció con miedo al SIDA, que lo sintió como una sentencia de enfermedad grave o muerte. Por supuesto, no creo que la transmisión de VIH dependa exclusivamente de la prudencia, pero para una persona que se crió en una ciudad en la que una leyenda urbana rezaba que había agujas infectadas en las ranuras que te daban el vuelto en los teléfonos públicos y en las butacas de cine, la cautela nunca fue mucha. 

Esta semana se conoció la noticia de la “paciente esperanza”, una argentina que pareciera haber eliminado el virus del VIH sin medicación ni tratamiento. Así como lo escuchás. Es el segundo caso que se documenta en la historia y la hipótesis más robusta es que su sistema inmune terminó con la infección.

Para cerciorarse, los médicos examinaron más de mil millones de sus células y no observaron ninguna copia del virus. Creen que si logran descubrir cómo sucedió podrían tener información clave para encontrar una cura definitiva.

*El meme dice: el mundo/coronavirus/segundo paciente en la historia que se curó de VIH

Hasta ahora, había cierta evidencia que indicaba que algunas personas tienen una resistencia natural a infectarse con VIH, una especie de barrera preventiva natural. “Esperanza”, en cambio, contrajo el virus y después lo eliminó. Sin embargo, la mayoría de los pacientes VIH positivo necesitan tomar medicamentos de por vida para que el virus no se reproduzca descontroladamente.

Algunas personas, conocidas como “controladores de élite”, logran, valga la redundancia, controlar espontáneamente la infección por VIH. O sea que, sin medicamentos, logran que el virus no se reproduzca, lo que no es lo mismo que eliminarlo. También hay tratamientos por fuera de la medicación que muestran buenos resultados. Por ejemplo, un londinense que recibió una donación de células madre para tratar un cáncer recibió un beneficio adicional: sus células infectadas con VIH fueron reemplazadas por células sanas durante el tratamiento. ¿Por qué? Parece que el donante es parte del 1% de la población que tiene la “barrera preventiva” que te conté antes. No se sabe cuánto va a durar este efecto, pero es un buen punto de partida para varias investigaciones.

En el caso de “Esperanza”, no se observaron rastros del virus por más de 8 años. El otro caso registrado de “cura natural” también es una mujer, Loreen Willberg, una estadounidense. En el norte ya están investigando la posibilidad de usar vacunas que estarían destinadas a personas que toman antirretrovirales e inducirían una respuesta inmune tomando como modelo la de estas mujeres. 

Como habrás notado, todo lo referido a este caso está redactado en condicional, ¿por qué? Bueno, porque es casi imposible afirmar que alguien “se curó del VIH”, ya que siempre podría permanecer alguna copia en alguna célula y volverse a reproducir en otro momento. La cuestión clave, más que la discusión sobre la cura, es determinar si “Esperanza” eliminó la infección o tuvo lo que se llama “infección abortiva”, que quiere decir que contrajo el virus pero su reproducción fue controlada a tiempo y no llegó a infectar-infectar.

Antes de ir al siguiente caso extraordinario, no quiero dejar de mencionar esto que señaló Valeria Román en Twitter: la revista Time levantó la noticia pero no dijo nada sobre el equipo argentino que descubrió el caso y coautoreó el paper publicado sobre “Esperanza”. Mal ahí, Time, mal ahí.

Y hagamos el mundo solo para nosotros

Nunca, ni cuando era Rubí, supe a qué me iba a dedicar. Ahora que te lo digo en voz alta, tal vez ese sea un vestigio de la imprudencia que siento perdida: tengo un oficio, pero lo uso para lo improbable, hago un poco de todo. O sea, vos sos mi amigo hace ya casi dos años y si tuvieras que responder “¿y esta de qué vive?” seguramente titubearías. Yo misma, cuando me preguntan “¿y vos qué hacés?” cambio la respuesta según la ocasión. Tal vez esto sea algún rastro de arrojo en esta mujer cautelosa que hace uso de mi rostro últimamente. Tener 34 años y no haber hecho una carrera con metas claras, haber trazado un rumbo para mí misma.

Pero, bueno, también porque tengo 34 años no todo es posible. Como bien dije, elegí un oficio y me desempeño en él de maneras extrañas, pero ya no soy ingeniera civil. Soy comunicadora científica (sí, ya sé que no hay edad para empezar y también lo creo, pero me entendés. También sé que soy muy joven, pero bueno, no es lo mismo 34 que 20 y ¡menos mal!). Todo esto va a que no tengo ni tuve momentos definitorios respecto a mi profesión pero sí pistas sobre ciertas decisiones. Por ejemplo, cuando en Jurassic Park preguntan cómo puede ser que se hayan reproducido los dinosaurios si eran todas hembras y responden “la vida siempre se abre paso”, me indigné nivel chiflada porque esa respuesta era la nada misma y yo quería una explicación científica.

*El meme es una ilustración inspirada en una entrevista a Cher y dice: ¿creés que los hombres son importantes? ¿para qué?

En el momento, me calmaron el berrinche diciéndome que no daban una explicación científica porque no la había, que era parte de la ficción de la película. Pero mirá de quién te burlaste que resulta que hace pocas semanas publicaron un paper que documenta el caso de dos hembras de cóndor de California que se reprodujeron sin necesidad de un macho en un proceso llamado partenogénesis, que significa reproducción sin fecundación.

En un acto de amor, te voy a copiar el abstract del paper con ligeras modificaciones. Y no en cualquier acto de amor, sino en uno doble, primero hacia el equipo que lo escribió porque rara vez son tan claros y el segundo hacia vos porque traducirlo aunque sea simple es un perno. Pero ahí va: “La partenogénesis es un acontecimiento relativamente raro en las aves, documentado en huevos no fecundados de hembras de algunas especies en condiciones en las que no hay acceso a los machos. En el cóndor de California, que está en peligro crítico, el análisis de parentesco realizado utilizando microsatélites ha identificado dos casos de desarrollo partenogenético a partir de los huevos de dos hembras del programa de cría en cautividad, cada una de ellas alojada continuamente con un macho reproductivamente capaz con el que ya habían tenido descendencia. Se excluyó la contribución genética paterna en los dos polluelos. Ambos pichones poseían los cromosomas sexuales ZZ masculinos esperados y eran homocigotos para todos los marcadores evaluados heredados de sus madres. Estos hallazgos representan la primera identificación basada en marcadores moleculares de partenogénesis en una especie aviar, especialmente de hembras en contacto regular con machos fértiles, y se suman a los casos documentados en vertebrados que se han reproducido por vía asexual”. Bueno, tal vez no era taaan claro pero no viene mal un poquito de gimnasia cognitiva tampoco, ¿no?

¿Lo más lindo? Lo descubrieron de casualidad, como cuenta en un comunicado Oliver Ryder, director de Genética de Conservación en la San Diego Zoo Wildlife Alliance: “No estábamos buscando evidencias de partenogénesis, nos golpeó en la cara de sorpresa. Solo lo confirmamos debido a los estudios genéticos normales que hacemos para probar la paternidad. Nuestros resultados mostraron que ambos huevos poseían los cromosomas sexuales masculinos ZZ esperados, pero todos los marcadores se heredaron solo de sus madres, lo que verifica nuestros hallazgos”. Por si no lo entendiste en el abstract ni acá, esto último quiere decir que los pichones eran machos pero que en su ADN no había material genético de ninguno de los machos en cautiverio y sí, en cambio, de dos de las hembras.

Solo congelar nuestro momento

Hay momentos en los que por mucha imprudencia que corra por tus venas simplemente no podés darle cauce. Me acuerdo de mi papá anticipando algún impulso imprudente antes de entrar: “No te vayas a hacer la viva acá”. Un beso en el vidrio que aloja el cuerpo de Lenin embalsamado me hubiera costado la vida. 

Según la guía de viajes, el mausoleo estaba cerrado, pero vimos la fila y nos sumamos. Si no era ÉL iba a ser otra cosa linda, o curiosa, o linda y curiosa, pero aun en cirílico el nombre era claro. Sabíamos que era, pero no nos queríamos desilusionar. Estaba ahí, fascinante, rodeado de luz fucsia. No te podés detener, tenés que circular alrededor. Es terrible no poder pararse un ratito ante lo fascinante. Pero no podés. En ese cuarto, que debe ser la única estructura edilicia de Moscú de menos de 500 metros cuadrados, hay por lo menos 8 soldados con rifles larguísimos. No te tienen ni que apuntar, si los extienden te rozan el cuerpo.

Sin dudas la Revolución del ‘17 es un evento extraordinario, tengas la ideología que tengas. Y la visión de un personaje histórico ahí, en carne, en presencia, también lo es, así como la ciencia necesaria para mantenerlo. Me acuerdo de mi comentario cuando salimos después del minuto que pasó entre que entré, di la vuelta y salí: “Está más joven muerto que en las fotos”.

Y, es cierto, el cuerpo del camarada mejora conforme pasan los años. Varias generaciones de científicos rusos pasaron los últimos 100 años mejorando las técnicas de taxidermia que mantienen su compostura y flexibilidad.

El trabajo de preservación del cadáver de Lenin está a cargo de un instituto conocido del Centro de Investigación Científica y Métodos de Enseñanza en Tecnologías Bioquímicas de Moscú. Un grupo central de cinco o seis anatomistas, bioquímicos y cirujanos, conocido como el «grupo del mausoleo», es el principal responsable del mantenimiento de los restos. Sus métodos se centran en preservar la forma física del cuerpo -su aspecto, forma, peso, color y flexibilidad de las extremidades-, pero no necesariamente su materia biológica original. En el proceso han creado una técnica «cuasi biológica» que difiere de otros métodos de embalsamamiento. «Ocasionalmente, tienen que sustituir partes de la piel y la carne por plásticos y otros materiales, por lo que, en términos de materia biológica original, el cuerpo es cada vez menos lo que solía ser», dice Alexei Yurchak, profesor de antropología social de la Universidad de California en Berkeley. «Eso lo diferencia radicalmente de todo lo que se hacía en el pasado, como la momificación, en la que el objetivo era preservar la materia original mientras cambiaba la forma del cuerpo», añade. 

Escribiéndote esto, me entero de que Alexei escribió un paper sobre la historia científica de la preservación del cuerpo de Lenin y que es un adelanto de un libro que en 2015 decía que estaba “en proceso”. ¡Dale Alexei! 

En fin, durante esta investigación para el libro, Yurchak descubrió que los esfuerzos del Laboratorio Lenin han dado origen incluso a aplicaciones médicas. Una de las técnicas influyó en el desarrollo ruso de un equipo especial utilizado para mantener el flujo de sangre a través de los riñones de los donantes durante el trasplante. En otro caso, el veterano investigador del laboratorio Yuri Lopukhin y varios colegas desarrollaron “una prueba no invasiva de tres gotas» para medir el colesterol en el tejido de la piel a finales de la década de 1980. El invento ruso se patentó en 2002 y fue comercializado por la empresa canadiense PreVu como «el primer y único test de colesterol cutáneo no invasivo del mundo» para la atención domiciliaria de los pacientes. 

La Revolución podrá no tener lugar en nuestro imaginario neoliberal, pero tiene legado y lugar en el mundo.

Siento que la vida y el estrés se juntan para atormentarme

Lo bueno del extrañamiento es la activación de la curiosidad. ¿Qué es la ciencia sino el impulso de saber más sobre lo otro, aunque sea uno mismo visto desde otro espacio en sí mismo? La ciencia, la pregunta sobre el interior, impetuosa imprudencia.

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d: siguiendo con el mood rompedor de las cadenas opresivas, la canción de hoy es del recientemente liberado cordobés, el más adorable del que se tenga registro. 

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.