El que luce más joven por no tener redes sociales

Pochettino estrena su título de entrenador del PSG hoy a las 17.

Bielsa y Luis Bonini lo habían invitado a una pretemporada de la Selección de Chile en 2009. Hacía tres años había dejado de ejercer la profesión de futbolista -dicen que jugador se es para siempre-, se preparaba para ser entrenador y la propuesta de seguirle el ritmo al Loco durante un mes era tentadora. Le sonó el teléfono. El Espanyol, la casa a la que había adoptado hacía catorce años, le proponía salvar del descenso al equipo. Llamó al maestro y reafirmó el sueño:

– No voy a poder ir, Marcelo. Tengo una propuesta del Espanyol y puede que la acepte.
– Pero Mauricio, ¿por qué se quiere apresurar?
– Usted sabe que me casé en el ’93 y que en el ’94 me iban a transferir al Espanyol. En ese momento, mi señora se va a chequear al ginecólogo y resulta que estaba embarazada. No me preguntó si estaba preparado: me lo informó. Esto es lo mismo.
– Está bien, acéptalo.

Cuenta la leyenda que Bielsa y Jorge Griffa -un mito del descubrimiento y la formación de jugadores-, cortaron la madrugada de Murphy, un pueblo santafesino de menos de cuatro mil habitantes, y aplaudieron en la puerta de los Pochettino. Con trece años, Mauricio dormía en su cuarto. Entraron, hablaron con sus padres y les contaron la historia. Venían de una prueba en Villa Cañás a la que el adolescente no había concurrido por sugerencia de su padre, que prefería que descansara para seguir rindiendo en la escuela agrotécnica. “Nos dijeron que su hijo es muy bueno, nos gustaría poder verlo, queremos hacerle una prueba”, blanquearon. Aceptaron. El Loco conoce tanto al pibe que fichó para Newell’s que esa noche, antes de irse, le planteó a la madre si podían simplemente destaparlo para verle las piernas. 

El otro gran maestro del flamante conductor del PSG fue Xabier Azkargorta. El Vasco, el único técnico en la historia que clasificó a Bolivia a un mundial, daba clases en la Escuela Nacional de Entrenadores de España, cuya sede es el predio en Las Rosas de la Selección. En una hermosa entrevista con Jorge Valdano, lo define como un diccionario Larousse. Él le enseñó a desafiarse. Algo que ya había digerido desde niño, tal como lo cuenta en el prólogo del libro que escribió con el periodista Guillem Balagüé: “En un partido, en un torneo en Murphy, mi ciudad. Yo era el mejor de mi equipo. Subí al área para cabecear. Inicié el salto y lo que ocurrió a continuación me marcó para siempre: el arquero, el muy hijo de putas, para sacarme del partido, va y me baja los pantalones. Imaginate la hinchada, los padres. Me dio tal bronca que me puse a llorar en el campo. Fue la mayor humillación de mi vida”.

Mientras estudiaba, debía hallar un lugar donde hacer las prácticas -algo como las residencias para las y los médicos-. Preguntó en Espanyol, donde había hecho sus últimos dos años de carrera. Le ofrecieron ir al fútbol femenino, como ayudante. Aterrizó a las 22 al predio, en el inhóspito horario que le cedían a las jugadoras. En esta nota de Delfina Corti, la futbolista Lara Rabal le cuenta que Pochettino apareció con el libro Jugar con el corazón, de Xesco Espar. Una obra sobre cómo construir en la desventaja. “Empecé yendo una vez por semana, después a todos los entrenamientos y, luego, a todos los partidos. Fue una lección de vida”, admite.

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En el vestuario del Tottenham, donde llegó a la final de la Champions League y se mantuvo durante seis temporadas, a Pochettino le gustaba usar la frase “open mind”: “Pedirle a tu gente que abra la cabeza es lo mejor que podés sugerirle”. A él le tocó en 2001. Hacía siete años que vivía en Barcelona: estaba relajado. Le llegó una oferta y decidió que debía cambiar: aprender un nuevo idioma, adaptarse a otra ciudad, salir de su zona de confort. Ese es su primer capítulo con el PSG, donde ahora regresa como entrenador. Fueron dos años sin títulos, pero con un recuerdo que guarda para siempre: compartió plantel con uno de los Ronaldinho más mágicos. Acá algunas magias del 10 brasileño.

Thomas Tuchel, el alemán que acaba de irse del PSG tras caer en la final de la Champions contra el Bayern Munich, definió su cargo como entrenador del gigante francés de una particular manera: “Es más como ser un ministro de deportes”. Nasser Al-Khelaïfi, ex tenista, uno de los cien empresarios más ricos del mundo, propietario de la cadena Bein Sport, qatarí, es el dueño de esta multinacional que rompe tanto las tradiciones que ahora vestirá, en lugar de Nike, con la marca Jordan, para asociarse con la NBA. Fue el tipo que decidió romper la barrera financiera de la pelota: invirtió 252 millones de euros por Neymar. Ha reventado todos los mercados de pases. Por eso, resulta por demás extraño que haya buscado a Pochettino, el conductor top que se caracteriza por promover juveniles. En su etapa en Espanyol, debutaron 23 futbolistas. En Tottenham, cosechó a lo que se transformaría en media Selección de Inglaterra: Kane, Walker, Trippier, Winks, Dele Ali, Rose o Dyer.

Aunque esa parte haga ruido, hay otra donde encaja perfecto. Pochettino heredó de Bielsa el valor del amateurismo. Cuando estaba finalizando su carrera como deportista, notó que ya no disfrutaba: “De chico, amaba el balón. Pero cuando arrancás en el profesionalismo, ya tenés que pensar en qué hacés cuando la tenés y qué cuando no. Hay tantas obligaciones que es difícil mantener la frescura. Te vas apagando. Y eso se transforma en angustia”. Esa manera de entender el césped la convirtió en tranquilidad para con sus futbolistas. No esquematiza desde la táctica, sino desde la sensibilidad. Su primera respuesta sobre Neymar grafica esta idea: “Cuando Neymar comience con el grupo iremos encontrando la posición en la que pueda expresar su mejor versión. No nos gusta hablar de sistemas. El sistema es un punto de partida, es algo que no tiene vida. Hablamos de animaciones, de organizaciones y de cómo responder con y sin balón. Los líderes son líderes y tenemos un grupo de jugadores en los que todos expresan esa capacidad de liderar. Cuánto más líderes tengamos en el campo y en las estructuras, vamos a funcionar mucho mejor”.

Su última razón para estar en este juego radica en su manejo de la exposición. “Yo soy un entrenador sin redes sociales. No muestro para que la gente diga que soy bueno porque trabajo con un dron o con cámaras. Hay que respetar la intimidad”. Llegó a ironizar: “No tengo redes sociales, por eso luzco más joven”. No es un detalle menor para alguien que debe lidiar con Neymar. O más: con los rumores de que Messi podría arribar a la capital francesa a mitad de año. O todavía más: antes que eso, debe jugar octavos de final de la Champions contra el Barcelona.   

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.