El mensaje de China al mundo: crecimiento económico, autosuficiencia tecnológica y estabilidad interna

Un análisis de lo que dejó la reunión anual de la Asamblea Nacional Popular en Pekín.

Miles de delegados representantes de las distintas regiones de China se dieron cita este mes en Pekín para participar de la reunión anual de la Asamblea Nacional Popular. El principal órgano legislativo de ese país fue convocado para aprobar el plan económico de los próximos cinco años y definir la agenda política para lo que queda de 2021.

Uno de los anuncios más esperados fue la fijación de la meta de crecimiento. El hecho de que vuelva a haber una meta es, de por sí, un dato relevante. En 2020, se decidió no especificar un objetivo de crecimiento debido al shock económico producido por el COVID-19. La fijación de una meta es, además, un reflejo de la confianza de China en su recuperación post pandemia. De hecho, fue el único país que creció, aunque un modesto 2,3%, en 2020.

Para 2021, China fijó un target de alrededor del 6%, lo que implica un retorno a los niveles de crecimiento pre-pandemia de 2019. Además, estableció una meta de desempleo urbano de alrededor del 5,5% y un déficit fiscal del 3,2%. No sólo la meta fijada por el gobierno chino resulta factible, sino que los economistas prevén que el crecimiento será aún mayor. De hecho, el objetivo propuesto está por debajo de las estimaciones del FMI que había previsto un crecimiento del 8,1% de la economía china para este año. En ese sentido, el gigante asiático podría estar fijando una meta más flexible para dar lugar a una reforma estructural que le permita crecer menos, pero de forma más sustentable. Un crecimiento superior al 10% por cuatro décadas provocó un singular deterioro ambiental y distributivo y acentuó las brechas de crecimiento y bienestar entre las regiones. Por lo tanto, el desafío actual es estabilizar el crecimiento y enfocarse más en la “calidad” que en la “cantidad”.

El primer ministro chino, Li Keqiang, se refirió a una nueva modalidad de desarrollo que toma como pilar principal el mercado interno. Dado el impacto severo del COVID-19 en la economía mundial y las disrupciones comerciales causadas por la guerra comercial con Estados Unidos, China necesitará fortalecer la demanda y el consumo domésticos a fin de lograr la meta de crecimiento. Para lograrlo, será preciso una significativa redistribución del ingreso que eleve la capacidad de compra de la población. No se trata de un desafío menor, la contraparte del “milagro chino” fue una aguda concentración del ingreso y la riqueza, por lo que es actualmente uno de los países más desiguales el mundo.

El nuevo plan pone un fuerte énfasis en el desarrollo tecnológico, la innovación interna y la inversión en nuevas tecnologías. Se destinará un 7% anual del PBI a investigación y desarrollo, es decir, la inversión en esta área superará la meta de crecimiento esperado. El objetivo es que China se convierta en una potencia tecnológica capaz de construir un sistema industrial moderno que le permita alcanzar una mayor autonomía en materia de alta tecnología. La guerra comercial con Estados Unidos dejó en evidencia las vulnerabilidades de China, fundamentalmente en relación a su dependencia de los proveedores globales de alta tecnología, como los semiconductores. En la práctica, esto implica que los países donde se producen estos bienes tienen la capacidad de ejercer presión sobre China obstruyendo las cadenas de suministro de insumos esenciales.

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Este es probablemente el mensaje más importante que dejó la Asamblea Nacional del Pueblo para el resto del mundo: China está absolutamente determinada a basar su crecimiento en el desarrollo tecnológico cortando toda dependencia de poderes extranjeros, eventualmente hostiles. Si bien, por el momento, está lejos de ser tecnológicamente independientemente, el gobierno prevé un enorme apoyo e inversiones para lograr avances significativos en ese sentido en los próximos años.

El plan económico fue aprobado sin cambios ni discusiones, lo cual no constituye una sorpresa para nadie. Aunque la Asamblea Nacional del Pueblo es, en teoría, el órgano más poderoso de ese país, en la práctica actúa más como caja de resonancia de lo decidido previamente por las altas autoridades del partido.

Más aún, el gobierno chino presenta la ausencia de debate como una muestra de estabilidad interna, consenso y unidad. Para China, la falta de disidencias refleja la superioridad de su forma de gobierno, en contraste con la polarización y la lucha partidaria de Occidente. La elite china está convencida de que su sistema es superior y que hace posible un mejor nivel de vida para una mayor cantidad de personas. Esta noción de superioridad, que se proyecta a toda la nación a través de los medios de comunicación oficiales, se vio reforzada por el éxito económico, la gestión exitosa de la pandemia y los resultados en materia de alivio de la pobreza.

Sin embargo, las protestas masivas de activistas pro-democráticos en Hong Kong colisionaron con esta narrativa de estabilidad interna que el partido muestra al resto del mundo. Luego de la aprobación de la Ley de Seguridad Nacional y la detención de cientos de activistas, la Asamblea Nacional del Pueblo aprobó una resolución para que “solo los patriotas gobiernen Hong Kong”, en palabras de Xia Baolong, jefe de la Oficina de Asuntos para Hong Kong y Macao. La nueva medida reducirá la representación democrática en la ex colonia británica y permitirá a Pekín vetar candidatos electos.

El último encuentro anual de la Asamblea Nacional del Pueblo refleja tanto las prioridades del gobierno chino como la imagen que este país busca proyectar al mundo. China está determinada a evitar el conflicto y favorecer la estabilidad interna. Este objetivo es esencial para mantener el foco en los logros que le permitirán acceder al «sueño chino», esto es, continuar con las reformas para impulsar la productividad y la innovación a fin de convertir a China en una superpotencia tecnológica. Las reformas se enmarcan en la búsqueda de un nuevo modelo integral de desarrollo, según el cual, el PBI ya no es el indicador único y equívoco de crecimiento económico.

Politóloga e Internacionalista / Máster en Economía y Política Internacional / Coordinadora General de Relaciones Internacionales en la Cámara Argentina de Comercio y Servicios / Profesora adscripta de Política Internacional Contemporánea en la Universidad Católica Argentina.