El lado oscuro de Amazon

La empresa de Jeff Bezos tenía planes de desembarcar en Argentina pero no sucederá.

Durante las últimas semanas la empresa Amazon fue noticia por distintos motivos. Primero, porque parece que la persona más rica del planeta, Jeff Bezos, fue hackeada por el príncipe de Arabia Saudita. Además, se conoció hace días que el patrimonio del villano favorito de las compañías de internet alcanzó los 130.000 millones de dólares.

Durante todo 2019 hubo rumores acerca de que la empresa más grande de internet tenía planes de instalarse en Argentina en 2020. Incluso el intendente de Bahía Blanca, Héctor Gay, anunció que la compañía de Bezos había comprado un terreno de 140 hectáreas en la zona franca de esa ciudad, donde se instalarían data centers, y hasta calculó la inversión en 800 millones de dólares. Pero en enero se supo que AWS (Amazon Web Services) había suspendido su plan de desembarcar en Argentina.

Bailando por una oficina

Resulta que en septiembre de 2017 Amazon anunció que sumaría una segunda sede a sus oficinas principales, ubicadas en Seattle, una ciudad en el estado de Washington, al noroeste de Estados Unidos. El proyecto se llamó HQ2 (por headquarters, «sede principal» en inglés) y abrió una convocatoria a todas las ciudades estadounidenses que quisieran alojar el segundo hogar de Amazon. La empresa de Bezos, entre otras cosas, prometía 50 mil puestos de trabajo con remuneraciones altas e inversiones por alrededor de 5.000 millones de dólares.

En la convocatoria se aclaraba que sumarían puntos aquellas postulaciones de áreas metropolitanas que contaran con más de 1 millón de habitantes, aquellas «locaciones urbanas o suburbanas con el potencial de atraer y retener fuerte talento técnico» y las «comunidades que piensen en grande y de manera creativa al momento de considerar locaciones y opciones inmobiliarias». Además, entre la información para los postulantes la empresa también incluyó algunos «atributos ideales» que debía tener el lugar en el que se emplazarían los HQ2, que planea contar para 2027 con 33 edificios, que entre todos sumarán casi 1 millón de metros cuadrados.

Casi todos esos atributos tenían que ver con la morfología e infraestructura de la ciudad que potencialmente alojaría a las nuevas oficinas: el lugar ideal debía contar con un aeropuerto a menos de 45 minutos de distancia, debía estar a 45 km. o menos del centro de la ciudad, no estar a más de 3 km. de una autopista principal, y debía tener acceso directo al sistema de transporte masivo como trenes, subtes y colectivos. Por último, se mencionaba un detalle muy importante: cualquier incentivo que bajara desde el estado local o provincial, tales como exenciones impositivas, cesión o adecuación de tierras públicas o acceso a créditos convenientes, serían «un factor crítico en la decisión final».

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Delivery boys

A pesar de todos esos requisitos, en menos de dos meses Amazon recibió postulaciones de 238 ciudades, dispersas en casi todo el territorio gobernado por Donald Trump, que se quejó de que la empresa usaba al servicio postal nacional como si fueran «chicos de delivery» y también acusó a Bezos de evadir impuestos. No es el primer presidente que se enemista con Amazon. El mandatario francés, Emmanuel Macron, ya lo había hecho al gravar con una tasa del 3% a las grandes compañías de internet. En ese mismo país, la alcaldesa de París Anne Hidalgo, a fines del año pasado propuso crear un impuesto específico «para costear las emisiones de carbono y la congestión de tráfico que genera el e-commerce».

La competencia entre las ciudades estadounidenses por los HQ2 fue feroz y se dieron algunos hechos insólitos como cuando un grupo de inversores de Tucson, en el sur de Arizona, le envió de regalo a la compañía de Bezos un cactus de 6,5 metros de altura para manifestar su intención de postularse como candidatos. Amazon agradeció el excéntrico regalo pero lo donó a un museo aludiendo que no podía recibir obsequios durante el período de selección.

Un par de meses después, Amazon anunció que la decisión final iba a estar entre Long Island City, un barrio en Queens, Nueva York, y Crystal City, en Arlington, Virginia, lugar que finalmente resultó seleccionado. Pero antes de darse a conocer la decisión se rumoreaba que la empresa iba a dividir la nueva sede entre las dos ciudades. La jugada de Amazon también despertó tensiones políticas. Cuando el Gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, fue consultado acerca de la posibilidad de que Amazon desembarque en su territorio dejó clara su posición: «Me cambiaré el nombre a Amazon Cuomo si eso se necesita para que nos elijan a nosotros».

Muy lejos de esa postura -y llamativamente más cerca de Donald Trump- se encontraba la joven legisladora demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, quien se opuso fuertemente a que el gobierno de su ciudad natal le otorgara beneficios impositivos a la empresa mejor valuada del mundo. Además, alertó sobre la posibilidad de que las inversiones de Amazon terminaran expulsando a la población local. AOC tuiteó: «Desplazamiento no es lo mismo que desarrollo comunitario. Invertir en condominios de lujo no es lo mismo que invertir en personas y familias». Las críticas de propios y ajenos no tardaron en llegar.

El impacto urbano

Más allá de la carrera algo desesperada y de las internas políticas que despertó, en el camino hubo cuantiosos análisis acerca de los beneficios que podría traer aparejada una inversión del calibre que proponía Amazon. Pero por el lado de los urbanistas, en cambio, el foco estuvo más bien puesto en los perjuicios que podría generar.

Al igual que Ocasio-Cortez, el urbanista Richard Florida también alertó acerca de las posibles externalidades negativas que podría generar la llegada de Amazon a cualquier ciudad que resultara elegida. Sin embargo, para Florida, nunca se trató de la búsqueda de una nueva sede. «Amazon hizo todo bien, los que jugaron un papel lamentable fueron los alcaldes, los gobernadores y empresarios locales que se pusieron de rodillas y le dieron a Amazon muchísima cantidad de datos e información valiosísima», afirmó.

El urbanista y profesor de la Universidad de Toronto incluso fue más allá y llamó a algunos de sus colegas, como Saskia Sassen y Jeffrey Sachs, y firmaron junto a decenas de académicos una petición dirigida a los mandatarios de las veinte ciudades finalistas y a Amazon. «Las exenciones impositivas y los incentivos ofrecidos por gobiernos locales son frecuentemente contraproducentes, de acuerdo a una gran cantidad de investigaciones. Esos incentivos no alteran las decisiones sobre la localización de las empresas y son menos importantes que otros factores. Peor, estos incentivos y exenciones desvían fondos que podrían ser volcados a servicios públicos tales como escuelas, programas de vivienda, capacitaciones laborales y transporte, una manera más efectiva de estimular el desarrollo económico», plantearon.

Aunque hace algunos meses Amazon también empezó a construir oficinas en Nueva York (finalmente sin ninguna ventaja impositiva), la locación elegida para los HQ2 fue Crystal City, en Virginia. Y las premoniciones de las voces opositoras se comenzaron a cumplir.

Más allá del marketing urbano que comenzó luego de la selección -que incluye un intento de cambio de nombre de la localidad- las expectativas que despertó la llegada de Amazon ya está teniendo efectos en el mercado inmobiliario local. Por ejemplo, el condado de Virginia, donde ya se empezaron a construir las nuevas oficinas, está experimentando un boom inmobiliario por la creciente demanda: entre 2018 y 2019 el valor promedio de una propiedad en esa zona aumentó un 4% en dólares.

La instalación de empresas de tecnología y su relación con el aumento de precio de la tierra urbana, y por ende también de los alquileres, no es un dinámica nueva. Es un fenómeno que, entre otras ciudades, experimentó Palo Alto, donde se emplaza la zona conocida como Silicon Valley. No es casualidad tampoco que San Francisco, a muy pocos kilómetros de distancia, sea la segunda ciudad -después de Hong Kong- con los alquileres más altos del mundo.

La llegada de trabajadores con salarios altos casi indefectiblemente modifica la estructura de precios del mercado inmobiliario local causando, la mayoría de las veces, expulsión de familias de recursos más bajos que ya vivían en el lugar hacia la periferia de la ciudad. Esa dinámica, que genera fragmentaciones socioterritoriales importantes, siempre enciende debates porque las grandes empresas de tecnología como Google y Amazon prometen infinidad de beneficios pero nunca mencionan el lado oscuro de esas promesas.

 

Escribo sobre temas urbanos. Vivienda, transporte, infraestructura y espacio público son los ejes principales de mi trabajo. Estudié Sociología en la UBA y cursé maestrías en Sociología Económica (UNSAM) y en Ciudades (The New School, Nueva York). Bostero de Román, en mis ratos libres juego a la pelota con amigos. Siempre tengo ganas de hacer un asado.