El hijo pródigo de Florencio Varela

Defensa y Justicia ganó la Recopa Sudamericana. El primer título con Beccacece, el entrenador que estuvo en tres períodos.

Hola, ¿cómo estamos?

A Florencia Chagas le pidieron su autorización para usar la foto en el draft de la WNBA -la NBA de mujeres- y vivió desde Empoli, mientras estaba en una videollamada con su papá y su mamá, un hecho histórico en el básquet nacional: es la primera argentina en llegar a la mejor liga del mundo.

No sólo me pareció emocionante por lo inédito sino porque tiene 19 años y, en estos días donde todo se siente sin futuro, no deja de ser la ilusión de tener una deportista de elite por mucho tiempo.

Se dio en la misma semana en que se confirmó que los Oklahoma Thunders ficharon a Gabriel Deck, un argentino parido en Santiago del Estero y que llegó sin zapatillas al club Central Argentino Olímpico de Ceres, su primer club. 

Este newsletter arranca esperanzador así que aplaude de pie estas grandes noticias.

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El hijo pródigo de Florencio Varela

Hacía doce años que había dejado su país. Tenía 36 almanaques, acababa de terminar su paso en la Universidad de Chile y su cabeza no podía parar. Todavía vivía en Santiago, pero viajó a Buenos Aires junto a su ayudante de campo para dos reuniones que no tenían nada que ver con Argentina. Al mediodía, en un restaurante, con el Querétaro de México. A la noche, con el Dínamo Houston, en un ágape sin sentido entre un director que no hablaba castellano, ellos que no manejaban el inglés y una computadora que traducía toda su intensidad futbolística. El plan era migrar al fútbol de América del Norte. Había un vuelo de madrugada, así que fueron a cenar con amigos y uno se animó a cantarles su posta: “Ustedes tienen que venir acá, porque necesitan pasión”. Sebastián Beccacece lo miró a Nicolás Diez y le dijo: “Tiene razón, tenemos que venir acá, es lo que necesitamos”. 

Hicieron correr la bola. Jorge Almirón le había hablado a Cristian Bragarnik de ellos. El representante lo citó, pero él le aclaró que no trabajaba con agentes. Le contó del proyecto de Defensa y Justicia y lo sedujo. Mientras, le metió por debajo una propuesta de Arsenal y una de Unión. No picó. El hijo adoptado de Florencio Varela ya sabía que había encontrado el lugar ideal para ser consuelo de su locura.

Mover la vida de Santiago de Chile requería algunos papeles. Uno era casarse con Patricia, su compañera de siempre. Fue ida y vuelta en el día hasta allá para firmar. Hacía algunas semanas había renunciado Ariel Holan en el Halcón de Varela -lleva ese apodo porque así le dicen al bondi 148 que llega hasta ahí- y les tocó debutar con Patronato. Ganaban 1-0, el equipo brillaba, el delantero Andrés Ríos corría para el 2-0 y se desgarró. Cuesta abajo: en el último instante, cayeron 2-1. Del primer tiempo, se fue aplaudido. Del segundo, un plateista le dejó una profunda reflexión: “Andate a Chile, ladrón”. 

Tuvo dudas. Algo no andaba. La vida, aun así, tiene bifes que acomodan. Su cuerpo técnico y él estaban planificando el partido contra el Atlético Rafaela del Chocho Llop, cuando la noticia del accidente de Chapecoense les heló la piel. La muerte de casi todo un plantel brasileño los dejó mirando el suelo. Y los puso en eje. Relativizaron toda la mierda que emana la derrota en el fútbol y llenaron el vestuario de frases positivas.

Tenía que encajar las piezas. El plan estaba pensado con Rafael Barrios por la derecha y Nacho Riveros por el medio. No encontraba por dónde podía venir el gol. En el fútbol profesional, se puede construir cualquier funcionamiento y que se ejecute bien, pero el grito es la moneda para poder seguir conversando. Vio a Leonel Miranda en el banco de suplentes y confió tanto en él que cuatro años más tarde se lo llevó a Racing. El volante, con pasado en Independiente, hizo el 1-0 y abrió el cofre de la confianza. En los 20 partidos siguientes, Defensa y Justicia sacó la misma cantidad de puntos que Boca, el campeón del certamen. Beccacece ya tenía su lugar en el mundo.

A los veintitrés años, había dejado su casa de Rosario. Se subió a un micro hasta Lima y se asoció a Jorge Sampaoli para respirar el fútbol del continente. Con él regresó, tras esa primera experiencia en Defensa y Justicia, para dirigir a la Selección argentina en el Mundial 2018. Luego de Rusia, se hospedó de nuevo en su casa de Florencio Varela, salió subcampeón, se clasificó a la Libertadores y tomó envión nuevamente. Se instaló en Avellaneda, puso su sien bajo la presión de Independiente y, sin freno, pasó a Racing. Pocas cosas hay más marketineras en este continente que ganarle a Flamengo. No cualquier equipo tiene 50 millones de hinchas. Con la Academia, lo consiguió por penales, en la Libertadores y el continente le puso los ojos en la nuca. Desde la Selección de Chile hasta Palmeiras. Mudarse incluía un problema que no lo atravesaba cuando entregó su barrio por la pelota: su hija más grande cumplía 15 años, ya no viajarían con él. Le quedaba un tiempo para estar en Buenos Aires.

A Hernán Crespo lo llamó el Sao Paulo de Dani Alves y no pudo dudarlo. Bragarnik jugó rápido, citó a Beccacece y lo picó para coronar lo que faltaba: su primer título como entrenador. Delante, a poco tiempo, estaría la final de la Recopa contra Palmeiras. Era difícil, no imposible. Y, si no, si perdía, ahí estaba uno de los secretos de los ojos de Defensa y Justicia: aguantar los procesos más allá de la derrota.

Ezequiel Unsain es el arquero del equipo que esta semana venció épicamente a Palmeiras, de visitante, por penales. Las crónicas del encuentro jerarquizarán para siempre el Yin y el Yan del hombre bajo los tres palos. Es que hizo un penal infantil que puso todo en peligro. Pero remendó su error atajándolo. Y siguió ofreciendo las manos para coronar ese momento dramático: en la definición final desde los doce pasos, se lo contuvo al brasileño Luiz Adriano, con ayuda del palo. Suma apenas 26 años y ya le llegaron ofertas del exterior. Prefiere quedarse: “Este club es un claro ejemplo de que hay que tener paciencia, de que hay que esperar, de soportar para que los resultados lleguen. Estamos en una sociedad totalmente resultadista en la que la exigencia constante es ganar, ganar y ganar. Entonces nosotros trabajamos para ganar porque todos los clubes del mundo se entrenan para ganar. Pero también sabemos que hay muchas veces que necesitamos tener paciencia para que los resultados y lo que trabajamos lleguen lo antes posible. Acá puedo desarrollarme”.

Defensa y Justicia se pensó como un club social y hoy se volvió la casa modelo de gestión de la pelota. Ascendió en 2014 y su progreso funcionó infinito. Su primer acierto como modelo fue la elección de entrenadores: Jorge Almirón, Diego Cocca, Darío Franco, Nelson Vivas, Turu Flores, Ariel Holan, Beccacece -tres ciclos-, Juan Pablo Vojvoda, Mariano Soso y Crespo. El segundo fue el manejo de información de Bragarnik, su gestor deportivo no nombrado en los papeles y sí en el vox populi, el empresario más poderoso del fútbol argentino -con lo prolijo y lo desprolijo de ese puesto-, especialista en captar talentos que no funcionan del todo en otros contextos.

Un gráfico claro del último punto son sus delanteros. Cuando Braian Romero convirtió en la final de la Sudamericana contra Lanús o en la ida de la Recopa contra Palmeiras, exhibió una musculosa que decía: “La gloria a Dios”. Se asumió devoto de la religión cuando superó una artritis reumatoidea que lo internó y le puso en duda su continuidad en la pelota. Es un talentoso al que le enfocaron el ojo Independiente y Athletico Paranaense. Fue, no anduvo y terminó encontrando su contexto en Varela. El mismo ejemplo de que no todos podemos funcionar en todos lados le ocurre a Walter Bou, socio arriba. Su pase es de Boca, aunque nunca encontró del todo la confianza en la casa azul y amarilla. La película El juego de la fortuna cuenta la historia de Billy Bean, un gerente deportivo de los Atléticos de Oakland, que suma a un genio matemático para diseñar un sistema de scouting para captar mejores profesionales. Antepone el estudio para sobrepasar los fichajes que no se dan, quizás, por apariencias, como el caso de un pitcher con codo deforme. Parte de ese método está brillantemente desarrollado en Soccernomics, el libro del periodista Simon Kuper y del economista Stefan Szymanski. Es tan cierto que Bragarnik no se parece al actor Brad Pitt que encarna a Bean como que el desarrollo de secretarías técnicas afina el margen de acierto y de error en las contrataciones. Defensa y Justicia, en eso, evidentemente le saca diferencia al resto. Ya no sólo de Argentina. Ahora en el continente.

Si lo de las sonrisas de Defensa y Justicia guarda un costado poético, nada mejor que apelar a la letras para certificarlo. Si hay un cuento en la literatura argentina que menciona al club es «Susvín», de Juan Sasturain, hoy director de la Biblioteca Nacional. De cuento dentro del cuento. El protagonista de la historia es un tal Loayza. Todo un anticipo: en el defensa campeón juega un Loaiza, Raúl y colombiano. Creer o imaginar.

Dicen que la NBA es una liga perfecta porque todos los equipos han tenido una época en que fueron los mejores. El fútbol argentino, como casi todas las ligas del mundo, son controlados por sus conjuntos más poderosos. Aun así, siempre le ha guardado capítulos a historias que aparecían. Defensa y Justicia se impuso sin que nadie lo esperase. Ni siquiera los vecinos de las calles de barro de alrededor del estadio Tito Tomaghello. Tras la Sudamericana y la Recopa, la semana que viene arrancará la Libertadores, en un grupo muy picante, con Palmeiras, con Universitario y con Independiente del Valle. A esta altura, parece absurdo romantizar el hasta dónde puede llegar. Vale decir que es un candidato a llegar lejos. Más si está su hijo pródigo en el banco.

Pizza post cancha

  • El martes 13 se cumplieron seis años de la muerte del maestro Eduardo Galeano, uruguayo y del mundo, futbolero en mil líneas. Entre tanto texto suyo para volver, me quedo con éste
  • El miércoles 14 transcurrió el aniversario 43 del fallecimiento de Dante Panzeri, un periodista que cambió las maneras de abordar el deporte y que dejó miradas sobre la profesión que siguen abriendo muchos debates y sacuden en serio. 
  • El viernes 16 fue para recordar a Enrique Raab, un brillante del periodismo, desaparecido desde esa fecha de 1977 por la acción criminal de la última dictadura, que no se dedicó al deporte pero dejó esta crónica ejemplar a la que siempre hay que volver. 

Si podés, danos una mano.

Hay que cuidarse. La vida pide 4-5-1, tener la pelota y a esperar. Resistir también es ganar. Vi este corto hace diez años y me sigue pareciendo hermoso: L’equip petit te lo dejo de regalo. Las buenas ya van a venir.

Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.