El deporte lidera la rebelión

Antes de los incendios y de las revueltas por el asesinato de George Floyd, Colin Kaepernick protestó en paz contra el racismo pero nadie lo escuchó.

Cuando en 1966 Muhammed Alí se negó pacíficamente a participar de la guerra de Vietnam, fue condenado a cinco años de prisión, le suspendieron su licencia, le arrebataron su título de campeón mundial de los pesados y tardó tres años en subirse nuevamente a un ring: “No, no voy a ir a 10.000 millas de casa para ayudar a asesinar y quemar otra nación pobre, simplemente para continuar la dominación de los amos esclavos blancos. El verdadero enemigo de mi pueblo está acá. Así que iré a la cárcel, ¿y qué? Hemos estado en la cárcel durante 400 años.»

Cuando Colin Kaepernick se quedó sentado pacíficamente durante el himno nacional el 26 de agosto de 2016 en un partido de pretemporada de sus San Francisco 49ers, uno de los nombres fuertes del fútbol americano estadounidense sentenció su carrera: “No me voy a parar para mostrarle respeto a una bandera en un país que oprime a la gente negra y a la gente de color”. Nunca más volvió a jugar.

El asesinato del afroamericano George Floyd a manos de la policía en Minneapolis convirtió a Estados Unidos en un campo de batalla: “Cuando el civismo lleva a la muerte, la única reacción lógica es la rebelión. Tenemos el derecho de luchar”, escribió Kaepernick, el Alí moderno, en su Instagram.

La rebelión empezó en Minneapolis pero se extendió por todo el país. 25 ciudades en 16 estados impusieron el toque de queda. “I can’t breathe”, no puedo respirar, se convirtió en la trágica bandera que enarbola el pueblo afroestadounidense que reclama justicia en las calles.

El contexto profundiza la crisis: según el movimiento Black Lives Matter, la comunidad afroamericana es la más castigada también por el coronavirus en un país con más de 105.000 muertos por la pandemia. “Es devastador para nosotros, la tasa de mortalidad es dos o tres veces superior a la del resto de la población”, aseguran.

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El caso Floyd y sus antecedentes

“I can’t breathe” fue la frase que repitió con desesperación George Floyd mientras su vida se apagaba.

El último 25 de mayo, el departamento de policía de Minneapolis recibió una denuncia por una falsificación en curso: un individuo había intentado usar 20 dólares falsos en un restaurante. Cuatro policías (Derek Chauvin, Thomas Lane, Tou Thao y J. Alexander Kueng) participaron de la detención, sin resistencia, de Floyd.

Esposado, Floyd cayó de camino al patrullero. Chauvin lo sometió, con su rodilla izquierda sobre su cuello en una técnica que no forma parte de su  entrenamiento policial, durante siete minutos.

Darnella Frazier, una joven de 17 años, sacó su celular y registró la brutalidad de Chauvin. Con Floyd inconsciente e inmóvil, una ambulancia se lo llevó. A las 21.25 del 25 de mayo fue declarado muerto en el Hennepin County Medical Center.

“Ser negro en Estados Unidos no puede ser una sentencia de muerte”, condenó inmediatamente el alcalde de Minneapolis, Jacob Frey. Mientras, el cuarteto policial completó su informe: “Floyd se resistió a la detención”. Las cámaras de seguridad de la zona refutaron sus reportes, el FBI intercedió y los cuatro fueron inmediatamente despedidos de la fuerza.

Chauvin tenía antecedentes. En 19 años había sumado una docena de quejas por su conducta, había sido investigado en tres ocasiones por otros enfrentamientos confusos pero nunca había sido sancionado.

El 29 de mayo fue detenido, acusado de asesinato en tercer grado. Será defendido por el abogado Tom Kelly, quien en 2016 consiguió la absolución del oficial Jerónimo Yanez tras tirotear a Philando Castle. Si lo declaran culpable, Chauvin podría recibir hasta 25 años.

El homicidio de Floyd no fue el primero registrado por un ciudadano, tampoco el primero en viralizarse. En 2009, cuando Oscar Grant regresaba de una fiesta de año nuevo en San Francisco, fue reducido por la policía tras una pelea en el tren y Johannes Mehserle le disparó por la espalda. Adujo que en realidad había intentado controlarlo con su pistola taser y apenas cumplió dos años de reclusión.

“I can’t breathe” fue también el grito que Eric Garner, reportado por vender cigarrillos sueltos sin licencia, repitió once veces el 17 de julio de 2014 mientras el oficial Daniel Pantaleo lo estrangulaba. Garner murió por la compresión que sufrió en su cuello y en el pecho a manos del integrante del Departamento de Policía de Nueva York.

Pantaleo fue reasignado a tareas de escritorio tres días después. El 3 de diciembre, el Gran Jurado de Richmond decidió no acusar a Pantaleo, despedido recién en 2019. La furia por otro caso impune desató más de 50 protestas a nivel nacional.

Pantaleo no fue una excepción: según la iniciativa Mapping Police Violence, entre 2013 y 2019 la policía asesinó a 7.667 personas y el 99% de los policías victimarios no fueron enjuiciados. «El 24% de los 1099 asesinados en 2019 fueron afro-americanos pese a ser el 13% de la población», detalla en su último informe.

La NBA no puede respirar

El deporte reaccionó al asesinato de Garner. Derrick Rose, base por entonces de Chicago Bulls y el jugador más valioso más joven de la historia de la NBA, fue el primero en usar una remera negra que en blanco destacaba una frase: “I can’t breathe”.

LeBron James y Kobe Bryant, dos de los sucesores de Michael Jordan, también vistieron la camiseta. “Creo que sería un grave perjuicio limitar esto a un tema racial. Es un asunto de justicia”, analizó Bryant, la leyenda que falleció el último 26 de enero en un accidente aéreo.

El gesto de LeBron, el ícono de la última década del deporte estadounidense, fue resaltado por Barack Obama, presidente de Estados Unidos en 2014. “LeBron hizo lo correcto. Nos olvidamos del rol que jugaron Muhammad Alí, Arthur Ashe y Bill Russell en elevar la conciencia social”, afirmó.

La máxima estrella de la NBA se convirtió también en un referente social: fundó una escuela pública en su Akron natal y protagonizó una rivalidad mediática con el electo Donald Trump. “Ir a la Casa Blanca era un honor hasta que apareciste”, escribió en septiembre de 2017 después de que Trump le retirara la invitación a la Casa Blanca a los Golden State Warriors campeones.

Considerado el Rey de la NBA, James fue atacado por Fox News, el brazo mediático de la derecha estadounidense. La conductora Laura Ingraham cuestionó el intelecto de LeBron por sus comentarios criticando el tenor racista de Trump: “Guárdense sus comentarios, cállense y piquen la pelota”.

Pero LeBron respondió. «Su reacción me hizo saber que todo lo que yo dije es correcto. Pero no nos vamos a callar y driblar. Definitivamente no, significo mucho para la sociedad y los jóvenes», sostuvo.

Después del asesinato de Floyd, LeBron volvió a hablar. Lo hizo a través de su Instagram, a sus 65 millones de seguidores, con una imagen contundente: “¿Lo entendés AHORA? ¿O todavía está borroso para vos?”. En la foto que acompaña su reflexión, hace un paralelismo entre la rodilla hincada de Derek Chauvin y la de Colin Kaepernick. “This… is Why.”. Este es el por qué.

En la lista negra

Colin Kaepernick, mariscal de campo, aterrizó en la NFL en 2011. Elegido por San Francisco 49ers, lideró a la franquicia al popular Super Bowl en 2013. Cuatro años después, disputó su último partido el 1 de enero de 2017. Semanas antes, se había arrodillado junto a un compañero durante el himno nacional con el fin de concienciar sobre el racismo y la brutalidad policial: “No soy anti Estados Unidos. Quiero ayudar a que sea un país mejor”.

Obama defendió a Kaepernick pero la elección de Donald Trump cambió el ambiente político. Desde su Twitter, Trump pedía sanciones a Kaepernick primero y a todo aquel que se manifestara pacíficamente en público. Los llamó “antiamericanos”, entre otras descalificaciones.

La NFL, conformada por dueños de varias franquicias que aportaron dinero a su campaña presidencial, incluyó a Kap en una lista negra: ninguno de los 32 equipos lo incorporó a su equipo, incluso cuando varios mariscales de campo de menor nivel se mantienen vigentes.

Sumergido en un forzado retiro prematuro, Kaepernick se convirtió en emblema de Nike. “Cree en algo aunque signifique sacrificarlo todo”, expuso en una campaña publicitaria lanzada en 2019. En ese mismo año, #ImWithKap (#EstoyconKap) fue trending topic en Twitter durante el Super Bowl.

Kap venció a la NFL, en la que menos del 10% de entrenadores y más del 60% de los jugadores son afroestadounidenses, en una queja que presentó en octubre de 2017 en la que acusaba a la liga y a las franquicias de proscribirlo por su manifestación durante el himno nacional: llegó a un acuerdo por menos de diez millones de dólares.

En noviembre de 2019, la NFL le propuso un entrenamiento público en las instalaciones de Atlanta Falcons para que pudiera mostrarse a sus equipos. Sin embargo, no autorizaron el libre acceso de los medios y Kap decidió mover la práctica a un campo privado: ocho ojeadores se hicieron presentes pero Kap no recibió ninguna oferta formal. Marginado, se consolidó como el mayor activista desde Alí.

La NFL publicó en Twitter un comunicado del comisionado Roger Goodell: “La familia de la NFL está muy triste por los trágicos acontecimientos en todo nuestro país”. La respuesta fue unánime: hubieran escuchado a Kaepernick.

El deporte contra el racismo

El escalofriante video del asesinato de Floyd despertó la indignación a nivel mundial: los deportistas no fueron la excepción. James y Kaepernick encabezaron el movimiento que hoy se adueñó de las calles de Estados Unidos.

Stephen Curry, estrella NBA y figura de Golden State Warriors, expresó su indignación en las redes sociales: “George no merecía morir. George suplicó ayuda y fue directamente ignorado, lo que habla alto y claro de que su vida negra no importaba. George fue asesinado. George no era humano para ese policía que lenta y deliberadamente le quitó la vida”.

Steve Kerr, su entrenador en Golden State y compañero de Manu Ginóbili en San Antonio Spurs, fue aún más categórico. “Esto es un asesinato. Asqueroso. En serio, ¿qué demonios pasa con Estados Unidos/nosotros?”, escribió. 

Stephen Jackson, ex figura NBA, irrumpió públicamente en Minneapolis en una manifestación por Floyd: era uno de sus mejores amigos.

Jackson protagonizó una pelea inolvidable en sus días como jugador. En un partido entre Indiana Pacers y Detroit Pistons, saltó a la tribuna para defender a su compañero Ron Artest, involucrado en una riña con el público. “No hay manera de que pudiera vivir conmigo mismo si no hubiera ayudado a mi compañero», recordó Jackson a Grantland en 2012.

Desconsolado, defendió a su amigo: «No van a degradar a mi gemelo. No pueden decirme, cuando ese hombre tenía en la rodilla en el cuello de mi hermano, quitándole la vida, que en su rostro no decía: ‘Estoy protegido’. No pueden decirme que no sentía que era su deber asesinar a mi hermano. No podemos amar para siempre y el odio está saliendo. Fue asesinado a plena luz del día para que el mundo lo vea».

Karl Anthony Towns, quien apareció en público por primera vez tras sufrir la muerte de su madre por coronavirus, acompañó a Jackson. Towns es la figura de Minnesota Timberwolves, una franquicia heterogénea: su general manager colombiano armó un staff en el que reina la diversidad.

Dwane Casey, entrenador de Detroit Pistons y coach del año en 2017-18, recordó su niñez segregada en un comunicado tan triste como poderoso. Malcolm Brogdon, clave en Indiana Pacers, marchó con un megáfono en mano: “Mi abuelo marchó junto a Martin Luther King en los 60, y era asombroso. Estaría orgulloso de vernos acá”. 

Nike publicó un video que Adidas retwitteo: alianzas modernas en tiempos de redes sociales. «¿Seré yo la próxima?», se pregunta la joven Coco Gauff, la nueva promesa del tenis femenino con apenas 16 años al postear a un video conmovedor. 

“No queremos ver a los Target (una cadena de grandes almacenes de Minneapolis) quemados, queremos ver el sistema que establece el racismo sistémico incinerado hasta los cimientos”. Mientras Estados Unidos arde en llamas y Trump se pelea con Twitter y China, las palabras del rapero Killer Mike en un discurso inolvidable que brindó en su Atlanta natal resumen la motivación detrás de los incidentes de los últimos días.

Escribo desde 2009. ¿Dónde? En cualquier lado: no importa la plataforma o el medio, lo importante siempre es el contenido. Polifuncional en el periodismo como en el fútbol, puedo jugar en cualquier puesto menos como lateral izquierdo: me cuesta a pierna cambiada.