¿Dónde mierda está la vacuna?

Chile retoma donde lo dejó. Europa pacta el rescate y muestra signos de vida.

¡Buen día!

Espero que esta semana te encuentre bien. Yo me refugio en una imagen que me calma: imagino cómo va a ser el momento cuando me llegue la noticia –la notificación, el tweet– de que se encontró la vacuna.

Lo empecé a pensar en estos días, ante la novedad de que un par de proyectos registraron avances. No me meto en los detalles, me ausento de las discusiones y sostengo firme mi postura pesimista. “No sé –respondo cuando me quieren arrancar un pronóstico–. El año que viene seguro va a estar. Antes no creo”. Hago de cuenta que no pienso en eso, pero es mentira. Fantaseo con qué voy a estar haciendo, qué voy a tener puesto (acá si tengo certezas: un pijama), cómo voy a festejar. No me importan la distribución, la burocracia científica, los plazos. Pienso en la noticia del descubrimiento como el principio del fin de la agonía, y eso me calma. 

¿Dónde mierda está la vacuna?

¿HACIA DÓNDE VA CHILE?

Ayer se aprobó en el Senado chileno el proyecto de ley que permite el retiro del 10% de las AFP, el fondo de pensiones privado, para hacer frente a la crisis económica desatada por la pandemia. Vuelve a Diputados para revisiones pero ya es un hecho. Como explicamos la semana pasada, la ley es importante porque abre el camino a una reforma del sistema, uno de los pilares del modelo chileno. El proyecto, además, fracturó a la derecha, que rompió filas con Piñera, y mostró que las bases del estallido social del año pasado siguen vivas.

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Para la edición de esta semana conversé con Patricio Fernández, fundador y director de la revista The Clinic y autor de Sobre la Marcha. Notas acerca del Estallido Social en Chile. La conversación me pareció muy rica, así que decidí dedicarle espacio y publicarla casi completa.

¿Qué conclusiones sacás de la aprobación del proyecto?

El proyecto lo impone la ciudadanía. Termina apareciendo como una solución viable y atractiva para una población a la que la ayuda económica le ha llegado muy lento, especialmente la clase media. La gran cantidad de fondos ha tardado mucho y hay una enorme desconfianza con el gobierno y el sistema político en general. Además, las AFP tienen un desprestigio enorme. Entonces, cuando aparece la propuesta del retiro del 10% esta prende con mucha fuerza. Y es cierto que esto señala un cambio profundo. Este agujero al sistema de pensiones difícilmente sea cerrado. Hasta el propio Piñera habla de una reforma ahora. 

Pero hay algo que me parece más importante. Esto muestra una crisis de gobernabilidad muy grande en Chile. El estallido mostró la ruptura de la legitimidad del poder. Esta deslegitimación hace que los políticos estén muy atentos a hacer todo lo que creen que la ciudadanía quiere que hagan, dando espacio a la demagogia y a la confusión. El sistema político está enfermo de desconfianza. Cuesta imaginarse cómo se va a gobernar ante una dispersión tan grande.

¿Por qué es tan simbólico el sistema de pensiones? 

Vuelvo al estallido. Este fue un reflejo de clases medias que mejoraron mucho su nivel de vida, pudieron educar a sus hijos en la universidad, se endeudaron para adquirir bienes y pagar por esa educación, y ahora llegan a la vejez llenos de deudas y con pensiones de mierda. Toda esa mejora en la calidad de vida se convierte ahora en una carga parecida a la pobreza, sumado al hecho de que Chile tiene los remedios más caros de toda la región. Esta es la primera generación que se jubila con este sistema de pensiones, que se convierte en un nudo de todos los otros temas. Según las encuestas, el único tema que reúne a viejos y jóvenes por igual son las pensiones. Los jóvenes no tuvieron la experiencia de pobreza que vivieron sus padres pero ahora deben cargar con ellos. 

Visto desde afuera pareciera que a Piñera se le acabó el paréntesis que la pandemia le aplicó al estallido. Han aparecido protestas y las demandas de reforma volvieron sobre la mesa.

Acá hubo una gran ceguera de Piñera. La pandemia llega en pleno estallido social e interrumpe las protestas. Se generó una unidad detrás de un objetivo común. Piñera volvió a respirar: fue el único terrícola salvado por el coronavirus. Pero en lugar de aprovechar ese tiempo para generar cohesión, apelar a un frente y proyecto más nacional, decidió jugar a reconquistar el poder y la autoridad. Todo eso ahora se desmoronó. Y el estallido social, que evidentemente no había desaparecido, ahora vuelve a aparecer como una amenaza.

¿Puede la oposición de izquierda capitalizar el descontento?

De momento la ley ha unido a la oposición, pero si alguien cree que esta tiene un proyecto está muy equivocado. Como te decía, la ciudadanía desconfía de los partidos políticos, de izquierda a derecha. El sistema de partidos, que se construyó bajo el alero de las corrientes ideológicas del siglo XX, hoy está desarticulado. La gran apuesta de Chile es el proceso constituyente. No hay otra manera de que la gente se sienta escuchada con los proyectos que surjan desde el sistema político. 

Además pareciera que hablamos de izquierda para hablar de la rabia antes que de proyecto. Y el estallido no fue de izquierda. Fue de rabia. La palabra socialismo nunca apareció en las paredes, como sí lo hizo el antineoliberalismo. Lo que vimos en Chile está muy lejos de ser una revolución como la entendemos, como cambio, como la llegada de un sistema distinto. Acá estaba claro que este sistema molesta, da rabia. Pero no está claro qué sistema tiene que sucederlo. Me resulta muy difícil pensar en un partido que articule el movimiento.

Es difícil conducir esa rabia. 

El movimiento de octubre no tuvo líderes ni partidos. Dirigentes de izquierda y derecha fueron abucheados. La gran molestia del estallido era con todo lo que pareciera del mundo dirigente, o de élite. Fue algo mucho más anarco…hubo un quiebre con el concepto de autoridad. Y mostró también la manifestación de un cambio cultural, de la irrupción de mundos que no fueron escuchados previamente, como jóvenes menores de 25 años o mujeres. Los jóvenes abren el periodo de movilización en octubre y las mujeres lo cierran el 8 de marzo; ambas marchas fueron multitudinarias. Y decirle marchas es equivocado: no iban a ningún lado ni fueron convocadas por nadie.

En las protestas cada uno andaba con su cartel individual, compitiendo entre sí para tener el cartel más ingenioso, muchos de ellos disfrazados. Yo veo el estallido como la manifestación de una gran ruptura cultural, de un mundo no considerado en la transición democrática que se hace presente. Más que un nuevo partido veo un nuevo individuo. 

Y uno podría llegar a pensar, mirando lo que pasa en otros lugares del mundo, que esa rabia puede ser capitalizada por la derecha también.

Me parece completamente pensable. Por un lado ves a figuras como Joaquín Lavín, de la UDI (el partido tradicional de la derecha chilena, heredero del pinochetismo), que se distancia del partido y anuncia su respaldo al proyecto del 10% y busca representar este giro. Hoy es el candidato que más posibilidades tiene de ser presidente desde la derecha, según las encuestas. Pero hay otra cosa más. En esta situación cunde el desorden. Hay mucha violencia. Si no hay propuesta de cohesión la oferta del orden y de la autoridad también hace sentido. No es menor el universo que puede verse seducido por la idea de restituir el orden. El fin de semana salió una encuesta a gente de derecha donde la segunda fuerza que aparece con más aceptación es el Partido Republicano, de José Antonio Kast (la ultraderecha chilena). Es todo un revoltijo. 

¿Cuán importante va a ser el proceso constituyente?

Es la gran posibilidad que tiene Chile para romper con esta dispersión. Esto no significa que tenga regalada la solución, pero es la única apuesta virtuosa para la salida institucional. Yo creo que el proceso funcionaría si tiene como representantes a la convención constituyente, que es algo que se va a definir en el plebiscito de octubre, donde se va a preguntar por la aceptación a la apertura del proceso y por el mecanismo. 

Con la pandemia el tema está medio desaparecido, y hay temor de que vote poca gente. Entrar al proceso de esa manera sería nefasto. El otro gran tema es que no sea cooptado por los partidos políticos, que tienen poca representatividad. Los partidos, que son quienes más posibilidades tendrán de presentar candidaturas, deberían abocarse a presentar candidatos independientes, personas legitimadas en diferentes comunidades sociales, culturales, económicas. Tiene que vincularse la ciudadanía. Si nada de eso pasa, la wea está en problemas.

¿A qué le tenemos que prestar atención?

De acá a los próximos meses al proceso constituyente, sin dudas. En las próximas semanas a los cambios en el gabinete. El gobierno tiene un apoyo ciudadano por el suelo, y ahora podría bajar más; además perdió el apoyo de la coalición y tiene el Parlamento en contra. Hay que estar atento a si la ayuda le va a llegar rápido a la gente. Está latiendo un estallido social 2.0, que está a la espera de una buena razón para rebrotar. El proyecto del 10% se aprobó también por temor a un nuevo estallido, eso cerró la mayoría. Se cagaron de miedo. 

EUROPA PACTA EL RESCATE Y MUESTRA SIGNOS DE VIDA

El martes a la madrugada, después de cuatro días enteros de discusión –la cumbre más larga en veinte años–, la Unión Europea anunció el acuerdo para el fondo de rescate para la pospandemia y el presupuesto 2021-2027. 

Como te conté hace unas semanas, la propuesta había sido desbloqueada por Francia y Alemania y encontraba resistencia de los llamados países frugales (Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia), que se negaban a que la mayor parte de los fondos sean distribuidos como subvenciones y querían un mayor control sobre las reformas a aplicarse en los países más afectados –y que más fondos recibirán–, especialmente España e Italia. El debate, como charlamos a principios de la pandemia, expuso la división estructural entre Sur y Norte respecto a la cuestión económica. 

Esto es lo que tenés que saber sobre el fondo de rescate:

  • El fondo tendrá un volumen de 750 mil millones de euros y será financiado mediante la emisión de deuda por parte de la Comisión Europea. Es la primera vez que la institución acude a los mercados para financiarse.
  • Un 52% de esos fondos se distribuirán como subvenciones y el 48% restante como préstamos. La propuesta inicial contemplaba 2 tercios en subvenciones y el tercio restante en préstamos. Los frugales lograron equilibrar la balanza.
  • Los fondos serán repartidos según el impacto provocado por la pandemia. Un 70% va a desembolsarse en 2021 y 2022; el 30% restante en 2023. 
  • Los países no tendrán derecho a veto sobre la disposición de los recursos que haga cada Estado, una demanda de los países frugales. El premio consuelo es un mecanismo donde los países pueden elevar quejas o sospechas respecto a las inversiones y reformas de otros pero será la Comisión quien los evalúe. Solo se podrán bloquear fondos con una mayoría en el Consejo Europeo, que nuclea a todos los líderes.
  • Tampoco habrá una cláusula que ate los fondos –tanto del rescate como del presupuesto– al respeto del Estado de derecho, una medida que apuntaba sobre todo a Hungría y Polonia. La Comisión, sin embargo, podrá proponer castigos que deben ser aprobados por mayoría en el Consejo. 
  • Para convertirse en un hecho, el proyecto debe aprobarse en el Parlamento Europeo y en los parlamentos nacionales, que tendrán que habilitar a la Comisión a aumentar el techo de gasto. 

Estas son mis conclusiones.

El acuerdo es histórico

Si bien menos ambicioso que el propuesto inicialmente, el hecho de que los 27 estados miembros hayan podido pactar un acuerdo económico de semejante volumen apenas tres meses después de haberse iniciado la discusión es un gran mensaje hacia dentro y hacia fuera del bloque. Una mirada rápida por las últimas grandes discusiones, incluyendo la crisis del euro post 2009, alcanza para entender que, esta vez, la Unión está reaccionando a tiempo.

El grito desde el Sur fue escuchado: circunstancias excepcionales requieren de maniobras excepcionales. La mutualización de la deuda fue, durante mucho tiempo, una línea roja para el bloque, especialmente por el rechazo de Alemania. El tabú de la emisión de deuda comunitaria está oficialmente roto. El debate por la solidaridad europea no está saldado, es cierto, pero más de la mitad de los fondos serán entregados como subvenciones. Macron las rotuló como transferencias, una mala palabra para el Norte. El volumen de subvenciones y el amplio consenso para rechazar condicionamientos de ajuste y austeridad son una novedad en la historia tan breve como trágica de los rescates europeos. 

Contra las cuerdas, casi involuntariamente, los líderes abrieron el espacio para una mayor integración regional. La mutualización de la deuda, junto al compromiso de aplicar impuestos comunes para devolver la guita significa profundizar la cooperación en materia económica y hubiese sido impensado meses atrás.

“Hubo una conciencia que los efectos de la pandemia, si bien asimétricos, a la larga los enfrentan todos. Para los países que más exportan, como Alemania o Países Bajos, estaba en riesgo el mercado interior. Eso los impulsó también al acuerdo. El hecho de estar tan vinculados, sin controles fronterizos, podía afectar la movilidad de bienes y servicios si los estados no tienen dinero para afrontar la pandemia”, me dijo Paulina Astroza, directora del Programa de Estudios Europeos de la Universidad de Concepción, cuando le pregunté sobre los factores que llevaron al acuerdo.

Otro factor debe agregarse a la ecuación. Este acuerdo no hubiese sido posible sin la voluntad de Angela Merkel. La canciller alemana, en su último mandato pese a gozar de un boom de popularidad doméstica, invirtió el fin de su capital político en destrabar el acuerdo. A esto le llamo yo un plot twist. A principios de la discusión, Merkel estaba negada tanto a la mutualización de la deuda como al volumen de rescate; súbitamente, cambió de opinión y presentó junto a Macron el proyecto. Cualquier perfil sobre Merkel debería hacer mucho hincapié en estos meses, un fabuloso contraste con el –pobre– accionar de la canciller en la crisis de deuda del Sur. El legado de Merkel será también este acuerdo.  

–¿Después de todo este tiempo?

–Siempre.

Es pronto para conocer su impacto interno

Como ya dijimos hace unos meses, la Unión Europea quedó muy mal vista con la gestión de la crisis y el temor de un brote euroescéptico en el Sur, principalmente en Italia (hoy las encuestas arrojan una mayoría dispuesta a considerar la salida del bloque), es tendencia en los pasillos de Bruselas. 

Le pregunté a Paulina si el acuerdo alcanzaba para calmar la sensación de desamparo por parte de las ciudadanías europeas. “Va a depender de que tan rápido le llegue ese dinero a los europeos. Si se mueve lo suficientemente rápido para salvar empleos, ayudar a sectores muy golpeados como el turismo y mejorar el sistema sanitario no me cabe duda que la ayuda de la Unión se va a sentir”, me respondió. Y me apuntó que los gobiernos ya tenían acceso a fondos de urgencia que se usaron poco. 

No es únicamente la recepción de las sociedades del Sur lo que importa. En el Norte, la geografía de los países frugales, la semilla euroescéptica que cultivan los partidos populistas de derecha también puede crecer si el acuerdo es visto como un triunfo de las demandas del Sur a expensas de los bolsillos –tan amplios como prolijos– del Norte. Es por eso que líderes como Rutte, que enfrenta elecciones el año que viene, buscan vender el acuerdo como un triunfo, al igual que los del Sur. Todos tienen que decir que ganaron. El debate sobre la solidaridad europea y la razón de ser de la Unión está lejos de haber sido saldado, y necesita de equilibrios domésticos complejos. 

Un problema menos

El acuerdo no cancela los debates sobre el futuro problemático de la Unión, pero despeja un frente importante de crisis. El martes se aprobó el rescate pero también el presupuesto –superior al billón de euros– por los próximos siete años. Las amenazas autoritarias del Este, el Brexit, la falta de una estrategia coordinada ante China y Estados Unidos y los fantasmas de la irrelevancia geopolítica siguen presentes, pero la Comisión se sacó un gran peso de encima. “Si no hubiesen llegado a un acuerdo ahora yo creo que el proyecto europeo no sobrevivía”, me confiesa Paulina. 

La rosca dejó algunas víctimas. Medidas ambiciosas como el fondo para el rescate de empresas o el programa de salud tuvieron que dejarse de lado. También se redujo notablemente el dinero destinado al Fondo de Transición Justa, para el proyecto verde, y el programa de desarrollo e innovación Horizon Europe, iniciativas importantes para el futuro de Europa. La Comisión, a la que se la criticó por tener un rol demasiado pasivo, tampoco pudo lograr la erradicación de los llamados cheques, las rebajas en la contribución al presupuesto europeo, un capricho inaugurado por el Reino Unido thatcherista del que gozan Suecia, Países Bajos, Austria, Dinamarca y Alemania. Otras cláusulas que hubiesen sido útiles como la del respeto al Estado de derecho tampoco pudieron avanzar. 

Pero el acuerdo, decíamos, es una buena señal en un momento complicado. El eje franco-alemán prendió el motor y marcó el camino. La Unión respondió al desafío. Parece poco, pero es mucho.

PICADITO

  1. Washington ordena el cierre de un consulado chino en Houston; Beijing habla de una escalada sin precedentes.
  2. Turquía choca con Grecia en el Mediterráneo, que se pone cada vez más picante.
  3. Francia sienta las bases para un veto de Huawei en 5G.
  4. Irrumpen protestas en Bulgaria.
  5. El hartazgo ciudadano llega a Mali.

QUÉ ESTOY LEYENDO

Esta nota esclarece bastante el panorama sobre Libia, un conflicto del cual te escribí el año pasado pero tenemos que actualizar en las próximas semanas. La nota ayuda a entender las puntas principales y por qué brotan las alertas de una nueva Siria. 

QUÉ ESTOY SIGUIENDO

Primero fue la inhabilitación a Rafael Correa para ser candidato. Un referéndum de 2018 le cerró el paso a volver a la presidencia; esta semana la justicia ecuatoriana ratificó la sentencia de 8 años por la causa conocida como “Sobornos”, que lo inhabilita a presentarse como candidato a vice, diputado o cualquier cargo público. Ahora, también, el Consejo Electoral suspendió al vehículo electoral con el que se quiere presentar a las elecciones el resto del correísmo, la Fuerza Compromiso Social, que debutó en las municipales del año pasado.

El Consejo tomó la decisión luego de un informe de la Contraloría que sostenía que el partido había alterado el proceso de recolección de firmas para presentarse. La fuerza tiene una semana para hacer un descargo; si no es acatado será inhabilitada del proceso electoral. El correísmo podría recurrir entonces a uno de los partidos de UNES, el flamante frente electoral que presentó en julio, como el Centro Democrático. Pero eso implicaría competir sin el sello que usó para las municipales, con sus respectivos lemas y símbolos.

No resulta difícil entender por qué se habla de un intento de proscripción de cara a las presidenciales del año que viene. Las maniobras del Consejo Electoral junto a la persecución de otros líderes opositores, señalados por Lenin Moreno ante las protestas del año pasado, no irradian buenas señales para el inicio del proceso electoral. 

LO IMPORTANTE

Resulta que Luis Lacalle Pou, quien debería saber que está a dos entrevistas de ser mufado por un sector de la prensa argentina, acusó al Frente Amplio de tener una política exterior influenciada por las afinidades ideológicas. Un profesor me dijo hace poco: “Cuando les hablen de la necesidad de desideologizar la política exterior ustedes se dan media vuelta o cierran el libro. No existe una política exterior sin ideología”. Pero eso quedará para otro momento. 

Hoy quiero acercarte la respuesta de Pepe Mujica. “Nos endilgan que teníamos relaciones exteriores en función de la concordancia ideológica”, comenzó. “Cómo van a explicar que me comí un viaje a la Antártida con mi compañera, junto a Piñera y su señora esposa, haciendo diplomacia presidencial, bancándome el frío y todo…. ¿Sería por afinidad ideológica? No me jodas”. 

Dejamos por hoy. Ese fondo de pantalla no se va a cambiar solo. 

Nos leemos el jueves.

Un abrazo,

Juan

Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.