¿Cuándo se rompió Venezuela?

El oficialismo se impuso en unas elecciones legislativas en las que el 70% decidió no participar. Gran Bretaña comienza a aplicar la vacuna contra el coronavirus mientras el gobierno avanza con el Brexit. Y el Acuerdo de París cumple este viernes cinco años.

¡Buen día! Es feriado pero dicen que la información no descansa. Espero que vos sí hayas parado y que estés leyendo esta segunda entrega de Miss Mundo con los pies en la arena o, al menos, en el pasto. 

Antes de empezar quiero agradecerte el recibimiento. Fue impresionante la cantidad de correos y los mensajes llenos de afecto. No lo esperaba, me sorprendió. Gracias en serio.

Si  te parece, arrancamos con algunos de los temas de los que vamos a estar hablando esta semana.

Ahí vamos.

EL MUNDO ESTA SEMANA 

En Venezuela, el oficialismo se impuso en unas elecciones legislativas en las que el 70% decidió no participar. Gran Bretaña comienza a aplicar la vacuna mientras el gobierno avanza con el Brexit. El Acuerdo de París cumple el viernes cinco años.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Además, Uruguay despidió al expresidente Tabaré Vazquez y una charla de Caetano Veloso sobre sus años detenido en Brasil y la masculinidad. 

VENEZUELA ¿Y AHORA QUÉ?

Hasta el cierre de esta entrega, con el 82% de las actas escrutadas, el oficialismo ganaba con más del 67% de los votos en una elección con una participación de solo el 31% del padrón electoral. No solo fue la oposición, me refiero a esa porción del electorado radicalizado, la que decidió no participar, sino que tampoco lo hizo esa mitad de la población que no se identifica ni con Maduro, ni con Guaidó.

Si tomamos en serio el resultado, el próximo 5 de enero, el oficialismo debería recuperar el control de la Asamblea Nacional. La oposición dijo, mucho antes de este comicio, que no se moverá del Congreso hasta que haya una convocatoria a elecciones libres y transparentes y que avanzará con una consulta digital esta semana donde preguntará a la sociedad si acepta o rechaza el “evento del 6 de diciembre organizado por el régimen de Nicolás Maduro”.

“Esto es un circo trágico”, me dice Keymer Ávila, profesor en la Universidad Central de Venezuela, al preguntarle cómo analiza las elecciones legislativas. Y agrega: “Es el inicio de la desaparición de la oposición en el país y una vuelta de tuerca más en el control absoluto que el Poder Ejecutivo tiene sobre todas las instituciones del Estado”. 

Frente a este escenario, es necesario que pensemos con honestidad intelectual, sobre todo entre aquellos que nos incomoda Venezuela, si estamos frente a una elección legítima o no. Una discusión que solo puede resultar interesante a aquel que aún cree que la democracia representativa, aún con sus flaquezas, es el mejor mecanismo que tenemos como expresión de la voluntad popular. 

  1. Falta de clima electoral. Si algo ha hecho el chavismo es politizar (y polarizar) la sociedad al extremo. Pero este año faltó el entusiasmo electoral de otras épocas. ¡Qué lejos quedó esa campaña con el tema más pegadizo de la historia! Desde Caracas, un día antes de las elecciones, un amigo me cuenta que casi no hay clima de campaña, que la cosa había levantado un poco en la última semana después de las declaraciones de Nicolás Maduro pero que para él estas son las elecciones más despolitizadas y despolarizadas desde 2015. “El grueso de las personas son independientes (lo que creo que tú ya sabes)”, señala. Es que más del 62% no está ni con Guaidó ni con Maduro. Las elecciones de ayer son la evidencia de la apatía electoral, el descreimiento total en la dirigencia política y la reafirmación de ese indestructible 30% de voto oficialista.
  1. Caída de la participación electoral. Todas las miradas estaban  puestas en el nivel de participación. ¿Por qué? Si bien Venezuela suele tener altos niveles de abstención, en las últimas legislativas la participación estuvo por encima del 70%. En esa elección, la Mesa de la Unidad Democrática, una coalición de partidos de la oposición y partidos aliados, consiguieron 112 bancas frente a las 55 con las que se quedó el oficialismo. En la elección de ayer, la participación fue del 31%, lo que representa una caída del 40%. El oficialismo alcanzó casi el 70% del total. 

    Ahora bien, este bajo nivel de participación que evidencia la falta confianza de una mayoría social en su sistema electoral y su dirigencia política, puede compararse con lo que pasó en 2005 cuando la oposición tampoco decidió participar y le regaló al oficialismo el control sobre la Asamblea Nacional. También algo similar sucedió en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente de 2017, donde solo participó el chavismo, y en las presidenciales de 2018. Es por eso que, según explica Keymer Ávila, “la abstención no le da ningún rédito político a la oposición, ni va a afectar el dominio territorial que tiene el gobierno”.
  1. Intervención judicial en los partidos. Este punto no es nuevo. Desde la última elección de Hugo Chávez, el oficialismo intenta trabajar en la construcción de una oposición amigable al gobierno. En junio pasado, el Tribunal Supremo de Justicia intervino en la dirección de ocho partidos con el argumento de que no habían participado en elecciones anteriores. Pero ¿es correcto decir que el “oficialismo avanza sobre la oposición” cuando estamos hablando de otro poder del Estado como es el Judicial? Sí, porque el 23 de diciembre de 2015, unas horas antes de Nochebuena y unos días después de conocerse ese resultado electoral que dejó como ganadora a la coalición de la oposición, una mayoría oficialista en el Congreso decidió nombrar 13 jueces principales del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y 21 suplentes. Ese Tribunal es el que decidió correr a los mayores líderes políticos de la oposición de la dirección de sus partidos.  
  1. Desconfianza en la Comisión Nacional Electoral. La CNE es la encargada de mediar en una elección, es el organismo que tiene como misión garantizar la transparencia del proceso electoral pero en Venezuela solo el oficialismo cree en esta institución. ¿Por qué? Porque el 28 de junio pasado, ese mismo TSJ designó a sus nuevas autoridades y la presidenta de la Sala Electoral del TSJ pasó a ser presidenta del CNE. A los pocos días, llamaron a elecciones para el 6 de diciembre, aumentaron la cantidad de diputados e incorporaron un nuevo mecanismo de delegados en lugar de la elección directa para los diputados indígenas, esos que la Justicia no quiso reconocer en 2015 para evitar que la oposición alcance una mayoría especial. 
  1. Fractura de la oposición. Juan Guaidó, una de las cabezas de la oposición, anunció que la Mesa de la Unidad Democrática que nuclea unos 27 partidos de oposición decidió llamar a no participar argumentando que no contaban con las mínimas garantías para evitar el fraude, lo que fue leído como un “boicot electoral”. Pero el opositor díscolo resultó ser el excandidato a presidente Henrique Carpiles: un día después de que el gobierno indultara a 110 presos políticos, confirmó que estaba manteniendo conversaciones con el Ejecutivo para participar de las elecciones. Un mes más tarde, anunció que no estaban dadas las condiciones y se bajó de la contienda electoral.
  1. Sanciones económicas como respuesta. Las medidas de bloqueo económico que prohíben que todos los bienes e intereses del gobierno de Nicolás Maduro y los que lo apoyan sean bloqueados y no se puedan transferir, retirar o negociar, es repudiable. Es evidente la intención que tiene Estados Unidos en aislar al gobierno de Maduro del sistema financiero global. Ahora, ¿qué pasaría si Venezuela lograra que un nuevo gobierno de Biden levante las medidas? ¿Quedará resuelta la crisis económica y social? No creo. Lo mejor que puede hacer Biden si quiere legitimar su posición con Venezuela es levantar esta política tan agresiva y posibilitar un diálogo. 

¿Cuándo se rompió Venezuela? ¿Fue en esta elección? No, el punto de inflexión estuvo en los comicios legislativos de 2015. Después de la derrota del oficialismo, el 30 de diciembre de ese año, unas semanas antes de que asuma la nueva Asamblea, el TSJ cuestionó la elección de tres diputados opositores del estado de Amazonas. Estos legisladores eran los que le daban a la oposición una mayoría especial de dos tercios. El 5 enero de 2016, asumió la nueva Asamblea Nacional unicameral que les prestó juramentos mientras Henry Ramos Allup quedó al frente de la presidencia y anunció que iba a definir un mecanismo para un cambio de gobierno de manera “constitucional, democrático, pacífico y electoral”. El agrumento eraque los “mandatos pueden terminar antes del vencimiento por algunas de las causas que están en la Constitución”. El 11 de enero de 2016, el TSJ declaró en desacato al Congreso por haber juramentado a los diputados de Amazonas y desconoció su legitimidad. El 2 de mayo de 2016, la oposición presentó ante el Poder Electoral un pedido de referéndum revocatorio, figura legal que existe en la Constitución de 1999 y que puede ser convocada por la oposición bajo la recolección del 1% de firmas del padrón electoral. El oficialismo la frenó. En 2017, el gobierno creó la Asamblea Nacional Constituyente como órgano legislativo paralelo y, en 2019, el presidente de la Asamblea, el diputado Juan Guaidó, se autoproclamó “presidente encargado de Venezuela”. Desde el 2015 para acá, fueron cinco años sin reconocimiento entre los poderes del Estado. Esta elección no viene a solucionar esto. 

Venezuela puede, si es que así lo quiere una mayoría de su población o si la correlación de fuerzas de los que están arriba les permite hacerlo, imponer o hasta incluso inventar un nuevo sistema electoral y político. Lo que no puede el gobierno, ni la CNE, ni el TSJ es decir que, en este momento, tienen elecciones competitivas cuando la gente ya sabe de antemano quién va a ganar, cuando el 70% de la población decide no participar y cuando una parte de la oposición fue impedida de participar. 

Por tanto, la pregunta no es tanto cuándo se rompió Venezuela sino cómo hacer para recomponer esa ruptura política y social. No sé cuál es la respuesta pero lo que vayamos a ver en los próximos días seguro no será.

BORIS, BREXIT Y VACUNAS 

Gran Bretaña se convirtió en el primer país en aprobar la vacuna contra el coronavirus y esta semana empieza a aplicarla. 

La noticia impactó en el mundo, sobre todo en las potencias que compiten en la carrera de los laboratorios. En Estados Unidos, el principal epidemiólogo del equipo de asesores del gobierno de Trump (respetado también por los demócratas), Anthony Fauci, terminó teniendo que pedir disculpas un día después de cuestionar los estándares británicos. Esta nota del New York Times explica bien el ida y vuelta. Mientras tanto, la Unión Europa espera avanzar con el plan de vacunación a fin de mes y el gobierno de Vladimir Putin comenzó a aplicar la Sputnik V el sábado.

Pero la noticia también alteró la política doméstica del Reino Unido, en pleno tiempo de descuento para cerrar el acuerdo de salida de la Unión Europea, que tiene fecha límite el 31 de diciembre de este año. 

La aprobación de la vacuna encendió dentro del gobierno los discursos de corte más nacionalistas. El secretario de Educación británico, Gavin Williamson, dijo en un programa de radio -medio en broma, medio en serio- que Reino Unido es el mejor país del mundo por alcanzar más rápido que el resto la aprobación de la vacuna. También se le sumó el secretario de Salud, Matt Hancock, que aseguró que su país había podido actuar con mayor rapidez porque el Reino Unido ya no forma parte de la Unión Europea. Lo cual no es cierto. En primer lugar porque el Reino Unido hasta el 31 de diciembre sigue bajo el paraguas de las leyes europeas y porque además desde hace años cuenta con mecanismos legales que le permiten moverse con cierta autonomía. 

Esta nota de The Observer se cuestiona la reacción conservadora que intenta hacer de la aprobación de la vacuna un argumento para avanzar en una salida sin acuerdo de la Unión Europea. Para los autores, esto puede impactar de lleno en la ciencia británica que “aislada por un mal Brexit sufrirá desastrosamente. La ciencia será más pobre con un mal Brexit, al igual que el Reino Unido”.

Esta nota de The Atlantic sostiene que la historia de la vacuna es una historia del Brexit y que, al mismo tiempo, no lo es. “Gran Bretaña apuesta a ser más rápida y mejor que la Unión Europea. En 2020, fue todo menos eso, pero eso no significa que no pueda ser”, afirma. 

Una de las mejores respuestas a esta reacción ha sido la del científico Jeremy Farrar, que integra el grupo de asesores del gobierno británico, quien plantea  que el liderazgo internacional mostrado sobre la pandemia del Covid-19 será recordado durante 100 años y más. “Necesitamos asegurarnos de que se recuerde por las razones correctas. Hemos mirado hacia el abismo del nacionalismo durante los últimos años; una fragmentación del orden global. No podemos aislar a nuestras naciones unas de otras, nunca estaremos a salvo mientras algún país siga combatiendo el virus”, escribió en este hilo de Twitter, una idea que desarrolla en esta nota en The Telegraph.   

ACUERDO DE PARÍS 

El viernes se cumplen cinco años de la firma del Acuerdo de París donde las principales potencias del mundo se comprometieron a contener el avance del calentamiento global. La situación cambió con la llegada de Trump, el retorno demócrata así como la designación de un peso pesado del partido como es el ex secretario de Estado, John Kerry, que ilusiona a una parte importante de la comunidad internacional. Este viernes la ONU organiza una cumbre virtual para reactivar el tema, ahora con nuevos aliados. 

RETROSPECTIVA

ADIÓS A TABARÉ

En la madrugada del domingo murió el expresidente uruguayo Tabaré Vázquez a los 80 años. Miguel Arregui, historiador y periodista uruguayo de El Observador escribió uno de los obituarios más completos donde lo define como “un hombre metódico, competitivo, valeroso, un luchador al que no le gustaba perder ni a la bolita”. La leen completa acá

También Juan Manuel Karg escribió en Cenital una semblanza sobre el oncólogo que además fuera máximo dirigente del Club Atlético Progreso, de La Teja, e intendente de Montevideo.

TODO OCIO ES POLÍTICO

En la madrugada del 27 de diciembre de 1968, dos semanas después de que el gobierno decretara el golpe de Estado, Caetano Veloso y Gilberto Gil fueron secuestrados de los departamentos donde vivían, en el centro de São Paulo, y trasladados en camión a Río de Janeiro. Esta historia está contada en el libro hecho documental de Caetano Veloso, Narciso em Férias. Cuenta que, en ese momento, los generales lo definieron como un «músico subversivo y desvirilizante«.

El fin de semana pasado, Caetano compartió una charla con el filósofo español Paul Preciado donde conversaron sobre la masculinidad en espacios opresivos. «El espacio masculino de la prisión militar provocó un apagón en mi Narciso, incluida mi atracción sexual y sentimental por los hombres», dijo el cantante. Lo ven en este video, a partir del minuto 34.

HASTA LUEGO

Terminó esta segunda entrega. Me extendí un poco más porque el tema Venezuela siempre hace más ruido. Además no es sencillo y es discutible. Ya no me extiendo más. 

Nos encontramos el lunes que viene,

Ayelén 

PD: Si tienen ganas, pueden colaborar con Cenital para que sigamos haciendo periodismo.

Soy periodista especializada en política internacional. Estudié Ciencia Política (UBA) y tengo un máster en Periodismo (UTDT). Viví un tiempo en Caracas, Madrid y Londres. Co-conduzco la Edición Internacional del noticiero de TV Pública y soy columnista en la semana en la Edición Central. Produzco y conduzco el podcast de análisis político de la revista Nueva Sociedad y escribo en distintos medios como Le Monde Diplomatique. Tengo tres obsesiones políticas: Bolivia, Brasil y Venezuela.