Chile discute su sistema político

Análisis veloz (pero con datos) sobre las elecciones del fin de semana en el país trasandino. La participación electoral sigue en caída. Las coaliciones de la transición siguen en crisis. El trabajo constituyente que se viene (y que no será fácil).

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Hoy estás recibiendo el primer La Gente Vota exclusivo para miembros de la comunidad. Con tantas elecciones dando vuelta no podíamos quitarnos la tentación de escribir algunas cositas. De elecciones vivimos.

¿Y sobre qué vamos a hablar? Pues claro, Chile. Ayer los hermanos trasandinos tuvieron el arranque de su propia maratón electoral. Durante el sábado y el domingo concurrieron a las urnas para elegir gobernadores regionales (por primera vez en la historia del país), alcaldes, concejales y, la madre de todas las batallas, convencionales constituyentes. Luego del octubre rojo de 2019, los partidos políticos tradicionales acordaron abrir la Caja de Pandora que era (porque ya no va a existir más) la Constitución pinochetista de 1980. Ayer fue el primer paso: elegir a quienes van a armar una nueva caja. De ahora en adelante se vienen 9 meses de trabajo (prorrogables a otros 3 adicionales) y un plebiscito con voto obligatorio que la ratificará en 2022.

¿Qué nos dejó este proceso electoral? 1. Baja participación ciudadana, algo estructural que viene de hace tiempo. 2. Crisis de las coaliciones de la transición. 3. Un montón de interrogantes sobre cómo va a funcionar la convención constituyente, dadas las características, tradiciones y trayectorias de quienes fueron electos. 

Vamos por partes, dijo Jack.

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Parece que no les gusta tanto votar

Chile es un caso paradigmático de participación electoral que ha sido muy estudiado por la ciencia política, y desmenuzado al mínimo detalle por tuiteros y analistas ocasionales. Antes del 2012 el sistema contemplaba la posibilidad de registrarse voluntariamente para votar con voto obligatorio posterior: esto es, los mayores de edad elegían inscribirse o no en el padrón, pero una vez hecho esto aplicaba la obligación de concurrir a votar. Pero, a partir de 2012, todo cambió con la Ley N° 20.568 y se estableció el sistema de inscripción automática y voto voluntario. De esta manera, todos los ciudadanos mayores de edad se incorporaron directamente al padrón electoral sin tener que registrarse, pero el voto pasó a ser optativo para cada uno y una. En cierta medida, esta reforma sinceró la participación electoral chilena porque el cálculo de votantes (turnout en ciencia política) pasó a hacerse sobre todos los ciudadanos, no solo sobre los inscriptos en el registro.

La tendencia histórica muestra que no se movió mucho después de 2012: siempre votan alrededor de 7 millones de chilenos.

¿Y por qué esto es un problema para las elecciones constituyentes de este fin de semana? Porque si el laburo que se viene es trabajar, escribir, acordar y elegir una nueva Constitución Nacional entonces tal vez no se arrancó con el pie izquierdo, pero la participación electoral que debía darle un fuerte impulso trastabilló. Sumado a la caída notable de las coaliciones de la transición (tema del siguiente apartado) hay un serio problema de legitimidad en las elecciones trasandinas, y el voto voluntario no lo resuelve para nada. Esta elección fue la segunda con menos asistencia, solo superada por el ballotage presidencial de 2013. ¿Es algo nuevo? No. ¿Es algo que viene pasando hace rato? Si. ¿Hace bastante? Y, un poco. En el gráfico de abajo se puede ver como la línea de tendencia que calcula la participación electoral sobre el total de ciudadanos reconocidos cae tan sostenidamente como las reservas de un banco central en época de crisis cambiaria.

(Nota aclaratoria: hay dos columnas para diferenciar inscriptos y ciudadanos dado el cambio de sistema que indiqué antes. Acá les dejo un análisis sobre el tema respecto del plebiscito 2020).

Si en términos totales la elección constituyente quedó anteúltima, en términos porcentuales se fue al descenso directo. El siguiente gráfico tiene el ranking de participación electoral calculado sobre el total de ciudadanos. De todos los procesos electorales desde el retorno a la democracia en 1989, la de este fin de semana fue la que menos tentó a los chilenos para salir de sus casas. Querían cambiar las reglas del juego, pero no se entusiasmaron tanto. Es todo un símbolo que, en el ránking de elecciones chilenas, esté puntera en participación la primera que se celebró después del golpe de Estado de 1973. Esto dice mucho sobre la valoración ciudadana de su propio sistema político. Si está roto, es momento de que lo arreglen de alguna manera.

Dos coaliciones en crisis

Y esa crisis la absorbieron las dos coaliciones que dominaron la política chilena desde 1989 hasta la fecha: la ex-Concertación de centroizquierda (hoy La Fuerza de la Mayoría, que compitió bajo la etiqueta Lista del Apruebo) y la ex-Alianza de centroderecha (hoy Chile Vamos, que compitió bajo la etiqueta Vamos por Chile). Al igual que con la participación electoral, esto no es algo nuevo sino que viene de larga data.

Porque las elecciones constituyentes no se explican sin las generales (presidenciales y legislativas) de 2017. Fue en ese momento cuandola aparición con fuerza del Frente Amplio, una coalición de nuevos partidos y candidaturas de izquierda, amenazó el dominio que tenía la centroizquierda tradicional que batalló por la transición a la democracia y la consolidación del modelo chileno de crecimiento económico. Ya había sonado la alarma con Marco Enríquez-Ominami en 2009, pero nunca la escucharon.

Las elecciones del 2017 devolvieron a la centroderecha al Palacio de la Moneda, reiterando la confianza en Sebastián Piñera para gobernar durante cuatro nuevos años. En ese proceso, Chile Vamos recuperó la senda triunfal superando los 2 millones de votos en la presidencial y la legislativa, valores a los cuales estaban acostumbrados. La centroizquierda, en cambio, perdió un millón y medio de votos a mano de sus innovadores competidores inmediatos del Frente Amplio. Votantes que, además de ese descalabro, no pudieron recuperar para las convencionales constituyentes de este fin de semana: por primera vez en la historia de la coalición obtuvo menos de un millón de votos (824.812 para ser exactos). Viendo que los votantes han sido constantes en toda esta historia, como dije más arriba, solo queda pensar que el ciudadano chileno de a pie ya no le cree al motor de la transición democrática. Al menos, para redactar una nueva Carta Magna.

El siguiente gráfico indica la evolución de los votos totales de las coaliciones tradicionales (Concertación/LFM y Alianza/CV) vs. los partidos/coaliciones más nuevos. Julieta Suárez-Cao, politóloga y Co-Coordinadora de la Red de Politólogas, me comentó en este audio que hubo un claro mensaje a la clase política tradicional y que el golpe fue más duro para la derecha gobernante. De modo que a la centroizquierda de la transición sólo le queda sonreír por la idéntica caída en picada de sus rivales históricos: Chile Vamos perdió 1.300.000 votantes respecto de 2017 a manos de nuevos partidos, coaliciones y candidaturas independientes. Como me dijo Javiera Arce, “a la derecha no le rindió juntarse con la extrema derecha. Son dos agendas separadas”. La alarma que Chile Vamos no escuchó fue la sostenida caída de la identificación ideológica de su electorado en los últimos años. Si esto no es la crisis de representación, la crisis dónde está.

Lo que viene, lo que viene

¿Qué nos deja este proceso que recién arranca? Una serie de puntos a favor en términos de representación y del funcionamiento del sistema electoral:

  • Es la primera vez en la historia de la humanidad que una convención constituyente tendrá integración paritaria de género. Un logro enorme en pos de una sociedad más igualitaria e inclusiva, como deben ser todas. La nueva Constitución la escribirán mujeres jóvenes. Podés escuchar nuevamente el audio de Julieta en el que detalla la importancia de esta regla electoral.
  • También se dio lugar a los pueblos originarios con 17 bancas reservadas para ellos: 7 mapuches, 2 aimaras y uno para cada uno de los siguientes (kawésqar, rapanui, yagán, quechua, atacameño, diaguita, colla y chango). Otro hito en pos de una mejor representación política de distintos sectores sociales.
  • Es la segunda vez en la historia del país que se aplica un sistema electoral para cargos legislativos con magnitudes medianas (cantidad de cargos que se eligen por distrito, acá les dejo un análisis corto). Chile, hasta 2017, era el único país en el mundo con un sistema binominal (dos bancas por distrito), lo cual contribuyó a solidificar el sistema de dos coaliciones post transición. En cierta medida, muchos especialistas consideran que fue el binominal el que amortiguó la fragmentación social que se venía palpando en los últimos años. Sin dudas, esta segunda utilización del actual sistema potenció la caída de los actores tradicionales, y dio espacio, lugar y poder a los nuevos. Este cambio no fue abrupto, sino paulatino, progresivo y normado. Frente a otros países que tienen golpes de timón que se llevan todo puesto, Chile se está acomodando de manera ordenada a los cambios sociales.

Pero aún quedan interrogantes, unos muy importantes:

  • El 77% de las candidaturas en las elecciones constituyentes no tuvo experiencia política previa. Afloraron las candidaturas independientes, tanto dentro de las coaliciones como por fuera de ellas. De hecho, hubo listas de independientes puros, como Independientes No Neutrales, Lista del Pueblo y Territorio Constituyente. En total habrá 48 convencionales considerados independientes, que sumado a los 17 representantes de los pueblos originarios suman un total de 65 legisladores y representan casi el 42% del recinto. Sin dudas, esto es un mensaje de la sociedad chilena a los partidos políticos, tanto tradicionales como los más nuevos. Por otra parte, plantea una gran duda sobre el impacto de la experiencia parlamentaria en el arduo trabajo que implica redactar de cero una nueva Constitución política. Tendrán que diseñar instituciones sin haber sido parte de ninguna de ellas.
  • El acuerdo por la reforma implicó adoptar una regla para aprobar cada una de las iniciativas, que serán consideradas para formar parte del texto constitucional: los dos tercios, regla que la propia convención no puede modificar. Eso lleva a que el número mágico sea 103: esto es, la cantidad de convencionales constituyentes necesarios para aprobar cualquier artículo de la nueva Carta Magna. Hoy en día, ningún partido, coalición o acuerdo circunstancial de convencionales lo tiene. De modo que la escasa experiencia anterior se pondrá a prueba en todos los integrantes para llegar a consensos básicos. Si alguien sabe de antemano qué resultados puede tener ese proceso, que apueste sin dudarlo, porque ganará más que con bitcoins. El primer test: cuando tengan que elegir presidente y vice de la convención por mayoría absoluta de sus integrantes (78 manos alzadas).
  • Toquen lo que toquen, los convencionales no podrán prescindir del carácter republicano del Estado, del régimen democrático, de las sentencias judiciales ni de los tratados internacionales. Es el punto de base para crear algo nuevo, bueno, inclusivo y ¿progresista?
  • La historia no termina ahí. El nuevo texto constitucional tendrá que ser sometido a referéndum con voto obligatorio para toda la ciudadanía en el año 2022. El nuevo plebiscito tendrá la siguiente pregunta: “¿Aprueba usted el texto de Nueva Constitución propuesto por la Convención Constitucional?”. Si el “SÍ” saca el 50% más uno de los votos, entonces el Presidente (que será uno nuevo, dado que Sebastián Piñera termina su mandato en diciembre y no hay reelección) debe convocar al Congreso en sesión plenaria (Diputados y Senadores) para que se promulgue y se jure la nueva Constitución. El texto pasa a ser publicado en el Boletín Oficial y entrará en vigencia a partir de esa fecha. En caso de que el “NO” saque el 50% más uno de los votos, se queda en cancha la Constitución de 1980, lo que haría que toda esta historia no haya tenido ningún sentido. Nadie puede imaginarse qué ocurrirá en ese escenario.

De modo que nada está conquistado pero tampoco perdido. Estamos recién en el entretiempo. Chile está rediscutiendo todo su sistema político, al mismo tiempo que eligen cargos públicos (alcaldes y gobernadores regionales ya pasaron) y que continuará con las primarias presidenciales de julio, las legislativas y primera vuelta presidencial en noviembre, y el ballotage (casi seguro, les diría) en diciembre. En el medio, sesionará una Convención. Disneylandia para politólogos y politólogas.

No me metí con las elecciones de gobernadores y alcaldes porque era demasiado. Pero si tenés ganas, y sumando muchos likes (?), puedo preparar algo a gusto de la comunidad. Recordá que, por ser parte de este prestigioso club electoral, podés estar al día con el Google Calendar Electoral (acá desde tu compu y acá desde tu celu) y/o con una lista de Twitter que nutre a La Gente Vota.

Un abrazo y nos vemos en dos semanas,

Facu

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Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy me encuentran dando clases en UBA y UTDT. Me encantan las elecciones y me sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tengo es aprenderme la historia de los partidos políticos. Creo que la política marida muy bien con un tinto.