Carlos Becerra: “Me enteré de la renuncia de De la Rúa por la placa roja de Crónica”

El último jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado durante la Alianza recuerda los momentos finales de la gestión, señala que “el accionar de Duhalde tuvo mucho que ver con no ayudar y ponerle palos en la rueda al gobierno”  y asegura que “el radicalismo parlamentario no se sintió partícipe o actor principal, en un momento determinado, en la defensa del Gobierno”.

¿Cuándo se dio cuenta que estaba pasando algo fuera de lo normal el 19 y 20 de diciembre?

En primer lugar, el escenario en el Congreso. Tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la Nación, expresiones de los jefes de bancada o de la actual vicepresidenta manifestando la necesidad de que el Gobierno resolviera determinados temas y que sino no iba a tener el apoyo de la oposición. Además de ello, convulsiones sociales que se venían ratificando en Rosario, en el Gran Buenos Aires, en Córdoba en forma creciente. También un escenario económico muy serio y muy grave atento a que, por un lado, había una enorme presión de los sectores económicos nacionales en el sentido de buscar alguna solución a los problemas propios de cada sector. Y, por el otro, como muy importante, la negativa del FMI a cumplir, por una parte, sus compromisos de envío de las últimas reservas del crédito que se había tomado y que el Fondo tenía que enviar. Y actores políticos más directamente vinculados con la sociedad, como eran los intendentes del Gran Buenos Aires y de alguna gran ciudad del interior del país que hablaban, claramente, de la imposibilidad de contener la solicitud y la efervescencia social atento el escenario social provocado por la crisis económica.
 

Respecto a la situación dentro de la Secretaría de Inteligencia, ¿cómo fueron esos días previos al 19 y 20 de diciembre? ¿Había alguna información distinta de la que tenían otros actores? 

No. La Secretaría de Inteligencia era, un poco, la caja de resonancia de todo esto que le estoy diciendo por la información existente. Obviamente, le hemos informado al Presidente las dificultades por las que estaba atravesando el Gobierno y todo el sistema institucional. Nosotros estábamos absolutamente al tanto de que esto podía tener algún desenlace no querido, pero por otra parte también estábamos muy preocupados y, por supuesto, actuando respecto del rol que cumplía la oposición. Y, en ese sentido, tanto la jefatura de Gabinete como el Ministerio del Interior y otros ministerios actuaron en consecuencia de las instrucciones del Presidente para ver si se podían solucionar las cosas. Lo cierto es que el movimiento de los actores sociales y políticos estaba perfectamente en conocimiento de nuestro Gobierno. 

En una entrevista en 2019, usted dijo que Duhalde tuvo una participación fundamental en la caída del presidente Fernando De la Rúa. ¿A qué se refería específicamente? ¿Responsabilidad política o de algún otro tipo?

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Yo siempre hago comentarios que tienen que ver con la política. Como decimos habitualmente los abogados: a confesión de parte, relevo de pruebas. Lo he leído y escuchado al Dr. Duhalde decir que tuvo un involucramiento del cual tiene que pensar si no tiene que arrepentirse, en la caída o el final del gobierno del presidente De la Rúa. Eso lo ha dicho él. Lo cierto es que él había estado un tiempo antes en EE.UU en reuniones empresariales y diplomáticas. Él había dicho que estaba dispuesto a asumir la presidencia de la Nación. Además, no fue de ninguna ayuda en esos días porque desde su propio ámbito político de mayor fortaleza, que era la provincia de Buenos Aires, el gobernador Carlos Ruckauf pedía a gritos irse del gobierno, cosa que ocurrió. Al momento que se fue el presidente De la Rúa, también se fue Ruckauf y, posteriormente, terminó siendo el canciller de Argentina. El problema político, económico, institucional del gobierno nacional lo tenía, también, la provincia de Buenos Aires. Y allí nadie puede dudar de cuál era el peso político que tenía, en su momento, el doctor Duhalde. Sin embargo, no se solucionaban los problemas de la provincia de Buenos Aires y no se ponía un mensaje de tranquilidad y de paz a los problemas que ocurrían en la provincia de Buenos Aires. De tal manera que cuando se fue el presidente De la Rúa, también presentó la renuncia el doctor Ruckauf. Nuestros jóvenes tendrán que hacer un verdadero ejercicio mental para explicarse cómo el candidato a presidente Duhalde, que dos años antes había perdido la elección sin necesidad de que De la Rúa fuera al ballotage, dos años después era el Presidente de la Nación. Yo digo que el accionar de Duhalde tuvo mucho que ver con no ayudar y, por el contrario, ponerle palos en la rueda al gobierno del doctor De la Rúa. 

Hubo un intento final de negociación con el peronismo para integrar el gobierno. ¿Usted llegó a participar? ¿Cree que se podría haber hecho antes? 

Sí, hubo un buen intento final de poner en práctica la cláusula constitucional que se aprobó y que, finalmente, se introdujo como novedad en nuestra Constitución reformada en Santa Fe en el ’94. Esa inclusión permitía que el Presidente le aceptaba la renuncia al Jefe de Gabinete y convocaba a la Asamblea Legislativa para designar uno nuevo. Tuvimos la oportunidad de haber aplicado ese remedio constitucional y no se logró. En el fondo, se frustró por parte de los gobernadores peronistas. Algunos porque veían que el gobierno estaba a punto de caer y otros, creo yo, influidos por el doctor Duhalde porque era una forma de hacer salir al gobierno y de hacerlo ir del gobierno al doctor De la Rúa. Me parece que si hubiéramos tenido alguna actitud más solidaria y, por supuesto, más comprometida del peronismo y de los gobernadores peronista esto se hubiera logrado.

Hay, por lo menos, dos lecturas en el radicalismo a propósito de cuánto tuvo que ver el peronismo en la desestabilización y los saqueos. Están quienes dicen que hubo algunos pícaros que aprovecharon la situación y quienes dicen que fue motorizado, expresamente, por sectores del PJ.

Algunos pueden haber sido autonómicos de decisiones políticas, pero en las marchas que se hicieron los últimos días a Plaza de Mayo y las concentraciones en Buenos Aires había cuadras y cuadras de micros estacionados en el bajo. A la gente la llevaban los micros que venían del Gran Buenos Aires. Claramente esto es así. 

Le preguntaba porque hablando, tanto con Juan José Álvarez como con Chrystian Colombo, ellos decían que no había sido el Gran Buenos Aires el inicio de las protestas sino que ya había jarana, por ejemplo, en Mendoza y en Entre Ríos que era provincias que no estaban gobernadas por el PJ.

Es cierto, pero ninguna de esas movilizaciones y ninguno de esos episodios tenían el volumen político y la peligrosidad política e institucional que las movilizaciones y los saqueos en el Gran Buenos Aires y hacia la Capital Federal. Esto es obvio. Yo soy cordobés y vivo en Córdoba y he tenido siempre una visión provinciana analizando los hechos y los efectos causados en la centralidad del poder. Es imposible, ilógico pensar que episodios ocurridos en Mendoza o en alguna otra ciudad o provincia alejada del centro neurálgico de las decisiones políticas, como es la Ciudad de Buenos Aires, pudieran influir en términos finales. Cuando los intendentes del Gran Buenos Aires decían públicamente que ya no podían contener a la gente y, al revés de eso, les ponían los micros para que marcharan sobre la Capital. O la policía de la provincia de Buenos Aires no hacía cordón para proteger los supermercados y era como una fuerza de seguridad ausente. Comparto con los amigos, tanto con Juanjo Álvarez como con Chrystian, de que esto también había sucedido en otras provincias y se notaba que había, obviamente, una insatisfacción social creciente. Los hechos desencadenantes en el Gran Buenos Aires y en la Capital fueron los que, finalmente, dieron el puntapié final para la salida del gobierno de De la Rúa.

¿Cómo era la relación intra-radicalismo en aquel momento entre, por ejemplo, el Gobierno Nacional y el alfonsinismo? ¿Cuánto cree que tuvo que ver eso en el desenlace final?

Yo creo que el radicalismo parlamentario no se sintió partícipe o actor principal, en un momento determinado, en la defensa del Gobierno. Me da la impresión, además, que estaban muy tomados por la eclosión social muchos de los líderes parlamentarios del radicalismo en ambas cámaras del Senado y en Diputados. O algunos por lo menos, pensaban que el presidente De la Rúa debía dejar el Gobierno porque pensaban que, además, no había solución para los problemas económicos y su derivación social. Además, estaba planteado un enfrentamiento de buena parte del radicalismo con la decisión que había tomado el presidente De la Rúa de designar al doctor Cavallo al frente del Ministerio de Economía. Al principio, fue aceptado pacíficamente por el radicalismo, pero además consciente el radicalismo de que eso no había sido una idea originaria de adentro del radicalismo sino que había sido, entre otras cosas, planteada y sostenida por «Chacho» Álvarez, cosa que también ha sido, una vez más, clarificado en el cuento de la historia de esos días. Había disconformidad en la Unión Cívica Radical sobre la marcha del Gobierno. Había disconformidad con el ministro de Economía y con las medidas que se tomaban. Algunos actores del radicalismo interpretaban que el presidente De la Rúa no escuchaba a su partido, algunos parlamentarios pensaban lo mismo. Me parece que, en el final, algunos parlamentarios también le plantearon al presidente De la Rúa que debía renunciar. 

¿Cree que si la relación hubiera sido diferente el desenlace podría haber sido diferente?

Yo era de los que sostenían que había que afirmarse en el Gobierno. Poco tiempo después, el doctor Duhalde tuvo episodios tan o más graves que los ocurridos durante el 20 y el 21 de diciembre. Usted recordará a Kosteki y Santillán y todas las movilizaciones y problemas sociales que hubo y el doctor Duhalde no se fue del Gobierno. Su partido lo apoyó, lo bancó, estuvo firme. A mí me parece que no estaban dadas las condiciones para producir un cambio en la posición que tenía el presidente De la Rúa respecto de algunos temas y tampoco estaban dadas las condiciones para que el radicalismo reflexionara poniendo otro tipo de elementos de juicio y retomar, de esa manera, la acción de Gobierno. Hay que agregarle a esto, que no es menor, que en el último tramo de los últimos días del Gobierno también el presidente De la Rúa tenía poca voluntad política de seguir en el Gobierno.

Hay diferentes versiones sobre esa idea de armar un gabinete de unidad nacional o incorporar al peronismo. ¿Fue propuesta de Enrique “Coti” Nosiglia en la reunión en el Elevage?

Coti Nosiglia ayudó muchísimo en aquel momento. No tenía una responsabilidad funcional al Gobierno, pero ayudó muchísimo porque su trabajo político dentro y fuera del partido permitió acercar a muchísima gente y que comprendieran el escenario que estábamos viviendo. En aquella reunión del Hotel Elevage, se planteó esa posibilidad. No estuvieron de acuerdo algunos gobernadores, por ejemplo, Néstor Kirchner que no estuvo de acuerdo. Yo recuerdo perfectamente bien que, en una conversación un poco distanciada de la mesa principal que tuve con él, me manifestó que se volvía a su provincia y que no estaba dispuesto a avalar nada que se hiciera en ese sentido, manifestando su no involucramiento. Estuvimos muy cerca de concretarlo.

¿Cómo se enteró usted de la renuncia del Presidente? ¿Qué fue lo primero que hizo una vez conocida la renuncia?

Me enteré por la placa roja de Crónica. Yo venía de conversar con el Presidente y, cuando volví a mi despacho, me encontré con la placa roja de Crónica que decía: «Renunció el presidente De la Rúa». 

En la reunión que habían tenido ustedes, ¿De la Rúa no se lo había comentado?

No.

¿Recuerda qué hizo en ese momento?

Lo que hice fue prepararme para irme de mi función.

¿Lo consultó con el Jefe de Gabinete o con el propio Presidente?

No. 

Hay varias versiones sobre quién dio la orden para reprimir en Plaza de Mayo. ¿Usted sabe quién fue? ¿Lo recuerda? ¿Está esa información?

El Estado de Sitio fue decretado y después levantado. El Estado de Sitio lo firmó el presidente De la Rúa y, por supuesto, el ministro del Interior. Pero, al mismo tiempo, atento a los saqueos y a las manifestaciones que se hacían en el centro de Buenos Aires, la responsabilidad estaba en manos de la autoridad judicial que comandaba, casi en forma directa, la Policía Federal para la represión de los episodios de vandalismo. Yo no puedo decir, en este momento, porque además sería estar por encima de la propia investigación judicial de esos propios hechos ocurridos en Plaza de Mayo y zonas aledañas. Lo cierto es que allí aparece, no solamente la Policía Federal, sino que aparece la presencia judicial corroborando y, de alguna manera, verificando el accionar de la policía. A mí no me consta que esa represión haya sido resuelta, en forma directa, por el ministerio del Interior, porque no me consta quién dio la orden.

Hay tres versiones: que la orden la dio la policía, que la dio el ministerio del Interior y que la dio la Justicia Federal a cargo de la doctora Romilda Servini de Cubría.

El brazo ejecutor era la Secretaría de Seguridad. 

¿No está claro, aún hoy, quién dio esa orden?

Digo que no está claro porque lo cierto es que en lo que se ha analizado y lo que se ha juzgado hasta ahora en los Tribunales Orales sobre este tema, ha sido responsabilidades del Presidente sobre los que ha sido sobreseído, responsabilidades del ministro del Interior que está muerto y la responsabilidad de la Secretaría de Seguridad en donde, efectivamente, la justicia ha dicho que hay algún dato de responsabilidad. Lo que nadie duda es de que, por lo menos por los hechos investigados por la justicia, era la propia responsable de la Justicia Federal en aquel momento quien tenía bajo sus órdenes, por lo menos, a un sector de la Policía Federal. 

¿A 20 años del 2001 cree que se aprendió algo?  

Creo que aprendimos todos los argentinos. No solamente aprendimos porque es una experiencia dolorosa la del 2001. Aprendimos en términos económicos de las cosas que no hay que hacer y por los cuales no hay que repetir errores, de los efectos sociales desgraciados que producen esos escenarios económicos, pero aprendimos, también, cómo hay que cuidar las instituciones. Superamos el episodio traumático del 2001 preservando las instituciones. Llevábamos 38 años de democracia ininterrumpida, de vigencia de las instituciones, del juego del rol de los poderes y esto es un terreno ganado por el pueblo argentino a todas las interrupciones facciosas que trajeron, como consecuencia, el deterioro de nuestro país durante tantos años. Lo que creo, sí, es que también debiéramos tomar como antecedente que la propia Constitución nos resuelve, en la imaginación inteligente de los constituyentes, hasta los problemas más graves. Tomo esto como una experiencia que creo que nos ayudará a no repetir episodios parecidos, que ojalá no se produzcan nunca más. Pero, si ocurrieran, hay que saber que tienen solución desde el punto de vista institucional.

Es director de un medio que pensó para leer a los periodistas que escriben en él. Sus momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no le gustan los tatuajes. Le hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que es un conservador popular.