Argentina tiene oportunidad de posicionarse en la economía del conocimiento. Es hora de aprovecharlo.

Hoy estamos formando a los mejores profesionales de la región, pero estos necesitan contar con las condiciones que los incentive a quedarse. Se trata de la tercera industria exportadora que más divisas le genera al país.

La pandemia está generando estragos en las economías globales. No hay política de Estado que logre compensar los tiempos difíciles que nos tocan vivir. Sin embargo, en la misma semana en la que escribo estas líneas, hay cinco empresas estadounidenses que alcanzan su máximo valor histórico en la bolsa, todas por encima de 1 billón de dólares, con planes de contratación que juntas superan los cientos de miles de nuevos puestos de trabajo: Amazon, Alphabet (empresa madre de Google), Facebook, Apple y Microsoft. Son empresas pioneras en una industria que no para de crecer. Forman parte de la llamada economía del conocimiento, que viene sacudiendo al mundo en las últimas décadas y para la cual Argentina tiene una oportunidad de posicionarse con muchos de los mejores talentos del mundo.

Yo nací en 1989. Para ese entonces, las 5 compañías más valiosas de Estados Unidos eran General Motors, Ford, Exxon Mobil, IBM y General Electric. Un elemento que tenían en común era que todas eran propietarias de medios de producción de bienes tangibles: computadoras, autos, petróleo, infraestructura de generación y distribución de energía. En ese momento, si querías dominar el mundo y ser una empresa exitosa, se trataba de acumular fábricas, edificios, empleados.

El mundo analógico requería volumen y una capacidad de integración y coordinación únicamente lograble con muchas personas y logística. General Motors, la dueña de Chevrolet y Cadillac entre otras, empleaba en ese momento a 786.000 personas en todo el mundo, cinco veces más que los 137.000 con los que cuenta Apple hoy, y tomaba el proceso completo de fabricación de un auto: desde su diseño hasta su fabricación y distribución. Desde lejos, podría parecer que son historias similares, ya que Apple trabaja con productos físicos: computadoras, celulares, auriculares, etc. Sin embargo, la compañía de California no es propietaria de las fábricas, sino que terceriza toda la producción principalmente en empresas chinas. ¿Cómo puede ser que las empresas más valiosas no sean dueñas de sus medios de producción? Que Uber, siendo la empresa de movilidad urbana más grande del mundo (aún) no posea vehículos. Que Airbnb, con la mayor cantidad de habitaciones disponibles, no posea propiedades. Que Facebook, la principal red de distribución de contenido del mundo, no produzca ninguno.

Se dice, se repite, que el “petróleo” del siglo XXI son los datos. El valor de estos solo puede ser extraído por un conjunto emergente de especialistas muy cotizados. La fabricación de bienes físicos se va convirtiendo más y más en un commodity en el que solo se puede ganar por margen, mientras que las experiencias digitales dominan el mercado. Una Macbook posee el mismo procesador que muchas PCs, pero no así la misma experiencia. Facebook, con su red de redes sociales como Instagram y Whatsapp, es líder en lograr que los usuarios pasemos horas y horas compartiendo experiencias con el mundo. Todo esto se logra concentrando el mejor talento del mundo en cuanto a desarrolladores de software, diseñadores de experiencia de usuario, arquitectos de soluciones en la nube. 

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El valor de estas empresas se encuentra encapsulado en su resultado final, que son bits de información. California, con 39 millones de habitantes y un producto bruto interno de 3.2 billones de dólares, sería la quinta economía del mundo si fuera un país aparte, por encima de los 2.7 billones que produce India con sus 1.359 millones de habitantes. Es decir que produce más teniendo menos que el 3% de la población.

Talento argentino: ¿de exportación o migración?

Argentina posee varias de las empresas más valiosas en la economía digital latinoamericana: MercadoLibre, Despegar, Globant y Auth0 son referentes regionales en sus respectivos campos y, salvo el caso Despegar, por la caída del turismo, son empresas que salen fortalecidas de estas crisis. Cuentan con muchos de los mejores profesionales de la región y van formando a su alrededor un ecosistema local prometedor. Son también inversores de academias de habilidades digitales, como pueden ser Digital House y Acamica, generando más oferta local para formarse. 

La educación pública juega también un rol central, con profesionales de Licenciatura en Computación que en 2015 rankearon mejor que Harvard en el mundial de programación, y la excelente noticia de la creación de la Licenciatura en Ciencias de Datos este año, también de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Según el Global Skills Index 2020 de Coursera, Argentina tiene los profesionales más preparados de la región en cuanto a tecnología, seguidos por Brasil, y también es pionero en ciencia de datos, la profesión más cotizada del mundo, por encima de potencias como Estados Unidos y Reino Unido. Argentina también es el país latinoamericano con mayor expertise en inglés según el English Proficiency Index que elabora EF, con Buenos Aires por encima de París y Barcelona. 

Tenemos la oportunidad de aprovecharlo y posicionarnos en el mapa mundial. Es importante entender que el tan solo poseer las capacidades suficientes no garantiza el éxito, que no todos los trabajos que genera la tecnología son de igual capacidad y que siempre existe el riesgo de que las políticas y acciones equivocadas nos terminen convirtiendo en una locación de call centers.

Desde Argentina, los Servicios Basados en Conocimiento representan la tercera industria exportadora que más divisas le genera al país; solo es superada por el sector automovilístico y el cerealero oleaginoso. El 50% tiene como destino Estados Unidos y la demanda cada vez es mayor. Las empresas multinacionales de tecnología también apuestan por el país: Martin Sorrell, fundador de WPP, la empresa de publicidad más grande el mundo, acaba de sellar un acuerdo con Digodat para hacer de Buenos Aires uno de los centros profesionales de datos más importantes para brindar servicio a nivel global dentro de S4, una empresa 100% enfocada en servicios digitales. 

Los desafíos 

Por supuesto que no estamos solos en esta carrera por dominar la economía del conocimiento: San Pablo, Medellín y Santiago de Chile son otros ejemplos de ciudades exponentes de la región. 

Existen varios desafíos por sortear para poder consolidarnos en este mapa. Por un lado, la cuestión impositiva juega un rol más preponderante que en otros tipos de industrias. No es lo mismo definir el país desde el cual una empresa cerealera va a hacer base que una digital: este segundo caso tiene mucha más facilidad de seleccionar dónde establecerse y es más sensible a ubicarse en lugares con mejores profesionales, pero también con mayores beneficios fiscales. La Ley de Economía del Conocimiento coloca al país en un lugar ventajoso con respecto a los impuestos que se pagarían en otras jurisdicciones de la región. Este efecto positivo se vuelve automáticamente negativo con el desdoblamiento cambiario y las restricciones actuales, bajo la obligación de liquidación de dólares a tipo de cambio oficial, dejando nuevamente a Argentina en desventaja. 

A diferencia de otros sectores que cumplen con esta normativa sin opciones, la economía del conocimiento es mucho más flexible a la hora de seleccionar qué oficinas hacer crecer más: a diferencia de los campos de soja, levantar campamento es mucho más simple, y se generan incentivos mayores a no capitalizarse en territorio nacional por la dificultad y costo de movimiento de capitales hacia el exterior. Cualquier headquarter (casa matriz) de una empresa dedicada a la innovación requiere de un flujo constante de divisas en ambos sentidos que le permita funcionar como una sola a nivel global.

El segundo riesgo local tiene que ver con la llamada “fuga de cerebros”. Según Glassdoor, un data scientist (un experto\a en procesar y analizar grandes volúmenes de información) cobra en Argentina un sueldo promedio de 1000 dólares. Cruzando la cordillera, el promedio asciende a 2.200 dólares en Chile, y a 11.750 en California. Mucho de lo que invertimos como país en formar profesionales de primer nivel termina siendo capitalizado por otro país en el que terminan realizándose y generando su máximo valor profesional. 

El año pasado, el CONICET contó con solo 450 vacantes para nuevos ingresantes, muy lejos de los 950 que admitía en 2015. Estamos hablando de 500 personas por año que no encuentran su lugar en el sistema para continuar sus estudios ya muy avanzados en muchas disciplinas. Este tipo de reducciones de cupos hace que Argentina hoy cuente con 1.192 profesionales dedicados a investigación y desarrollo por cada millón de habitantes, muy lejos de los 2.855 de España o los 4.341 de Reino Unido. Tener los salarios más bajos en dólares nos acerca más a la creación de call centers locales con mano de obra menos calificada que a la formación de un ecosistema local de innovación.

El Estado cumple un rol fundamental en este futuro. La inversión en Ciencia y Tecnología y la articulación de la academia con el sector productivo son componentes estratégicos que deben ser tomados en cuenta para repensar la Argentina que necesitamos, bajo el objetivo de impulsar el desarrollo del país y generar incentivos a las empresas que apuestan por este. Hoy estamos formando a los mejores profesionales de la región, pero estos necesitan contar con las condiciones económicas y profesionales locales que permitan inclinar la balanza hacia quedarse y apostar por el país. El momento es ahora.

Fundador de Digodat, empresa de data science con presencia en Argentina, Colombia y México, que recientemente fue adquirida por Mightyhive, donde se desempeña como VP de Data para Latinoamérica. Estudió Business Intelligence en la UTN y Negociación en la London School of Economics (LSE).