Argentina decime qué se siente

Por tercera vez seguida, la Copa Libertadores tendrá una final enteramente brasileña. Sus clubes aventajan cada vez más a los argentinos.

Flamengo, aun a media máquina, terminaba dando otra clase de fútbol a Vélez y el presidente Jair Messias Bolsonaro dejaba el Maracaná. “Mito”, lo saludaban muchos. Otros silbaban. Sucedió el miércoles pasado, 7 de setiembre, bicentenario de la Independencia de Brasil. Un par de horas antes, ante una multitud en Copacabana, en un acto financiado por evangélicos, agroganaderos y youtubers, Bolsonaro venía de calificar a Luiz Inácio Lula da Silva, su rival en las elecciones del 2 de octubre, como “el bandido de nueve dedos” (Lula perdió el meñique izquierdo en sus tiempos de obrero metalúrgico) que debe ser “eliminado de la vida pública”.

En el acto más temprano, en Brasilia, desfile militar incluido, y al lado de su esposa Michelle, Bolsonaro, de 67 años, se jactó de sus erecciones (“imbrochable”). “El clan Bolsonaro”, escribió ayer en Folha el ex jugador Walter Casagrande, “está integrado por mentirosos, manipuladores y secuestradores de símbolos patrios”. Por la noche, con Bolsonaro ya en el Maracaná, una cronista de ESPN fue atacada en plena trasmisión por un fanático de Flamengo que le estampó un beso. “Es la marca de agua que deja el bolsonarismo en cada escena del día”, escribió Milly Lacombe en UOL. La multitud salió feliz del estadio. Con Flamengo goleando otra vez a Vélez. Y definiendo que la Copa Libertadores tendrá por tercera vez consecutiva una final enteramente brasileña (su rival, el 29 de octubre en Guayaquil, será Atlético Paranaense, sorpresivo “verdugo” de Palmeiras, ambos también brasileños).

El héroe de la semifinal que Flamengo ganó a Vélez se llama Pedro. Marcó cuatro goles del 6–1 global (4–0 la ida en Liniers y 2–1 en el Maracaná). Lleva 12 goles. Solo ocho jugadores anotaron doce o más goles en 62 años en una misma edición de Copa Libertadores. En el año, Pedro suma 24 goles en 51 partidos. Pedro, de 25 años, era suplente. No solo hizo olvidar a Bruno Henrique, que sufrió una grave lesión. También le ganó estrellato al renombrado Gabigol, en Flamengo, y también en el plantel de la selección brasileña que jugará el Mundial. El DT Tite lo convocó ayer para los próximos amistosos contra Túnez y Ghana (23 y 27 de setiembre), los últimos antes de ir a Qatar. Brasil ya tiene en ataque, entre otros, a Neymar (PSG), Gabriel Jesús (Arsenal), Vinicius y Rodrygo (Real Madrid), Raphina (Barcelona), Firmino (Liverpool), Richarlison (Tottenham) y Antony (Manchester United).

Calidad, cantidad y también dinero

La calidad y cantidad de sus mejores jugadores (Brasil es, por lejos, el mayor exportador de futbolistas del mundo, seguido de Argentina) es solo una de las razones que pueden explicar la superioridad ahora abrumadora de su fútbol en la región. Pero Brasil fue siempre una fábrica de cracks. Por algo su selección es la única que jugó todos los Mundiales y ganó más que nadie (cinco Copas). Y por algo, pese a que su último título fue en 2002, lidera hoy el ranking de la FIFA, ganó la eliminatoria de la Conmebol y llega a Qatar como uno de los principales favoritos.

¿Pero por qué razón sus clubes dominan también ahora, y de modo cada vez más abrumador, los títulos en Sudamérica, que antes lideraban clubes argentinos? Boca y River, nuestros dos equipos más poderosos y de mayor presupuesto, ni siquiera lograron ubicarse entre los ocho mejores de la Copa. Este domingo se enfrentan en la Bombonera. Produjo cierto pudor esta semana ver a cronistas de TV preguntándole a Pep Guardiola y a otras estrellas de las Ligas europeas de qué modo seguirían todos ellos el “Superclásico” del domingo.

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El dinero. Cuando hace dos meses Flamengo le ganó fácil a Boca la puja por Arturo Vidal quedó claro que el volante chileno eligió el dinero. Pero Flamengo, que jugará su tercera final de Libertadores en los últimos cuatro años, se da el lujo de ni siquiera usarlo como titular, tal es la calidad de su plantel. Fundado en 1895 como un club de remo, Flamengo se jacta de ser el equipo con más hinchas en el mundo (42 millones). “Ayudó a Brasil a construir una nación”, escribió Ruy Castro en su libro “O Vermelho e o Negro”. El miércoles contra Vélez recaudó más de un millón de dólares. Bien administrado, Flamengo es un negocio en sí mismo. Y también es un botín político.

Bolsonaro sale a la cancha

Lo advirtió Bolsonaro, que abandonó a su querido Palmeiras y se hizo flamenguista. Peleado con Globo (algo así como el Grupo Clarín en Brasil), el presidente brasileño habilitó a los clubes a que negociaran individualmente sus derechos de TV. Flamengo, el más poderoso, el más beneficiado, no precisó entonces mecenas ni convertirse en Club-SAF (Sociedad Anónima de Fútbol), el nuevo modelo aprobado por el Congreso brasileño. En rigor, Flamengo casi quiebra cuando en 2001 entregó su patrimonio a ISL, la firma suiza que cayó en bancarrota pocos meses después. ISL quiso hacer lo mismo aquí con San Lorenzo, en tiempos del presidente Fernando Miele. Los hinchas frenaron el negocio. Todos los 30 de noviembre, los hinchas de San Lorenzo celebran su día recordando aquella jornada histórica.

Si el fútbol argentino sigue fiel a su historia (los clubes en manos de sus socios), Brasil es distinto. En las últimas elecciones en Flamengo (el club de los 42 millones de hinchas) votaron apenas tres mil socios. En Palmeiras (último bicampeón de la Libertadores, líder actual del Campeonato Brasileño) manda la financiera Crefisa, “el banco de los jubilados”. Su presidenta, la millonaria Leila Pereira, también es la presidenta del club. Y en Atlético Mineiro, “el PSG de Sudamérica”, gobierna Rubens Menin (mayor constructor de Sudamérica, dueño de CNN Brasil). Como el PSG francés, Mineiro (que en 2021 salió campeón brasileño después de medio siglo) gasta mucho, pero sigue sin ganar títulos internacionales. Su último gran fichaje (Diego Costa, salario récord de 350.000 dólares) rindió poco y se fue antes del año. Mineiro, que todavía no se convirtió en SAF, muestra el lado B del boom económico: debe más de 200 millones de dólares. Lidera la deuda total de casi 2.000 millones que componen el rojo de los veinte clubes del Brasileirao (Primera división de Brasil). Pero, de eso, no se habla.

Sociedades anónimas de fútbol

La aparición de los mecenas ganó fuerza en 2021, tras la ley de Clubes-SAF que aprobó el Congreso. Cruzeiro es el rival histórico de Mineiro en Belo Horizonte. Tiene más gente y pasado glorioso, pero cayó a la B. Ahora está cerca de volver a Primera de la mano del “Fenómeno” Ronaldo, ex crack, hoy empresario, accionista mayoritario del club. Cruzeiro cambió sus estatutos para convertirse en un Club-SAF (se dice SAF porque el nuevo capital privado solo podrá preocuparse por el fútbol, sin importar las demás actividades). Lo mismo sucedió con Red Bull, que llevó a Bragantino a Primera. Botafogo (adquirido por el inversor estadounidense John Textor) y Vasco, otros grandes en crisis, siguieron el mismo camino, como Brusque FC, que espera llegar a Primera de la mano de Luciano Hang, el empresario amigo que Bolsonaro mostró a su lado en el acto del miércoles pasado, y que es investigado por la justicia por impulsar fake news y propiciar un golpe

En el primer semestre de 2022, Brasil registró la creación de 71 nuevos clubes de fútbol (el total es de 1.153.795 profesionales y 358 amateurs). Aumentó su número de jugadores y técnicos bajo contrato. Y también hay más intermediarios registrados y patrocinios de casas de apuestas. La última novedad se llama Libra, un proyecto de Premier League a la brasileña. A diferencia de Argentina (que tiene una AFA fuerte liderada por Claudio “Chiqui” Tapia), en Brasil la CBF declinó poder desde que el presidente todopoderoso Ricardo Teixeira cayó implicado por escándalos de corrupción, con su nombre incluido en el FIFAGate, investigación que impulsó en 2015 el FBI. El vacío fortaleció a los clubes. Libra prevé multiplicar el negocio con más Clubes- SAF y, a partir de 2024, un nuevo contrato de TV que podría relegar aun más a Globo.

Sea porque tiene más dinero, un mercado mayor y más estabilidad económica, o porque además coincidió una buena generación de jugadores, o porque los países vecinos agravaron su retroceso, el Brasileirao mejoró también la calidad de su juego. Las estadísticas de Opta, una compañía británica de análisis deportivo, muestran que el Campeonato Brasileño mejoró todos sus números. Tiempo neto de juego, precisión de los pases, interrupciones en cada partido. Los registros se acercan inclusive a los de las mejores Ligas europeas. No es casual que sus clubes monopolicen las últimas finales de Copas Libertadores y Sudamericana (Sao Paulo definirá esta Copa contra el ecuatoriano Independiente del Valle, la excepción).

A Bolsonaro le preguntaron semanas atrás por la competencia electoral con Lula, que lo sigue aventajando en las encuestas. “Es Flamengo contra Bangú”, se jactó el presidente. Bangú es un club histórico de Río de Janeiro, fundado en 1904, subcampeón brasileño de 1985, pero que juega hoy en cuarta división. Si solo fuera folclore futbolístico quedaría ahí. Pero el desprecio se cobró ayer viernes una nueva víctima, un bolsonarista que asesinó a su compañero de trabajo tras una discusión política. Hace veinte días, en Sao Paulo, cerca de donde Palmeiras y Flamengo, líder y escolta, igualaban 1–1 por el Brasileirao, el colectivo estadounidense Indecline promovía una performance futbolera a la que podían sumarse todos los que pasaban por el lugar. Había que anotar goles a un arco pequeño, sin arquero. Algunos de los curiosos pedían a sus perros que orinaran sobre “el balón”. La pelota pesaba dos kilos y medio. Era una réplica ultrarrealista de la cabeza de Bolsonaro. Una mujer, según la crónica del diario Folha, decía antes de tirar al arco: “Vamos a darle una patada a este gusano. Es terapéutico”.

Soy periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribí columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajé en radios, TV, escribí libros, recibí algunos premios y cubrí nueve Mundiales. Pero mi mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobré siempre por informar.