Agüero: el fútbol en la sangre

El perfil del ídolo.

El Maracaná es un aullido. Quedan quince minutos para que la vida sea plata o mierda. El grupo está en ronda. Alejandro Sabella ruge un par de indicaciones tácticas y un elogio. Da un paso, abre las manos y grita: “¡Qué cinco pelotas que aguantaste, la estás rompiendo!”. Contra Irán, en la fase de grupos, el bíceps femoral izquierdo le había pinchado. Una hipótesis murmuraba que la lesión le había ordenado el esquema al entrenador. El cuerpo técnico siempre trató de estúpida esa teoría. Montones cuestionan que haya ingresado por Ezequiel Lavezzi. Al igual que en el entretiempo previo al suplementario, Sergio Agüero dedica el resto del tiempo a charlar con Lionel Messi. Se tapa la cara. Se empiezan a reír. En la risa, vive el arte. En sus lágrimas, siete años después, los dolores dulces. A los entrenadores, se los convoca para tomar decisiones. Va a reanudarse, el conductor le toca la espalda y le grita: “¡Dale!”. En Brasil, en donde sea, si hay que ir al frente, que sea con el Kun en la cancha.

En Wembley, es día de clásicos. Están vendidas las 90 mil entradas para Tottenham contra Arsenal. Hace unas horas, Sergio Agüero vio que no quedaban ni aviones ni trenes para arribar a Londres. Agarró el auto. La noche anterior cruzó mensajes con Jorge Sampaoli. En la primera convocatoria, el entrenador había decidido marginarlo. Ya está en la lista para la fecha de Eliminatorias. Le propone un llamado. El delantero anuncia que no le importa ir hasta la capital. El encuentro será en el Hilton frente al estadio. Se propone otra sede. No quiere. A la hora señalada, abandona su auto en la calle. Aparece como si fuera un Beatle. Un centenar de personas lo sigue sin comprender qué hace ahí. “Kun, no hacía falta tanto kilombo”, le dice un asistente, riéndose. Con su tono particular, aclara: “Cuando me vi fuera de la lista me quería matar, mirá si no iba a venir corriendo”.

Falta un día para la final contra Chile en el Estadio Nacional. Agüero y Martino aparecen para la conferencia protocolar. El Tata tira que al otro día el delantero deberá hacer un gol. “Un gol solo eh, que quede en claro que me pidió uno solo, no quiero que después me digan que son dos”, bromea el Kun. La noche anterior, Messi se sentó en la cama del cuarto que comparten y susurró: “Me di cuenta que ya se nos termina esto”. Habían compartido la habitación en el Mundial Sub 20 de 2005, en los Mundiales de 2010 y de 2014, y en tres Copa América. Les tocaría en dos más. La última, los uniría en un abrazo que tantos años habían buscado.Hay una frase de 2016 en la que el Kun dijo: “El día de mañana reflexionaremos que estuvimos ahí de ganar. Pero mientras digamos lo intenté no podemos reprocharnos nada”.

No te reproches nada.

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–¿Sabés quién es el que tiene más sprint?
–Di María.
–No.
–No sé, Pavón.
–No.
–¿Quién?
–El Kun.

Mikel Arteta es el entrenador del Arsenal. No estaba en esa conversación, pero fue el segundo asistente de Pep Guardiola en 2018. En una cena, encontraba las palabras justas para el asombro que genera la falta de concordancia entre la aceleración y su cuerpo: “Su forma de correr. Su lenguaje corporal. Transmiten cierta lentitud. Es de pata corta y trasero potente”. Parido en el hospital Fiorito, criado en Villa Los Eucaliptus de Quilmes, nómade porque la cama cambiaba según la changa que le cayera a su papá, es difícil pensarlo como una máquina. Sin embargo, lo es. Un surfista capaz de moverse manso y levantar una velocidad casi ilógica en un instante para meterse entre los defensores, llegar antes que los demás y repetir la rutina, al menos, en 260 goles en el Manchester City, el club que hizo estallar en los últimos diez años. Lo curioso es que un instrumento tan milimétrico no haya sido construido con los millones que dispone la industria para la tecnología. A los cinco años, encontró su laboratorio. “Lo que más recuerdo de esos tiempos es que justo delante de mi casa había un potrero, una cancha de fútbol, si podemos llamarlo así. Tierra y tres palos”. Podría conjeturarse que si hubiera tenido un círculo central, quizás, habría sido un buen cinco. A Sergio Agüero le alcanzó un pedazo de cancha para volverse uno de los mejores de la historia.

El francés Gaël Clichy compartió plantel con el Kun entre 2011 y 2016. Es un lateral izquierdo que laburó cinco años de su vida, entre otras cosas, de tirarle el centro adecuado: “Solo necesitabas mirar hacia arriba y encontrarlo. Porque ya sabías que su carrera al área era perfecta, que su primer toque iba a ser perfecto y el remate iba a ser perfecto”. Las tres excelsas características de Agüero, definidas. La segunda es un ejercicio de técnica e imaginación en un centrodelantero. Se le dice control orientado al arte de ejecutar con el mismo toque dos acciones: recibir y acomodar la pelota para el siguiente paso. El Kun lo hizo tantas veces bien que no sólo se fue del City siendo el máximo goleador del club sino el jugador en la historia de la Premier League con mejor relación de minutos jugados y goles gritados: cada 108, la emboca. Los que lo escoltan son el francés Thierry Henry, que la rompió en el Arsenal, y Harry Kane, centrodelantero oficial de la Selección de Inglaterra y del Tottenham, ambos con 122. Indispensable asterisco: sus víctimas predilectas fueron Manchester United y Chelsea.

Esos 14 minutos de diferencia no son un detalle menor. Frank Lampard compartió la temporada 2014 y 2015 con el Kun. En una entrevista, contó: “No tenía dramas con el tiempo. Se despertaba justo. Caía al entrenamiento cinco minutos tarde. Le decían que le iban a poner multas y él respondía siempre lo mismo: ‘Esperen al fin de semana que voy a meter un hat-trick y todos seremos felices’”. La palabra en inglés significa hacer tres goles en un mismo partido. Es una tradición heredada del criquet, en el que se premia con un sombrero al lanzador que elimina a tres bateadores seguidos. En el fútbol, el goleador se lleva la pelota del partido a su casa. Agüero está en el tope también de esta lista en la Premier League: lo consiguió en doce ocasiones.

Su rol como streamer de videojuegos. Sus canilleras de Oliver Atom. Su apodo, Kun, devenido de su fanatismo por la serie japonesa Kum-Kum, un animé de un pibito cavernícola. El uso del vocativo “pa” o sus latiguillos como el de la semana pasada, en el Etihad Stadium, cuando bardeó a los que lo acompañaban en su homenaje: “Dale que pesa la copa, boludo”. Agüero tiene formas de niño, pero la modernidad futbolera lo ha querido dejar fuera. Tiene apenas 32 almanaques y casi 17 de carrera. Oscar Ruggeri lo hizo debutar con 15 años y 35 días en la Primera de Independiente, el 5 de julio de 2003. Rompió el récord de Diego Maradona, que jugó su primer partido a los 15 años, pero a días de cumplir 16. Por su tremendo talento y por tantos torneos jugados, aprendió y sostuvo comportamientos del viejo fútbol. En el que los delanteros, por ejemplo, no presionaban. 

Guardiola lo planteó apenas llegó al club en una conferencia de prensa: “Agüero puede aumentar su aporte al juego. A todo el proceso. En el área, yo no puedo ayudarlo, básicamente porque allí es magnífico”. En los pasillos del club, el entrenador se golpeaba el pecho y decía: “Yo sé que tiene un corazón enorme e intenta correr, pero no llega a las presiones”. Apenas aterrizó en Manchester, el catalán sumó a una nutricionista a su cuerpo técnico. Mutaron los menús del equipo. Silvia Tremoleda, la encargada, explicaba: “Parecía un menú universitario”. Se modificaron las proteínas: vieiras a la plancha, muslos de pollo o albóndigas de pavo. Las lentejas pasaron a ser figura. Esa revolución chocaba con la vida del goleador que comía carnes rojas a la noche. Pretendían que el crack bajara de los 76 a los 72 kilos. Que el ídolo que en 2012, contra el QPR, a los 93 minutos y 20 segundos, clavó el gol que acabó con la sequía de 44 años sin ligas del City, cambiara su forma de ser.

El Grupo City es la corporación más grande del fútbol mundial. Tiene 10 clubes entre sus filas. El petróleo de los Emiratos Árabes encuentra un río donde moverse, a pesar de que todos los años deba gambetear las exigencias del Fair Play Financiero porque gasta muchísima más plata que la que produce. Uno de sus principales activos con la pelota es la adquisición de jóvenes talentos. Al brasileño Gabriel Jesús lo compraron en 2015 y lo dejaron a préstamo en Palmeiras hasta 2017. Lo incorporaron luego de que fuera la figura del campeón del Brasileirao y de que Guardiola pidiera a gritos otro centrodelantero que lo incomodara a Agüero. Txiqui Bergistain, director del Departamento de Fútbol del City, compañero de Pep en el Dream Team de Johan Cruyff, ladraba frente a los cuestionamientos al Kun: “¡Números, quiero números! Es un nueve. Que alguien me dé sus números. Dejen los detalles, dejen las hostias. Goles. Mete goles. Quién meta más que me lo diga”. Omar Barreda, de marketing del club, planteaba: “Nadie es más comercial que Sergio”. El 60% de las camisetas que se vendían llevaban la inscripción Kun Agüero. 

El 19 de enero de 2017, Kun y Pep cenaron en el restaurante italiano Salvi’s, de Manchester. Que se reunieran en un espacio público y que las cámaras los enfocaran pareció una muestra de una alianza que funcionará hasta hoy a las 16, cuando se enfrenten Manchester City y Chelsea por la final de la Champions League.

César Luis Menotti se presentó frente a los pibitos de Independiente. A cada uno le dio la mano. La estiró para un mucho gusto, pero uno se la chocó a mano abierta y luego con el puño: “Kun Agüero”. Así se presentaron dos íconos del fútbol argentino. Nada más que uno ya había salido campeón del mundo con la Selección y el otro era un adolescente. Al Flaco le bastó un rato de estudiarlo para sostener la teoría que hoy repite: “Es una fotocopia de Romario”.

El 5 de septiembre de 1993, la Real Sociedad desafiaba al Barcelona. En el Camp Nou, se presentaba el brasileño que traía un currículum letal: en el PSV, había gritado 135 veces en 166 encuentros. Unas 70 mil personas se enloquecieron con los tres goles. El 3-0 culé había sido producto de las asistencias de Guardiola hacia Romario. Tenía las mismas características que el Kun. Cruyff lo definía: “Puede generar peligro en una baldosa”.

Guardiola sabía del parecido entre su ex compañero y Agüero. Le fascinaban y le fastidiaban las mismas cosas. Esa oposición entre el gol y la falta de compromiso para presionar. En ambos casos, comprendía que se trataba de deportistas únicos: “Es un jugador como Romario. Puede definir en cinco metros. Es como un león en la jungla que devora rivales”.

Desde aquellos cruces de 2016, que casi terminan con Agüero a préstamo al Arsenal, la fusión fue un arma impresionante. “Creo que una de las claves fue que Sergio entendió que no se trataba de 32 presiones por partido. Con dos alcanzaba”, reflexiona Arteta. Juntos, desde 2016, obtuvieron diez títulos: dos Premier League, cuatro Copa de la Liga, dos Community Shield y una FA Cup. 

Antes de la llegada de Pep, acumulaba cinco, incluido en eso dos Premier League, una con Roberto Mancini como director técnico y otra con Manuel Pellegrini, con quien arribó a la semifinal de la Champions en la temporada 2015/2016. Previo a su desembarco, el Manchester City rememoraba trece campeonatos. Agüero, claro, es el máximo goleador y el más ganador de la historia del club.

Su lista de récords podría ser interminable. Hay uno que es hermoso. De los 4.360 futbolistas que disputaron la Premier League, hay solo seis que participaron en tres goles en su debut. El City había abonado 36 millones de euros al Atlético de Madrid para llevarse a la joven figura. El Kun ingresó contra el Swansea cuando faltaban treinta minutos para que el encuentro culminara. La primera pelota que le dieron, giró, encaró y pateó por arriba del travesaño. La segunda, avanzó contra el arquero y, de zurda, se le fue cerquita. La tercera fue un centro que empujó en el segundo palo. La cuarta fue un sombrerito al arquero para luego asistir a David Silva. La quinta la recibió desde afuera del área y hundió al arquero con un balazo cruzado. Damas, caballeros y disidencias: regálense un mimo, pongan este link y vean a lo más parecido a Messi que salió de Argentina en las últimas tres décadas.

En sus momentos más incómodos con Guardiola, le preguntó al ex 10 de Barcelona qué podía hacer. Messi le recomendó que se sentara a hablar con el técnico y que iban a encontrarle la vuelta. Ocurrió. Agüero fue tan bueno como para modificarle por un tiempo el apetito de estilo al entrenador. A futuro, el City podrá jugar con Phil Foden de falso nueve, bestial aparición británica, zurdo, categoría 2000 y un indiscutido en las filas celestes de la urbe más industrial de Inglaterra. La posición de centrodelantero retrasado, cumpliendo funciones de enganche, capaz de ser un rato mediocampista -en el esquema 4-3-3, al bajar, suma un medio de cuatro- y finalizar las asistencias de los extremos, es el ideal del técnico. Lo puso en práctica, por primera vez, el 2 de mayo de 2009, contra el Real Madrid, con un Messi protagonista de un 6-2. 

Cuando nació, Agüero deambuló por casillas del Gran Buenos Aires. Florencio Varela, Solano, González Catán. Jamás pensó que viviría diez años en una casa en las afuera de Manchester. El City se volvió su casa. Ha sido tan generoso que se la prestó a Guardiola.

Pata corta, trasero potente y una modorra para levantarse de la cama: el Kun ha sido el instrumento industrial de la Buenos Aires pobre que reinó en Inglaterra. La modernidad ya no quiere especialistas, pretende futbolistas tan inteligentes como flexibles para adaptarse a distintos criterios, menos asado y más legumbres. Diez años demostraron que se pueden crear muchos sistemas pero con los tesoros de un barrio nadie puede.

Esto fue todo.

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Un abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.